No hay dudas que el ejercicio de la docencia es una tarea que, bien cumplida, exige vocación, formación profesional y dedicación plena.
El comentario viene a cuento pensando en lo que será la vida de una maestra al frente del aula dentro de unos cuantos años cuando le toque hablarles a sus alumnos de lo que ha sido la Argentina gobernada por el matrimonio Kirchner.
Deberá contarles que anunciaron con otro de su misma calaña, el venezolano Chávez, la construcción del “gran gasoducto del sur”, que transitaría 10.000 km. Para proveer combustible a barios países sudamericanos.
Le contará también a los chicos que anunciaron un tren bala francés que uniría Buenos Aires con Rosario en algo más de 3 horas, que inauguraron prematuramente el Centro Cultural Kirchner por necesidades electorales sin que el edificio estuviera terminado, que aumentaron exponencialmente sus fortunas sin posibilidad de explicar seriamente cómo lo hicieron.
La pobre maestra del futuro deberá contarle a sus alumnos que se jactaron de inaugurar 11 universidades de las cuales sólo 3 tienen aprobación de la CONEAU y el CIN, organismos encargados de velar por el cumplimiento de los requisitos establecidos para la creación de altas casas de estudio.
Cuando algún chico le pregunte por qué lo hicieron, deberá decirle que en todos los casos fueron caciques partidarios que usaron esas universidades como centros de reclutamiento de activistas políticos propios sin el menor interés en la formación de profesionales idóneos.
En la de Ezeiza, por ejemplo, verificaron que el 23 % de los profesores carecían de título habilitante para el ejercicio de la docencia.
Podrá contarle que se sancionaron leyes nacionales estableciendo el día del mate, de los valores villeros, del humorista, del barrendero, del inmigrante libanés, del abogado laboralista y, por qué no también, del empresario.
La lista sería interminable y seguramente la autoridad sabrá poner límites para que no se agote el ciclo lectivo citando tantas tonterías, que no son las únicas ni las más importantes.
Si la docente intenta mostrarle a sus alumnos la inagotable capacidad del ridículo de los seguidores de la Presidenta ida en el último turno de los doce años tendrá un ejemplo que, por vía del absurdo, puede servirle a los ciudadanos del futuro para saber qué no se puede ni se debe hacer cuando hay sentido de responsabilidad y pertenencia republicana.
Ha de contarles entonces que el Presidente del Bloque de Diputados del Peronismo en la Provincia de Buenos Aires, José Ottavis, se puso de novio con una dama conocida que se llamaba Vicky Xipolitakis.
Deberá cuidar las formas disimulando la descripción de las abultadas curvas de la señorita pero les contará a vuelo de pájaro que la citada dama era una conocida estrella de la farándula, capaz de poner en riesgo un vuelo de un avión de línea y capaz de todo.
Si hasta Luis D´Elía, otro personaje de la fauna kirchnerista se horrorizó por el anuncio.
Será bueno que los chicos sepan que ese diputado fue el que encabezó el rechazo de la Ley de Presupuesto y el endeudamiento requerido por la Gobernadora María Eugenia Vidal precisamente para pagar las deudas dejadas por su antecesor que se llamaba Daniel Scioli.
Vueltos a la realidad de hoy, estamos en presencia de una descomposición del FPV que a nadie le sirve, aunque algunos nos cueste disimular una mueca de vergüenza ajena mezclada con un poco de sarcasmo.
Ocurre que la situación en que ha quedado la Nación, la Provincia y los Municipios requiere de una cuota mínima de seriedad y responsabilidad que debe comprometer a todos.
Una manera de mostrar un intento de reivindicación del peronismo sería desplazar ya mismo a este personaje que ha perdido el rumbo, que está denunciado por la madre de su hijo como golpeador, que apareció con un traje con plumas por televisión soñándose un pájaro y que, para completar el circuito del ridículo ha elegido como musa inspiradora de “la Cámpora”, de la que es uno de sus máximos dirigentes, a la montañosa Xipolitakis.
Es hora de preguntar, parafraseando a Baldomero Fernández Moreno, a los peronistas, señor, ¿Qué les pasa?
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