El capítulo policial de la política argentina está a full.
Todo parece orientado a terminar de una vez con la corrupción que nos gobernó durante el kichnerato.
Sólo resta esperar que el operativo termine como debe, esto es con los ladrones presos y el Estado recuperando los bienes y el dinero público que se llevaron.
Será un acto de estricta Justicia pero será también un hito que nos incorpore a la normalidad que simplemente indica, desde siempre, que los ladrones deben terminar todos presos.
Es claro que la Argentina es mucho más que eso.
No podemos caer en el error de dejarnos seducir por este capítulo porque estaríamos dejándonos llevar por el goce fácil de ver la caída del imperio cuando lo que en verdad debe preocuparnos es ver cómo hacemos para reparar tanto daño y tanta mentira.
Porque lo que debe ser la tarea principal de cualquier Gobierno es reparar el daño y generar condiciones que hagan posible la felicidad, el progreso y la dignidad de la gente.
Naturalmente que no es fácil y solo nos queda a los que miramos de afuera pero sentimos como propias las angustias de tantos argentinos decir lo que pensamos con la sana idea de colaborar mínimamente con la responsabilidad que han asumido los que tienen la tremenda tarea de gobernar.
En este sentido, no puede resultarnos ajena la angustia de inmensos sectores sociales que sufren la crisis económica que de la mano de la inflación desbordada ven con dolor que los sueldos no alcanzan, que los servicios duelen en el bolsillo y que el mes se alarga como una vía de final casi inalcanzable.
El Presidente Macri está siendo sometido a un chantaje político que tiene en los sectores residuales del kirchnerismo y en la obsesiva especulación de Sergio Massa a sus principales protagonistas.
No son los únicos.
Porque los empresarios que durante 12 años se sometieron mansamente a los desbordes autoritarios del anterior régimen ahora no escatiman egoísmo y voracidad para aprovechar el momento y procurar el recupero inmediato de lo que no pudieron juntar antes.
Es hora entonces de que el Gobierno apriete un poco, para que se restituya el orden básico de una sociedad mal acostumbrada y peor estructurada donde la solidaridad es un término hueco y el cálculo de rentabilidad una práctica diaria.
En este marco, es imprescindible que sea el mismo Gobierno el que cuide sus formas y sus modos, para que ninguno de sus miembros colabore con la campaña feroz de los que lo enfrentan, unos por malicia, otros por voracidad capitalista y todos por esta lamentable condición argentina de no ver más allá de la punta de nuestras propias narices.
Vistas así las cosas, parece que hay una notoria falla de comunicación desde el oficialismo.
No es que uno pretenda que se repita la práctica de la sensiblería dramática de la cadena oficial mintiendo según la tesis goebbeliana, (“miente, que algo quedará”).
Pero es evidente que deben cuidarse más las formas y el envase para que no se digan desde los micrófonos oficiales agresiones gratuitas que en una sociedad hipersensibilizada por tanta lágrima de cocodrilo y tanta mentira reaccione de acuerdo a lo que mal se dice.
Sirva de ejemplo el Ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay diciendo que la pérdida de empleo es “una sensación térmica”.
Es increíble que emplee los mismos términos que usara el mismísimo Aníbal Fernández para referirse a la inseguridad.
Alguien debe entrenarlo para que ajuste sus presentaciones al oído popular para que no irrite gratis a la gente.
La inflación que por ahora no ha logrado contener pero anuncia controlará en el segundo semestre se magnifica por la memoria que despierta su vocabulario.
En este mismo sentido, el premio mayor se lo lleva el Ministro de Energía, Juan José Aranguren, que refiriéndose al último aumento del combustible, el 10 % que totaliza el 31% en lo que va del año, no encontró mejor salida que decir que en todo caso, si está cara la nafta, “la gente cargará menos”.
Evidentemente le sobra escritorio y le falta calle.
El Presidente, su Jefe de Gabinete Marcos Peña, la Gobernadora Vidal, que parecen contar con mejores recursos dialécticos, deben poner orden y enseñarles a decir o decirles que se callen.
Están en ejercicio de la voluntad popular y en su nombre deben gobernar.
No pueden demorar lo que han demorado para sancionar la ley que quite el IVA a los alimentos de la canasta básica, ni pueden tardar tanto en mandar un proyecto de ley que declare la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción y otro que establezca la extinción de dominio que posibilite la recuperación de los bienes que se robaron.
Es comprensible que la responsabilidad de gobernar los arrolle, pero no es posible que sea la figura de Margarita Stolbizer, una Diputada comprometida con la restauración de la República, la que ocupe casi sola los medios de comunicación relatando su soberbia tarea de investigación de la corrupción.
El Gobierno debe copiar su tenacidad y su justeza verbal para que no se frustre esta posibilidad seria de que la Argentina sea por fin una Democracia moderna, eficiente y digna de ser vivida.