Editorial: Falta poco para terminar con las preocupaciones
Mientras el país se desangra en una crisis generalizada que va mucho mas allá de un partido político y de un gobierno; con un final absolutamente imprevisible, no puede menos que aterrorizar seguir escuchando a una franja numerosa de funcionarios, dirigentes y militantes enrolados en las filas del actual espacio gobernante, que bajo la premisa de ser coherentes “ideológicamente” repiten cual latiguillo que van “por un estado mas presente y por mas derechos ciudadanos”.
Aún, hasta pareciendo expresiones “políticamente correctas”, tantos años oídas cual slogans ya no solo vacíos, sino tan dañinas y conducentes a un desvío cultural de tal magnitud, que llevó a que hoy cualquier atisbo de solución a la gravedad argentina, encuentre seguramente su mayor escollo en una amplia franja social a la que han convencido que la culpabilidad de nuestros males es de fantasmas tan gigantes como los molinos contra los que peleaba El Quijote.
Escuchar en encumbrados funcionarios y dirigentes que hay que procurar un estado mas presente o vanagliorarse del logro de hacer al mismo mas partícipe en la vida de los ciudadanos, cuando materias como la Seguridad, La Salud, La administración de las Haciendas Públicas, la Educación y las Relaciones Exteriores son un verdadero karma y esas, precisamente esas, son las responsabilidades excluyentes y exclusivas del estado es casi sarcástico. Uno podría plantearse: ¿De qué estado presente hablan?.
Y entonces es fácil imaginar las enfáticas res-puestas de los abanderados del estado disfrazado. Para los sostenedores de estas teorías ya inaplicables en cualquier sociedad con algún rasgo de seriedad hay que destacar y enaltecer a este aparato que es empresario de aerolíneas (que en un año con 359 % de inflación en el país, aumentó 690 % el costo de sus pasajes “para que puedan viajar los argentinos”); o un estado que se hace dueño y señor de la economía de todos los particulares, al punto de apropiarse del control de quien puede viajar, comercializar con el exterior, que cosas comprar y cuales vender y para ello establecer 10,15 o 30 valores de dólares; o algo mas simple: un estado que organiza y produce festivales, giras artísticas o competencias deportivas rentadas. O algo aún mas simple; un estado que venda frutas, verduras, carnes o lácteos. Y así se puede seguir: un estado que cada día sea dueño de mas medios de comunicación y de agencias de noticias, una herramienta absolutamente obsoleta en estos tiempos y que sin embargo en la argentina mantiene a Télam con casi 2000 empleados.
En fin: un estado para hacer de todo lo que no tiene por qué hacer y no debe hacer. Y paralelamente para NO HACER NADA de lo que está obligado a hacer y bien.
Y en sintonía con estos molinos quijotescos, tras haber llegado a convertir a la mitad de los argentinos en pobres y un tercio del total en indigentes, con seis de cada diez niños que no alcanzan a alimentarse básicamente, con millones de argentinos recibiendo algún plan asistencial que ya les alcanza para poco y que la economía no resiste mas seguir financiando. Con tasas de homicidios alarmantes; con otros tantos millones de ciudadanos viviendo encerrados en los conurbanos para evitar ser víctimas de la inseguridad que el estado no solo dejó de combatir sino que con sus políticas “alienta” (no debería ser una cucarda triunfar en las elecciones de las cárceles hasta por el 90 % de los sufragios); con una salud pública que cada día es menos salud; con jubilaciones vergonzantes; con empresarios e inversores que se van todos los días del país como consecuencia del “desmanejo” de la economía nacional……
¿De cuáles derechos se vanagloria el gobierno?.
Parece llegada ya tardíamente la hora de apostar por quien se ofrezca para un estado que abandone tanta presencias en tantas áreas que vendrán a ocupar de mejor modo y mas eficientemente los privados y se ocupe de tantas otras que abandonó una a una con el paso del tiempo: nada menos que Salud, Educación, Seguridad y Justicia que le son roles asignados desde su creación.
En definitiva es hora de volver a Alberdi. De reinstalar la vigencia de una Constitución absoluta y burdamente ignorada cuando no transgredida. Es hora de volver a poner a la Educación como bandera guía en la melga donde se siembre la semilla de un nuevo país que en muchas cosas se parezca al viejo. Al de 1860 por ejemplo.
Es hora de llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo a las grandes avenidas de la corrupción como delincuencia. A la demagogia, como prác-tica deleznable que atrofia a la democracia.
Y a los mentirosos, como personas no gratas en una sociedad que ya no tiene mas margen para seguir haciéndose la distraída y que deberá asumir su rol de contralor del derecho de admisión.
En esta argentina, son demasiados y muy conocidos los que deben ser notificados que se ha decidido impedirles el acceso a cualquier esfera que tenga que ver con lo público.
Y que esa misma sociedad, se declare en estado de alerta permanente para que tal decisión se cumpla a rajatablas.
De no ser así, pronto no habrá más de qué preocuparse en esta argentina. No quedará ya nadie que pueda seguir padeciéndola.
(Editorial publicada en la edición del semanario TIEMPO de Ranchos del 21 de abril de 2023)