El ser humano suele no tener conciencia de la importancia de los hechos que le son contemporáneos.
Se comete el error involuntario de suponer que para que un acontecimiento forme parte de la Historia tiene que haber ocurrido mucho tiempo antes.
En verdad, la dimensión histórica de un acto tiene más que ver con su repercusión social que con su fecha de ejecución.
Por eso es que esta columna semanal de análisis político se propone señalar como un acontecimiento histórico relevante el que ocurrirá el sábado próximo en la ciudad de Gualeguaychú, la Capital del Carnaval, donde se reunirá la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical.
El más viejo partido político argentino, (124 años, definirá su estrategia con miras al proceso electoral que culminará en octubre de este año con la elección presidencial.
El acto no estará destinado a elegir quienes figurarán en la histórica y ya olvidada boleta n° 3, sino a ver qué alianzas se pueden hacer para maquillar la debilidady el abandono de las raíces históricas que llenaron de orgullo a tantos.
Hay que decir entonces que los Partidos Políticos nacen de un conjunto de ideas, principios y valores que aglutinan a sectores de la sociedad que se sienten identificados con ellos.
Definida esta concepción ética y moral, aparece luego la estructura burocrática que le da organicidad formal.
El Radicalismo es el cofre ideológico que sostuvo al Partido más que centenario.
Ese reservorio de principios no está representado por la estructura burocrática de hoy ni de la de hace unos cuantos años.
Nada tienen de parentesco las gestiones presidenciales de Irigoyen, Alvear, Illia, Alfonsín y De la Rúa con estos engendros huecos de ideas, de contenido y de presencia activa del Radicalismo.
Es la Unión Cívica Radical la que actúa, que no es lo mismo.
En “La Caída del Radicalismo”, Editorial Corregidor, 1985, escribí que el Pacto de Olivos era el principio del final.
La obra, lamentablemente, se ha consumado.
Nadie reaccionó ante pasos claramente anticipatorios, como lo fueron los resultados de la fórmula moreau-Losada en 2003, (1,1 % de los votos en la Provincia de Buenos Aires y 2,32 % en todo el País), la candidatura de Lavagna, primera vez que el Radicalismo llevó como candidato a un no radical en 2007, la vice presidencia de Cobos o el acuerdo contra natura con de Narváez.
Las alternativas que puedan cocinarse en Gualeguaychú el sábado que viene serán trámites de la burocracia.
El Radicalismo, ausente ya de ese recinto, decidirá por sí solo según la voluntad de los muchos radicales en serio que los hay en todo el País.
Son Intendentes, Concejales, Consejeros Escolares, dirigente sociales y hombres y mujeres de a pié, toda buena gente, que optarán según su propia decisión qué hacer en el cuarto oscuro.
Un sello de goma y un cascarón hueco ya no los contiene y mucho menos los orienta.
Agrego como un testimonio de fácil evaluación la anécdota de la ausencia de castigo a Leopoldo Moreau que se hizo kirchnerista y se hace decir “dirigente radical”.
Nadie reaccionó por la sencilla razón de que nada ni nadie puede ser expulsado de la nada.
Los pactos han sido momentos claves en la vida del Radicalismo.
El pacto Mitre-Roca en 1891 le dió nacimiento de la mano de Leandro Alem.
El de Olivos, como dije, marcó el inicio del final.
Si entendemos a los Partidos Políticos como elementos vivos, que lo son, debemos admitir que la vida incluye inexorablemente a su contracara, la muerte.
Cuando el centro vital son ideas y principios, es posible que alguna vez, con igual o distinta denominación, pueda producirse el renacimiento.
Hará falta, seguramente, que los gerentes del fracaso, los sepultureros del viejo armado, se retiren.
Nada, y menos en Política, es para siempre o para nunca …
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