El pasado martes se “celebró” el Día del Jubilado en la argentina y por cierto las circunstancias en las que se encuentra el mal llamado sector pasivo nacional no podrían ser peores. A las ya insostenibles remuneraciones que percibe mas del 80 % de los jubilados y pensionados que no superan los 42 mil pesos mensuales, se agregan de manera creciente otros castigos, dignos de condenados por causas mas justas que haber llegado a viejos.
La carencia absoluta de sensibilidad de un gobierno que apenas asumió, previa campaña en las que enarboló una de sus mas grandes banderas con el slogan “con los jubilados no”, derogó una fórmula de actualización de remuneraciones del anterior gobierno del presidente Macri, bajo la excusa de implementar algo superador, para terminar imponiendo otra que hoy determina jubilaciones 23 mil pesos inferiores a las que adjudicaría aquella fórmula “neoliberal macrista”, no tiene límites ni siquiera con la atención de la salud del sector, que tratándose de adultos mayores generalmente mas que “salud” se trata de la vida de los mismos.
Lo que viene ocurriendo, y agravándose día a día, con la obra social PAMI no tiene antecedentes. Tal como lo definiera por estas horas el Defensor de la Tercera Edad, Dr. Eugenio Semino, la obra hace mucho tiempo que viene mal, “pero ahora está en estado Terminal”.
Y no exagera el citado. Los llamados médicos de cabecera habilitados están renunciando en masa ante los magros honorarios que se les pagan y la enorme cantidad de cápitas que deben atender en una franja social que requiere de visitas seguidas al consultorio. Y cada día se repite más la situación de pacientes que ya son amigos de la secretaria de su médico, pero casi no conocen a éste.
Es que el sistema se está limitando a la renovación de recetas en una mera tarea administrativa y una escasa atención, en general imposible de brindar aún con la mejor voluntad del profesional. Así, ocurre sobre todo en las urbes medias y ni hablar en las grandes ciudades, donde solicitar un turno para esa atención primaria lleva entre dos y tres meses. Y si nada “extraño” ocurre (como que el presidente un día decrete un feriado porque sí y haya que volver a empezar todo el trámite) allí el “cabecera” tras un rápido chequeo ordene los estudios pertinentes. Ahí comienza la búsqueda del especialista habilitado, que ahora “con las mejoras del PAMI” resultan muchos mas en la lista que le entregarán al paciente en la oficina respectiva. Pero….. siempre el pero. Si el listado de especialistas suma diez nombres, no debiera sorprender que los primeros ocho respondan que ya no prestan mas servicios por el PAMI. Que el noveno no conteste el teléfono y que el último le otorgue un turno para unos 90 días mas adelante.
A esa altura el paciente, que bien puede estar desarrollando una afección coronaria seria, o un tumor cancerígeno, llevará ya unos seis meses desde que sintió los primeros síntomas preocupantes. Al fin, siempre que nada “raro” no tan raro ocurra, tendrá en sus manos los estudios y entonces deberá volver a pedir un turno al “cabecera”. No se le ocurra ir sin turno para “que me vea los estudios” porque esa es una falta grave y lo hará acreedor a una reprimenda de la secretaria/o que le recordará que “ no será atendido sin turno previo”. Y allí lo anotará para…..el tercer viernes del mes que viene. “ ¿Lo anoto?” le preguntará con cara de si no lo quiere vaya tranquilo.
El jubilado siente por enésima vez que si tuviera la plata para abonar la consulta iría a un médico privado. Pero sus 40 lucas mensuales ya se le fueron y aún quedan dos semanas para volver a cobrar.
Espera, a lo sumo toma algún calmante y aterriza en su médico dos meses después de los estudios y con tanta suerte que lo encuentra atendiendo. No hay un cartel en la puerta que dice que “Hoy el Dr. No atenderá por problemas personales”. Ni hay un paro. Y tampoco por suerte el paciente contrajo Covid o está con gripe. Mirar los estudios y advertir que la cosa viene complicada impulsa al médico a recetar la medicación compleja con la que vamos a ver como anda. Y allí sigue la peregrinación del “viejo jubilado” ahora por la farmacia donde le indican que esos medicamentos deben ser autorizados previamente. Y entonces el caminante va por la oficina mas cercana (en muchos casos a 40 minutos de ómnibus) donde le advierten que debe tener historia clínica y demás datos precisos “del especialista” porque la médica de cabecera no está autorizada a recetar “tamañas” drogas. Y entonces volver a rogar un turno.
El paciente intentará abreviar algo en la oficina y allí le explicarán: “Estamos cuidando sus dineros y su obra social. Porque, ….sabe?. Hay algunos médicos inescrupulosos que recetan de mas y sobre todo estos medicamentos que cada caja cuestan una jubilación y media suya”.
“Ajá….” dice el pobre jubilado. “Me están cuidando”.
Y ya con sus ocho o nueves meses y medio, para lo que alguien con dinero o con una prepaga resuelve en una semana, el “abuelo” trata de conseguir la historia, la papeleta o como quiera llamarle.
Con toda la suerte que ha tenido, (ni paros, ni gripes, ni el médico que no atendió) llega a su casa, sospechando firmemente que algo no le anda bien. Y como al pasar, escucha en la radio un aviso que le aconseja: “Ante el menor síntoma, concurra a su médico. No deje pasar el tiempo. El (ponga lo que quiera) tomado a tiempo es curable”.
“El PAMI hace mucho que viene mal. Pero ahora su situación es terminal” dice Semino. El estado de salud de miles y miles de jubilados también lo es. Y no busquen en otro lado la razón.
Porque si el spot reza “el alcohol al volante, MATA”, si el jubilado se enferma de cierta gravedad, “atenderse por PAMI -también- MATA”.
¡Feliz Día del jubilado!
(Editorial publicada en la edición del Semanario TIEMPO de Ranchos del 23 de septiembre de 2022)