El país y el gobierno nacional (así en ese orden) acaban de vivir los días mas convulsivos y tensos de la actual gestión que lleva en el poder 15 meses. En lo que resulta el punto mas alto de una escalada opositora de evidentes (quienes dudan de esta afirmación no podrán aceptar nada de toda esta columna) tintes políticos – partidarios en un año electoral cuya campaña ha comenzado con demasiada anterioridad para las condiciones actuales del país y su capacidad de resistencia.
Organizados cronológicamente con minuciosa prolijidad coincidente, se arribó a un fin de semana con huelga de jugadores de fútbol que hicieron fracasar el comienzo de todos los campeonatos oficiales, y la serie siguió con el paro nacional de docentes para que al día siguiente no comenzaran las clases;el martes se realizó una multitudinaria marcha de protesta contra el gobierno nacional con apoyo de todos los sectores que hasta hace poco eran enemigos irreconciliables: toda la CGT, las dos CTA (con los «amigos» Yaski y Micheli juntos). Los partidos de izquierda (que no habrán dicho de la burocracia sindical?), la organizaciones sociales y hasta las presencias de Anibal Fernandez, Scioli y casi toda la plana del gobierno anterior para continuar al día siguiente – ya miércoles – celebrando (?¿) el Día Internacional de la Mujer con otra marcha de protesta que como la del día anterior de los gremios terminó en un escándalo, con agresiones de unos contra otros, ataques a la Catedral metropolitana y otros disturbios.
Todo amenaza con continuar y hasta con mas virulencia. De hecho lo que mas se reclama es una fecha para un paro nacional de 48 horas y mas medidas con toda la fuerza de toda la oposición sea del color que sea.
En el medio, el gobierno nacional no para de cometer errores hasta casi infantiles en política en algunos casos de principiantes políticos y en otros mas graves hacen todo lo posible para convencernos que la transparencia no es tal y que algunas decisiones tienen mucho olor a negociados.
A eso debe sumarse que los aciertos del gobierno- que son mas de los que se piensan: sino mirar solo en este distrito las obras que se están haciendo y que llevaban años esperando. Casos viviendas, camino a Loma Verde, Jardín de infantes y otros – quedan total-mente perdidos a la mirada de la ciudadanía y los errores – casos Correo, lineas de aviación, adjudicación de derechos para 4G a Nextel, etc. etc se amplifican notablemente.
Lo dicho es solo una sola mano de pintura para describir el panorama existente que nos permite a los argentinos tan acostumbrados a estas instancias sospechar lo que puede ocurrir en el mediano y aún en el mas corto plazo.
Con una sociedad absolutamente anárquica, renegada de toda institucionalidad, con una bronca creciente en muchos sectores golpeados por la tierra arrasada que dejó el gobierno anterior y los frutos que no puede y no sabe sacar de ese suelo el actual gobierno y una dirigencia social, gremial, política y de todo tipo, de incapacidad manifiesta y absoluta falta de interés que no sea el sectorial y el personal, no parecieran existir posibilidades de remontar esta pendiente, salvo algún milagro, para el que no ayuda nada la situación mundial en general.
Así, pensar en entrar en una caída libre que torne inmanejable el país no es un disparate ni un tremendismo fatídico que se nos ocurre volcar al papel. Abundan los datos que abonan este temor.
Ahora bien: la Argentina de los últimos años (para no ir tan lejos en el tiempo) atravesó crisis institucionales que pudieron tener peor final y consecuencias que las muy duras que provocaron: el gobierno del Dr. Alfonsín en 1987 entró en una espiral económica y social que lo llevó a tomar la sensata decisión de adelantar las elecciones presidenciales y entregar el mando al electo sucesor unos meses antes. El Dr. Menem llegó ajustadamente a su segundo mandato, pero la cercanía de las elecciones y la seguridad de un cambio de signo político alivió la situación. Apenas dos años después vino la peor de esas crisis que recuerda la sociedad en general.
Es válido tener en cuenta lo siguiente: en 1987 el justicialismo en la oposición tenía dos figuras que aglu-tinaban todo su espectro: Menem y Cafiero que lleva-ron a cabo una interna presidencial ejemplar (para estos tiempos casi un ejemplo) y ellas le dieron una legitimidad al futuro presidente y hasta dejaron como referente histórico al perdedor Cafiero. Ya está dicho que a Menem, el final del poder lo encontró con la sensación de seguridad de que llegaba el gobierno esperanzado de la Alianza. Y eso lo empujó hasta el final, ademas de su reconocida habilidad política. Y en dos años, ese gobierno llegó al extremo de no pasar las elecciones de medio término sin posibilidad de ganar y ni siquiera de perder. Simplemente porque el presidente no tuvo partido en esos comicios (la UCR lo abandonó antes) al punto que el periodismo el día de las elecciones le preguntaba a De La Rúa por quien había votado. Ante el final inevitable y el helicóptero, al país le quedaba el recurso de dos líderes pesados como el Dr. Duhalde y el Dr. Alfonsín. Con ambos (la historia es contundente en esto), mas la iglesia y una mano sindical (mas alguna ayuda económíca mundial) el país en dos años se puso de nuevo en marcha, dejando heridos naturalmente, pero listo para que llegara el nuevo gobierno y con el viento a favor reacomodara los tantos.Hoy se repite en muchos pasillos que el actual gobierno no es el de la Alianza, ni Macri es de la Rúa. Seguramente esto es cierto.
Pero los que apuestan todo a arrasar con el país, parecieran tener mas fuerza y ganas (e irresponsabilidad) que aquellos del 2001 en una sociedad descreída de todo y de todos después de tanta mentira y corrupción. Ante ello, la pregunta surge sola: ¿Quién o quienes tiene el país hoy entre su dirigencia con capacidad, legitimidad, fuerza y condiciones de consensuar con la inmensa mayoría para hacerse cargo de una posible caída al abismo?.
¿Están hoy los Menem – Cafiero del 88? ¿Están los Duhalde – Alfonsín del 2001?, Porque en política como en el fútbol observar al jugador que no está haciendo un buen partido y sacarlo de la cancha es fácil. La cuestión es saber si está quien pueda entrar y hacerlo mejor.
Resulta claro que todo lo expresado tiene una alta dosis de fatalismo. Como también es cierto que el gobierno nacional todos los días afirma que todo está mejor y lo peor ya pasó. Quiera el destino que entre ambas pos-turas todo se encamine por lo menos a cierto equilibrio que nos permita enderezar el rumbo hacia situaciones de mayor normalidad y tranquilidad. Pero no debe resultar un exceso advertir sobre lo expresado.
El clamor de tribunas encendidas pidiendo la cabeza de los jugadores que hoy están en la cancha por man-dato popular no puede cegar hasta el punto de no comprender que en el banco de suplentes, esta Argentina de hoy, lo que tiene son dirigentes que mientras dan la receta de las soluciones para todos los argentinos hacen un acto con sus soldados y ter-minan huyendo porque les roban el palco, Y los que fogonean el largo paro docente ya no pueden sostenerse en su propio gremio. Y hasta una marcha por la Paz y el fin de la violencia de las mujeres termina en una guerra.
A 15 meses de haber asumido el gobierno está lejos de ser aquello que prometió. Eso es verdad.
Enfrente lo que hay es lo que se ve. Y eso es tan cierto como lo anterior.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del día 11-03-2017)