La terrible miseria que muestra la gran mayoría de la dirigencia política criolla – desde hace 30 años – permite una aseveración que si no fuera por el acostumbramiento a las mas disparatadas cosas que tenemos los argentinos, generaría asombro y estupor solo al leerlo.
En la Argentina gobernantes, opositores y aspirantes a ambos espacios, lejos están de hacer de sus gestiones una lucha para que las cosas que mejoran la vida de la gente aumenten y lleguen a todos. No. Rotundamente NO.
Y peor aún: tampoco trabajan para que los grandes males que padece el país se corrijan y terminen. Lo que hacen desde el ¨83 hasta acá ( con las escasas excepciones que puedan mencionarse ), lo que sigue haciendo toda la dirigencia es luchar denodadamente para fijar la fecha en que las mas grandes manifestaciones del bien y del mal ocurran.
A pocos o nadie le preocupa lo que vaya a ocurrir. A todos les quita el sueño cuando ocurren.
Así ha sido en todo este tiempo. Y ASÍ ESTA PASANDO EN LA ACTUALIDAD.
Tras su casi inesperada victoria del ´83, el radicalismo y el Dr. Raúl Alfonsín comenzaron a establecer aquello de cien años de democracia, que bajo la irrefutable bandera de sostener este sistema de gobierno, escondía una disimulada esperanza de hacer de esos seis años de gobierno ganados, una época mas extensa. No era grave, claro que no eso. Pero, mas rápido que ligero llegaron los problemas de todo tipo, por algunas inexperiencias del gobierno, es cierto. Por algún rasgo muy propio del radicalismo de entonces, también es cierto. Pero con una presión de « enfrente» realmente difícil de contener, sobre todo la de fuertes sectores militares y la del gremialismo que entre paro y paro solía trabajar algún día.
Cuando se acercaba el cuarto año de gobierno, ya nadie pensaba en quedarse mas allá del ´89. Por el contrario, cada día eran mas los que imaginaban como hacer para llegar a esa meta. Y ese último tercio del gobierno del Dr. Alfonsín ya dejó de lado cualquier programa o estrategia destinada a corregir los males, sobre todos los económicos con una inflación que crecía por hora. Todo lo que se hizo desde el gobierno, desde el Plan Austral hasta el ministro Pugliese hablando con el corazón, fueron malabares para llegar al puerto del ´89.
Enfrente, el justicialismo se relamía. Sabía que llegaba el turno de desquite y sabía también lo que recibiría de herencia. ¿ Alguien cree que hizo algo por mejorar la situación ? ¿Ordenó a sus dirigentes gremiales colaborar con el gobierno o tomó alguna medida de ese tenor ?.- Rotundamente no.
El problema del justicialismo era que lo que inexorablemente ocurriría, ocurriera antes. Le pasara a Raúl. Y esa fue la puja. Ganaron el match los peronistas, la crisis estalló antes de diciembre y Alfonsín debió entregar el gobierno seis meses antes.
Con la crisis perdió la gente. Nadie mas.
Llegó Menem y tras algunos cabildeos encontró un plan «larga vida» que le permitiría cabalgar un largo tiempo sin mayores sobresaltos. Y eso le dio lugar a imaginar una reforma de la constitución ( que no le cambió nada a la gente )pero que le estiró su gobierno de seis a diez años. Pero aún con algunos miembros de su gabinete de muy buena formación y contando con las joyas de la abuela, la nave comenzó a hacer agua bastante antes del nuevo puerto.
Y otra vez comenzó la lucha. No por evitar la nueva gran crisis. Sino por fijar cuando ocurriría y a quien encontraría gobernando. Y en esa lucha otra vez ganó el peronismo. Supo siendo oposición de Alfonsín apurar el desenlace. Supo siendo gobierno estirar la agonía.
Pero ninguno evitó el desastre. Los que ganaron solo hicieron que ocurriera en 2001.
Con la crisis perdió la gente.
Hubo que apagar el fuego y el presidente Duhalde llevó el barco a puerto seguro y llegó el tiempo Kirchner. Como Menem en su momento, con la diferencia de un irrepetible marco de ventajas económicas del mundo, Néstor Kirchner ya sabía que no servían hablar de cien años de democracia ni pensar en reformas constitucionales dudodas. Encontró la fórmula del matrimonio para estar en el gobierno mas que todos sus antecesores. Y encontró también la forma para que el país viviera una larga primavera que lo pusiera en el mármol de los héroes del corto plazo. Y así, como Menem antes, la cosa anduvo en algunas bien y en otras bastante bien por un largo tiempo.
Ayer fueron las joyas de la abuela que al final se terminaron.
Y ahora, las regalías del mundo y del manejo comenzaron a no alcanzar para abastecer «el programa».
Y otra vez empezó la lucha. ¿ Cuál? ¿ La de resolver alguno de los problemas ? No. Claro que no.
La lucha entre los que saben que se van y los que creen que vienen para fijar la fecha del derrumbe. Que sea antes, como le ocurrió a Alfonsín, para entrar al poder con las cuentas «sociales» ya pagas procuran con todo fervor los que están en lista de espera ( muchos de los cuales son los mismos que estaban aunque se fueron antes para retornar en el otro barco ) esperando tomar el timón.
Para que les estalle después, como a de la Rúa, procuran con similar entusiasmo los que hoy gobiernan, para que el pueblo crea que los malos son los que vendrán y no la herencia que dejan.
Y como no hay salvación, lo que asoma en el horizonte de la Argentina inexorablemente ocurrirá. La cuestión es saber cuando será.
Si es antes de diciembre de 2015, habrán ganado los que hoy se paran en la vereda de enfrente.
Si es poco después de diciembre de 2015 habrá ganado el actual gobierno de la familia Kirchner.
Pero está claro que en ambas variantes, el pueblo perderá. Y los costos serán otra vez muy crueles.
Como en el final de Alfonsín. De Menem – De la Rúa.
Como al final de cada ciclo en estos treinta años.
La gente quiere encontrar quien luche por curar los males. La dirigencia solo lucha por ponerle fecha de plena vigencia a esos males.
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