Esta columna semanal de opinión política jamás usó una palabra contraria al sano uso del lenguaje.
No lo hará tampoco ahora, porque la riqueza del idioma permite una cacofonía que sugiera desde el título una intensión medianamente pícara.
Con esta aclaración se inicia el análisis de la conducta reciente de la Diputada Nacional Elisa Carrió.
Dueña de una personalidad fuerte y una notable habilidad para el manejo de los tiempos y los escenarios, ha aparecido con declaraciones de su estilo que la han puesto en el lugar más visible de la góndola del mercado de la política nacional.
No caben dudas que la Diputada sabe como nadie cuál es el camino de las guirnaldas y las luces de colores a la hora de decir lo suyo.
Desde su aparición en la Política marcó una presencia sonora y luminosa tanto por sus arrebatos cuanto por sus sesudos análisis.
Algo le ocurre a la hora de concretar sus indudables deseos legítimos de construir poder, porque siempre termina desarmando en un día lo que construyó durante mucho tiempo.
La lista de la gente interesante que la abandonó es larga y testimonial de un estilo personal que no parece ajustarse a los cánones tradicionales del funcionamiento de las agrupaciones políticas.
El caso no es fácil de calificar, porque no hay dudas de que se trata de una mujer formada intelectualmente, sólida y firme en sus expresiones y atrayente a la hora de disfrutar de definiciones claras y fáciles de comprender.
Es, evidentemente, inteligente.
Pero deja de serlo o al menos parecerlo cuando es precisamente ella la que habla de manera rotunda de su propia inteligencia.
A veces se sube tan alto que parece marearse de esa altura y comete errores que debería evitar.
Como en todos los casos, hay una visión que mide el vaso medio lleno y el mismo baso medio vacío.
Así las cosas, no deja de ser un elemento positivo que “Cambiemos” siga incólume junto a ella y a pesar de ella.
Todo lo que construyó antes lo rompió.
Ahora, aunque posiblemente le cueste admitirlo, no puede con el oficialismo porque su esfuerzo individual no alcanza para tanto.
Su reacción frente a las declaraciones de la Vice Presidenta Gabriela Micheti sonaron un poco infantiles.
La Presidenta del Senado dijo apenas que a veces “es “inmanejable”.
Un espíritu joven y luchador lo consideraría un elogio.
Ella lo tomó como un agravio apelando a un discurso carente de lógica democrática, porque Michetti no puede elegir al titular de la Auditoría General de Gobierno, (AGN) sino que lo elije el Peronismo por mandato constitucional.
La Dra. Carrió descargó su dinamita y justo al otro día Etchegaray fue borrado por orden de la Justicia y Resolución de los Presidentes de ambas Cámaras.
Con el Papa le pasa lo mismo.
Lo rasguña, pero lo quiere, como a todos.
De todas formas, hay que admitir que en una conducción de fuerzas políticas distintas, es un mal necesario.
Macri, que con su arritmia le puso la tapa a los kircheristas que dicen que no tiene corazón, la sabe manejar.
Igual que a los Radicales que andan reclamando algún escritorio y algún sello de goma, les señala con sus dichos y sus hechos que este proyecto tiene Jefe, que es él.
No vendría mal que la chaqueña aporteñada y los retazos radicales aplacaran sus ansiedades.
No parece ser el mejor momento para repetir viejas historias de celos y motines de alcoba.
La más inteligente debe poner su inteligencia para tapar los baches del camino y los pedigüeños deben mover sus fuerzas menguadas para ayudar a quitar las piedras que dejó el gobierno anterior.
Ya a habrá tiempo para luchas que por ahora son un lujo que la Republica no puede darse.
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