Resulta innecesario desmitificar el intento absurdo que protagoniza la Presidenta cuando alucina que la fecha de nacimiento de la Patria no es el 25 de mayo de 1810 sino ese mismo día del 2003 cuando su marido muerto se hizo cargo de la Presidencia.
Ese delirio de jugar a la Historia como quien lo hace con el juego de la Oca no sirve, nadie lo cree y todos estamos ya cansados de tanta histeria.
Duda saber si lo que se dice desde el taburete oficial obedece a un intento hegemónico planificado o simplemente a la ignorancia.
Uno u otro camino son igualmente lamentables.
La Historia en serio es más seria, más implacable y juega a veces con fechas y acontecimientos que sirven para comparar y opinar al menos con la tranquilidadfd de conciencia de que estamos munidos de la verdad objetiva.
Sobre esas bases corresponde decir que justamente hoy, 6 de setiembre, se cumplen 85 años del primer golpe de estado que sufrió la República y puso en marcha una lamentable cadena de acontecimientos que marcaron el camino de sucesibos fracasos que ensucian nuestra marcha.
Uriburu derrocó a Hipólito Irigoyen y con él cayó la Democracia por primera vez en la Argentina.
Entre sus esbirros había un joven militar que sería luego el General Juan Domingo Perón.
Nació entonces lo que se conoce como la “década infame” donde los conservadores construyeron un sistema reñido con la democracia y caracterizado por esas anécdotas que han llegado a nosotros por boca de abuelos y padres.
Los patrones secuestraban los documentos el día antes de las elecciones y llsi por ahí aparecía en la fila de la urna algún dudoso le decían “vos ya botaste” y lo sacaban de un empujón.
Barceló en Avellaneda y su matón Rugerito se ganaron a punta de facón y pistola un lugar en la historia de esas viejas épocas.
Transcurrido el tiempo, hay que decir que esa veta conservadora y antidemocrática vive aún entre nosotros.
Es tan implacable, tan prepotente y tan repudiable como entonces.
El hecho de que estemos aún contando los votos en Tucumán es un testimonio de que los conservadores siguen vivos y coleando.
Las denuncias de todo tipo suenan amenazantes y han logrado poner en dudas todo el sistema de elección.
Porque no es sólo Tucumán, dominada por un señor feudal, José Alperovich, sino que tampoco escapa al vicio la Provincia de Buenos Aires.
Sólo así puede entenderse que la candidata a Gobernadora de Cambiemos, María Eugenia Vidal, haya recuperado 170.000 votos en el escrutinio definitivo respecto del provisorio, que Felipe Solá haya recuperado 83.000 y Julián Domínguez 62.000.
El robo se ha incorporado a las prácticas de este gobierno como una enfermedad.
Casi no importa que un delincuente doblemente procesado siga ejerciendo la Vice Presidencia del País, que la cadena oficial sea una herramienta partidaria, que el candidato oficial diga blanco y los camporistas que lo rodean digan negro.
Lo grave es que está en duda el ejercicio concreto de la libertad de elegir, porque los que cuentan los votos mienten y desconocen la voluntad popular.
El reparto de limosnas para mantener la pobreza que somete y el fraude electoral son dos caminos que deberán ser controlados vigorosamente para sacarnos esta gente de encima.
Nadie lo hará por nosotros.
Ha sido precisamente esta tendencia a la comodidad de esperar que otro asuma la responsabilidad la que ha hecho lugar a esta toma de posesión del populismo conservador que nos manda desde hace 12 años.
La idea debería ser usar nuestra racionalidad para evitar la prolongación de esta experiencia agotada.
“Cambiemos” desde las urnas para salir del pantano …
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