Permanentemente desde diversos sectores de la sociedad, con el periodismo como uno de los principales actores, se reclaman comportamientos, posturas, valores, actitudes, etc. al resto de los habitantes que a simple vista parecen lógicos, naturales y hasta se valoran como un aporte al mejoramiento de la convivencia social.
Desde los ámbitos gubernamentales se insiste también en la «ilusoria» concesión de nuevos y mas derechos a diversos sectores de la población que no son mas que hipocresías, porque casi nunca se concretan en beneficios reales y además contienen una notable equivocación desde el punto de vista analítico de lo que pasa y lo que debe hacerse.
NADA ES TAN NECESARIO PARA EMPEZAR A DESANDAR EL CAMINO FATIDICO QUE ESTAMOS TRANSITANDO EN TEMAS TRASCENDENTALES ( drogadicción, educación, salud, familia, etc. etc) COMO LA INMEDIATA RESTAURACIÓN DE OBLIGACIONES Y DEBERES CAÍDOS EN CADUCIDAD Y UN ESTRICTO CUMPLIMIENTO DE ESTOS ÚLTIMOS QUE NADIE OBEDECE Y QUE MENOS ALGUIEN EXIGE CUMPLIR.
Es a partir de la fiel observancia de los compromisos individuales que las sociedades se fortalecen, crecen y finalmente mejoran la vida de sus individuos. Y no al revés.
No con mejoras «mágicas» de los cada uno como crecen y mejoran los «todos».
La Argentina de muchos años a esta parte es un claro ejemplo de lo dicho en su evidente realidad.
Claro que en los escritorios, no han de ser pocos los dispuestos a tratar de convencernos de nuestro error.
Podríamos apelar a múltiples ejemplos para sacudirnos la modorra que nos genera la resignación. Pero solo mencionaremos un dato. Una cifra. Una prueba de las muchas cosas que nos ocurren cotidianamente sin que haya un solo gobernante, dirigente político, autoridad judicial o lo que sea que nos diga claramente como lo están encarando y muchos menos corrigiendo..
Ni pensar que nos den una solución.
Al dato: en los últimos cinco años en la Argentina murieron mas de 700 chicos, asesinados por uno de sus padres o un integrante mayor de su grupo familiar, en el contexto de las disputas de los mayores que creen resolverlas, matando criaturas, en casi todos los casos sus propios hijos o a lo sumo el hijo de sus «parejas».
Mas de 700 en cinco años, de acuerdo a las cifras oficiales. Claro que siempre son mas, claro está, sumando los muchos casos que quedan sin esclarecer y a veces hasta sin denunciar.
¿Es posible tomar conciencia de esto? ¿Setecientos inocentes matados cruelmente por sus propios padres?
Esto no debiera ser imaginable ni siquiera en las sociedades mas primitivas o ignorantes.
Aquí ya no solo es imaginable. Es palpable y sigue en ascenso.
Hace pocos días, un padre decidió terminar con la vida de sus dos criaturas, chocando el automóvil en el que marchaba con ellos contra un camión. Resulta altamente probable – tal lo que nos analizara un profesional de la sicología – que fuera una decisión tomada como cascada del caso del avión estrellado en los Alpes franceses de modo intencional por su piloto donde murieron ciento cincuenta personas.
Pero en este caso fue en una ruta, contra un prójimo y para matar a sus hijos.
Si el caso ocurrido en una ruta de Entre Ríos es escalofriante, oír las explicaciones del juez actuante en la denuncia que había realizado la ex esposa del asesino y padre de los chicos es aún mas estremecedora.
Porque resulta el ejemplo mas acabado de la impotencia y la resignación. Si mañana, diez madres denunciaran del mismo modo situaciones similares a las de esta madre, bastaría que los denunciados estuvieran tan alucinados como este padre para que fueran 10 los autos estrellados y muchos los hijos muertos. Nadie lo impediría.
Es mas: nadie haría nada hasta que un automovilista llame a emergencia para indicar que hay un accidente en tal ruta.
Ni siquiera, en el contexto de una campaña electoral de carácter nacional aparece un candidato que incluya la cuestión en su agenda.
Eso si: a ninguno le falta el tema de la niñez y la promesa de mejor vida para ellos.
Y lo irritante es que no solo no le garantizan mejor vivir. No hacen nada por evitar que sean miles y miles los que mueren por el alcohol, las drogas, la nocturnidad, el delito y la demencia de sus propios padres.
Vivir en un país donde cada día mas padres «resuelven» los problemas de ellos, matando a sus hijos, debiera servir para tomar conciencia de lo que pasa en esa sociedad. Y la imperiosa necesidad de trabajar en esquemas estrictos, de efectos inmediatos, eficaces para resolver el mal mayor, que deban ser pasibles de ciertas tolerancias de ideales, porque lo urgente nunca es el mejor aliado de lo mejor.
¿ Pero intentar frenar que los padres sigan matando a sus hijos de la forma que está ocurriendo, en una actitud impropia ya no de los humanos sino de la especie animal, no impone decisiones acordes?
No hace muchos años, un médico ( luego devenido en un lamentable político ) se hizo famoso por sus consejos mediáticos bajo el título: « Por la salud de nuestros hijos».
Hoy debiera aparecer alguien que nos hable de
« No maten a sus propios hijos».
¿ Algo hemos retrocedido, nó?
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