La condición de delincuente alimenta por propio intento de supervivencia el temor a la Justicia.
Nadie que no haya violado la Ley se siente incómodo ante la presencia de una autoridad en ejercicio de su poder legítimo.
En ese marco, no hay dudas de los motivos que impulsan la campaña absurda que lleva a cabo el Gobierno Nacional contra el Ministro de la Corte de Justicia de la Nación, Dr. Carlos Fayt.
Pese a los intentos vanos de dibujar alguna explicación posible de lo imposible, el único causal que cae sobre el decano del Superior Tribunal es el de haber cumplido 97 años.
Las culpas y los miedos de sus consecuencias son tan grandes que los autores de la maniobra no dudan en esconder la vergüenza y avanzan al amparo de una concepción política negatoria de las formas republicanas y propias de una monarquía absolutista.
El detalle de actuaciones particulares del elenco gubernamental sería largo y tedioso.
Sólo a manera de muestra gratis puede mencionarse al inefable Jefe de Gabinete que, con su habitual grosería, ha reclamado del Juez que aparezca como él a imitar a su anterior compañero, Carlos Corach, en tiempos en que ambos eran serviles menemistas.
El desborde ha llegado a tanto que la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, a cuyo frente han puesto a una joven camporista, ha requerido un análisis psicológico-técnico de la persona del Juez.
No pueden hacerlo sin que haya previamente un pedido de juicio político que jamás llegará.
Pero la desesperación de imaginar que la mano de la Justicia los va a cazar cuando termine la fiesta los lleva a utilizar cualquier recurso, por absurdo que sea.
La Presidenta, por las dudas, ya tiene su propio túnel de huída.
Será candidata a algo que le de fueros para dormir tranquila un tiempo más.
Para su hijo Máximo habrá, seguramente, algo parecido.
Pero no hay en ese hotel plazas para todos.
La misma Jefa ha comenzado a tomar distancias de los tragos amargos, y por eso no estuvo en el Luna Park acompañando a Recalde y al “neo – camporista” Santoro en el lanzamiento de la campaña por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Como salieron terceros lejos les mandó una peliculita desde su lugar en el Mundo, Calafate.
Lo cierto es que un viejito de 97 años les está moviendo el piso.
Ocurre que la idoneidad, el compromiso con la República y el cumplimiento de las funciones de aplicación de la Justicia tienen más fuerza que un relato que cruje a la hora del final.
Solo es necesario comprender que el avance tribal sobre un Juez de la Nación es una parte más de un sistema que intenta esconder con esas bravuconadas la realidad de todos los días.
La corrupción, la mentira económica, el delirio eternizante y la monótona campaña por la cadena oficial no alcanzan para esconder la profundidad del pozo en que estamos ni la responsabilidad de quienes hasta allí nos llevaron.
No nos es ajena la razón de su existencia.
Tampoco lo será la reparación de tanto daño.
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