El país todo está conmovido por el cruel asesinato de un chofer de colectivos en el partido de La Matanza en la madrugada del martes. El hecho que ocurrió alrededor de las 4 de la madrugada y en el cual el trabajador de 65 años que estaba a un mes de retirarse jubilado generó la reacción de sus compañeros de trabajo en la línea 620 que cortaron la avenida mas transitada del país, la General Paz, límite de la capital nacional con la provincia de Buenos Aires. A poco de esta medida se fueron sumando al paro prácticamente todas las líneas de transporte del conurbano y en el corte de tránsito se agregaron muchos choferes de colectivos que se mostraban enfurecidos ante todas las cámaras de TV que cubrían el caso sin excepciones. La bronca se manifestaba en general contra el gobernador, su ministro de Seguridad, el gobierno nacional y muy puntualmente al conocido in-tendente del mayor distrito de la provincia que es La Matanza, Fernando Espinoza. “Aquí no se ha comunicado nadie” repetían los manifestantes y recordaban que Barrientos (el asesinado) es el tercer chofer al que mata la delincuencia en tres años en esa zona.
En medio de un clima que iba creciendo en malestar, el controvertido ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, bajó de un helicóptero y a paso acelerado y solo acompañado de un joven que pertenece a su staff de prensa caminó por una de las calles laterales de la avenida y siempre en territorio porteño para encontrarse con los manifestantes. No se registró en que momento se sumó a su caminata el ministro de transporte de la provincia y así ambos llegaron al lugar donde los manifestantes rápidamente fueron a su encuentro en evidente acción agresiva. Apenas un minuto demoró el grupo de manifestantes en hacer que Berni recibiera los primeros empujones y se notara que sería agredido físicamente. Y así ocurrió en medio de su retroceso con cuatro o cinco efectivos policiales de la fuerza metropolitana. Pese a los esfuerzos por cubrirlo, el ministro fue golpeado duramente, tirado al piso y finalmente en una situación impensada, apretado contra un paredón, sangrando, expuesto al mayor de los riesgos y todo televisado en directo al país. Pasaron algunos minutos y sin que apareciera un solo efectivo de la Policía bonaerense que es “su” fuerza, bajó la orden del ministro de CABA de evacuarlo de inmediato y así ocurrió con efectivos que lograron rescatarlo y aún con cierta resistencia del propio funcionario puesto en un automóvil que lo trasladó a un hospital para su atención. Conmoción cerebral, una fractura en su rostro y heridas cortantes en su cabeza y rostro indicó el primer estudio.
Lo cierto. Real y evidente es que el ministro pudo pagar su irresponsable accionar con su vida, Así de contundente. Un par de golpes más pudieron llevar a ese final, cuyas consecuencias institucionales resultan imposibles de medir. Pero seguramente la situación a esta hora sería mas descontrolada de lo que ya es.
Lo primero que debe señalarse es que lo ocurrido marca el traspaso de una frontera que nos pone a todos los argentinos en una indefensión tal donde todos somos blanco fácil de la violencia que la bronca y el agotamiento de casi toda la sociedad genera. Estamos ya en el ring de una sociedad dispuesta a resolver todo con la violencia sin medir consecuencias.
“Que agradezca que salió vivo de acá” dijo ante las cámaras uno de los choferes manifestantes. Nada para agregar.
El máximo responsable de “nuestra” seguridad en la provincia donde vivimos el 40 % de los argentinos, mostró a las claras que no sabe ni puede defenderse a si mismo. Claro que esa agresión no resiste justificación alguna. Y quienes seguimos reclamando la vigencia de la ley no descalificaríamos nunca que los agresores sean juzgados firmemente por la justicia.
Podemos decir esto quienes de la misma forma señalamos actos que durante la gestión anterior significaron agresiones como las padecidas por el presidente Macri en mas de una oportunidad y la propia gobernadora que, por ejemplo, tuvo que ser evacuada de una escuela en Chascomús para huir de la barbarie. Pero como si todo lo relatado no fuera suficiente, lo que siguió a todo esto ya no resiste un mínimo análisis. El propio Berni, lejos de explicar su accionar y hasta agradecer la actuación de la policía porteña, salió a acusar a la misma, a su par de CABA y llegar a poner en tela de juicio el origen del asesinato del colectivero, pretendiendo que detrás de todo esto “estaría algún espacio político” que según su mirada se habría encargado de asesinar a un colectivero para generar este caos.
Pretender que la provincia pueda resolver su inseguridad con este ministro en funciones solo puede ser una fantasía diabólica. Tomar en serio a funcionarios y dirigentes políticos que solo se preocupan por tratar de transferir la responsabilidad de todo lo grave y dramático que padecemos los argentinos a sus opositores políticos carece de sentido. Ya no hay límites en esto.
Ninguna acción que pueda considerarse como un plan tendiente a atenuar, frenar o disminuir la inseguridad existente. Y “contrario sensu” hablar y actuar atizando la misma.
Inaceptable que aún en medio de tanto dolor se agreda físicamente a un ministro. Después de ello es más inaceptable todo lo del propio ministro.
Para agregar; un día después de todo esto, el ministro de Seguridad de la Nación, el eterno Aníbal Fernández solo respondió con un “No me carguen a mi lo que ocurre en Rosario. Hace 20 años que viene pasando”. Casi resulta innecesario recordar que en gran parte de esos 20 años, Fernández fue ministro del Interior, Jefe de Gabinete, ministro del área de Seguridad, y actualmente otra vez la máxima autoridad en la materia en el país.
Así está la situación. Y vale recordar que en cuatro meses se celebrarán elecciones PASO en la argentina. Cuatro meses de campaña electoral que comienza en este panorama.
Cualquier atisbo de optimismo sobre lo que viene será descabellado. Que no se enciendan todas las alarmas sobre el futuro inmediato de la república es cuanto menos producto de una ingenuidad insostenible. La enfermedad que ha tomado a todo el cuerpo de la sociedad es grave. Pero mas grave es aún la ausencia de tratamiento que procure su cura y peor todavía ver como los “médicos” solo discuten sobre como se habrá contagiado el enfermo. Y tratar de armar los hechos para salvar sus pellejos ante lo que de todas las maneras consideran insalvable.
Y que lo será indefectiblemente mientras la mesa de las ideas siga siendo copada totalmente por las acusaciones.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del 06 de abril de 2023).