Si vis Pacem Para Bellum

La campaña electoral que acaba de finalizar con las consecuentes elecciones, ha tenido algunas características muy marcadas como es habitual en las mismas y una de ellas ha sido por lejos la mas marcada en los espacios del oficialismo.
“Ojo con lo que viene si ganan los otros”. Más o menos así fue la frase repetida por todos los canales y a partir de ella una larga serie de “maldiciones” se pronosticaron a por varias semanas en las que solo faltó el anuncio de la llegada de las siete plagas de Egipto a partir del 11 de diciembre, sino siguen gobernando ellos, claro.
No hace falta alguna traducción para afirmar que esto fue bien definido por muchos analistas como la campaña del miedo.
No te enamores de mi y mis propuestas. Espantáte de los otros.
Contundente. La política y sobre todo en esa instancia tan significativa como es la de elegir gobernantes de todos los niveles, es sobre todas las cosas una tarea de seducción. No puede haber un objetivo superior en cada candidato que procurar conquistar la voluntad y el sentimiento de los votantes. Quien más adhesiones logra sumar en la democracia es quien deberá ocupar el sitial por el que compitió con otros colegas.
Y a partir de esos apoyos, poco después tras asumir deberá llevar adelante su “gestión” en la que no será una cuestión menor el respaldo de esa gente que lo eligió. Pero ocurre que gran parte de la dirigencia que se viste de candidatos cada dos años, hace mucho que ya perdió el eje de esta básica materia y por carencia de atributos o por complejos insospechados, renunciaron hace mucho a atraer simpatías y por una regla de igual resultado por reglas diferentes, solo se encargan de procurar que sus adversarios no empaticen con nadie.
Que los otros no logren lo que yo ni siquiera intento, es la nueva regla de la democracia criolla. Y el miedo a ellos como herramienta parece apropiado para tal objetivo.
Antes de proseguir, resulta imposible no pasar mentalmente por aquella frase casi icónica de la actual vicepresidente desaparecida de la escena pública hace largas semanas, cuando afirmó siendo presidente: “Solo ténganle miedo a Dios…… y un poquito a mí”. Fue uno de los actos de mayor sinceridad que se recuerde de Cristina Fernández.
Si aquello, dicho en tiempos de gloria y esplendor, procuraba resultados en la dirección que estamos describiendo, nadie debería sorprenderse mucho por la presente descripción.
Ocurre que las urnas dictaminaron resultados que “metieron miedo” a mas de uno. Y de las palabras, algunos parecen haber pasado rápidamente a los hechos. Sin caer, tal como lo ha hecho el mismísimo presidente de la nación, en afirmaciones temerosas sobre la posible identidad de los responsables de estos acontecimientos, lo cierto es que estamos viviendo un verdadero alzamiento en muchos lugares del país, con atentados en banda contra comercios que da la impresión de estar muy cerca de un descontrol social en grandes conurbanos sino es que ya estamos en él.
Resulta casi inimaginable, de no verlo con nuestros propios ojos, que los clientes diarios de un almacén o autoservicio, se conviertan de pronto en los que desvalijan ese comercio, golpean a sus dueños y corren por las calles del mismo barrio con el changuito lleno de vinos, cervezas, cremas y hasta algún electrodoméstico, en plena luz del día y ante la pasividad de todo el estado. Este terror no es ni siquiera de película.
Es de Argentina.
Y entonces, como pretendido adoctrinamiento en un idioma incomprensible, surge de lo más alto del gobierno, la “información” de quienes son los que promueven estos vandalismos. Como si el pueblo todo fuera la población de “salita rosa” la vocera oficial del presidente nos asegura que “es Milei (justo el ganador de las PASO) el que atiza estos delitos. Y horas mas tarde, para condimentar el servicio informativo, se suman otros altos funcionarios que tienen la obligación de administrarnos y gobernarnos, agregando a esa conspiración a quien también los superó en las urnas: Patricia Bullrich.
La hipótesis del miedo “al palo”. No se puede ya tanto. Mientras la vocera y el propio presidente afirmaban esto (primero dijeron que no había ocurrido un solo hecho y que todas eran versiones falsas y al rato no alcanzaban los patrulleros y helicópteros policiales procurando parar las hordas) el ministro del interior rechazó respaldar esos dichos. Al mismísimo Aníbal Fernández no le dio el cuero para tanto!!.
La situación en el país sigue sin ser debidamente mensurada por gran parte de la sociedad. El problema es inmensamente mayor a la solución que puede acercar una dolarización o el tan mentado achique del estado. O la mano firme o dura como quieran llamarle.
Si al margen de elegir con el mayor análisis y responsabilidad posible al próximo jefe de estado (tarea nada sencilla aunque sean solo tres los posibles ocupantes de ese sitial) la sociedad no comprende que el grado de compromiso consigo mismo exige ponerse a disposición total de la defensa de la causa elegida, al punto de convertirse de pleno en un militante de sus propias razones, en cada cancha donde el enemigo (no es caprichoso el uso de este término) decida plantear sus metodologías del “cuco”, comprendiendo que los riesgos que con ello asuma serán infinitamente menores a los que correrá de no terminar de inmediato con el cuadro de situación imperante, la causa toda está perdida antes de empezar.
Elegir otros caminos, aún en nombre de las mejores intenciones, será elegir el tiempo de la guerra fría. No habrá otro final que la gran guerra donde no habrá chances de vencer al malo.
Mientras se genera la sensación de estar ante una elección que es el hecho trascendente y crucial de los argentinos, estamos convencidos que la opción válida no termina ahí. Ha llegado la hora de aplicar el latin “Si vis Pacem Para Bellum”. O traduciendo a Flavio Vegesio Renato, “si deseas la Paz, prepárate para la guerra”. Así, solo así, tal vez logremos evitarla y vencer con apenas algunas batallas menores que inexorablemente igual deberemos librar.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del 25 de Agosto de 2023)
