Acaba de partir de este mundo el dirigente mas importante del último medio siglo del distrito y sin dudarlo, uno de los dos mas importantes de la historia política ranchera. La muerte de Juan Carlos Veramendi abre un montón de interrogantes de cara al futuro de la política en general y del PJ, su partido puntualmente. Pero también deja una enorme cantidad de enseñanzas que no podrán faltar en los manuales de la dirigencia toda y de los habitantes de esta comarca.
Conocer con cierta profundidad el proceso del retorno democrático en este distrito es interiorizarse de las causas esenciales que llevaron a un resultado electoral en 1983 que dio por tierra con todas las especulaciones y análisis previos que pudieron hacerse y que hoy mismo suelen resultar, para muchos, todo un misterio. Es que por entonces, eran pocos, muy pocos, los que recordaban una jornada electoral sin que al final hubiera festejo grande del vecinalismo. Una elección municipal era mas un trámite que una competencia. Solo variaba que en este caso no estarían en la campaña, ni el eterno intendente Alberto ni su notable ladero y director de campaña Santiago. Y si alguien se atrevía a pensar en alguna “rareza” ahí estaba aquella UCR con la fulgurante figura de Raúl Alfonsín un casi local, peleando la presidencia. El peronismo aquí hacía mucho que era casi un espacio decorativo, incluyendo obviamente su etapa de proscripción electoral. Allí nace la figura de un transgresor; un soñador de milagros; casi un atrevido que cuatro décadas mas tarde parte dejando el legado práctico de que “querer es poder”. Y nadie como el quiso todo lo que logró. Ser el candidato de aquél peronismo hasta entonces casi testimonial ya fue una empresa casi utópica. Y luego, ya establecido en lo mas alto de la boleta local pelear aquellas elecciones. Cierto es, que como nunca antes, supo aprovechar todas las ventajas que le dieron sus adversarios. El vecinalismo sin los que realmente ganaban elecciones y para colmo sin advertir que eso le estaba pasando. El avasallante movimiento de Alfonsín llevando como candidato a un militar (de excelente concepto personal) lo que desde todos los ángulos era un contrasentido. Todas esas ventanas abiertas las vió aquél “ex delegado gremial de Jeppener” que había aprendido bien algunos manuales para este metié.
Y el milagro se produjo. El 30 de octubre y por un puñado de votos llegó a la intendencia. Pocos, muy pocos, advirtieron entonces que nacía un animal político que acababa de lograr nada menos que una importante cuota de poder desde el llano mas raso. Y si de la nada llegó a lo impensado, todo indicaba que el panorama para los demás se tornaría complicado.
Juan Carlos Veramendi de ahí en mas se encargó de demostrar porqué y para qué quería el poder. No está entre los objetivos de esta columna hacer un pormenorizado análisis de sus años de gobierno. Solo pintar en su partida una semblanza de quien bajo su liderazgo mantuvo el poder del distrito hasta el presente. Decimos que en 1983 nació esta tremenda figura política. Y murió con el poder que supo lograr. En una argentina que deglute a sus dirigentes. Con una sociedad proclive a la condena fácil. Al juzgamiento ligero. Supo enfrentar sus dificultades y errores que toda gestión implica y siempre resurgió con fortaleza. Sin dudas, que reflexionar sobre su trayectoria da para los mas diversos abordajes. Pero en ninguno debería faltar una de sus mayores y menos frecuentes virtudes en los grandes líderes: con mucha antelación supo que debía apuntalar y formar a un continuador de su legado. Y este concepto nos resulta uno de los mas contundentes para acercarse a la dimensión dirigencial de este referente. Pocos, muy pocos de los líderes que la política argentina genera ha sido capaz de esta previsión. Muchos solo ceden espacio a un sucesor cuando éste les quita ese poder. Otros se van de este mundo dejando un vacío que suele ser continuado por caídas estrepitosas. Veramendi supo y pudo constatar en vida que ese papel también lo había sabido cumplir. Y hasta disfrutaba de ello.
Ganador en donde mas cuesta y mas vale, que es en su propio lugar; mas de 30 años de cargos importantes; ligado siempre a los mas altos niveles del poder en la argentina, deja a sus seguidores, compañeros y sobre todo seres queridos, otro legado nada menor: hasta el último momento de sus fuerzas, caminó por las calles de su pueblo; trataba de no perderse un partido de ese Atlético Ranchos que ayudó tanto a refundar; gustaba de recibir en su casa a vecinos de toda edad, pertenencia social o política. Y sobre todo, vivir con la sencillez y la tranquilidad de saber que en su herencia no deja causas en la justicia tan propias de la realidad argentina.
Es tal vez esa sencillez; la del dirigente cuyo celular estaba en la agenda de todos los rancheros. Del que nunca dejó de atender el pedido de una gestión de hasta sus mas empinados adversarios, muchos de los cuales, y no queda fuera de lugar decirlo, no hicieron lugar para pasar unos minutos a despedirlo; porque ante todo siguió siendo “el vasco” amante del deporte todo, apasionado, peronista de militancia que siempre dio lugar al intercambio y a la polémica ideológica, afecto a resolver siempre las cuestiones en la mesa de negociación; respetuoso como pocos del trabajo de la prensa con la que le gustaba discutir, pero en un plano de igualdad de derechos que no puede ser soslayado, este hombre surgido tras imponerse en una iniciativa propia de Quijote, supo demostrar que lo suyo nunca fue ganar por el triunfo en si mismo.
Y tras dejar atrás aquellos infranqueables molinos que tenía enfrente en su epopeya, supo justificar con creces el motivo de tamaña decisión.
Queda para otros momentos y otras instancias el balance de su mas puntual gestión de gobernante. Pero que no ocurra como en los tiempos inmediatamente siguientes a aquél 1983 cuando a fuerza de considerar que lo que uno ignora no existe, no faltaban los que atribuían aquella victoria a la celebración de un cumpleaños en una noche equivocada de fecha, porque entonces seguirán equivocándose feo, aquellos que aún después de cuatro décadas no pudieron entender que tipo de dirigente habitaba en este “vasco” que acaba de despedirse dejando huellas tan profundas en la historia ranchera, que no habrá forma de relatarla, escribirla o simplemente recitarla, sin caer en sus referencias, sus recuerdos y su impronta.
No serán pocos los que con el devenir de los tiempos se refieran a este distrito ranchero, citándolo como “el pueblo del vasco Veramendi”. Y no será nada mas que un estricto reconocimiento a su paso por la vida de este lugar.
(Editorial publicada en la edición del Semanario TIEMPO de Ranchos del 27 de enero de 2023)
Me pareció muy interesante el editorial. Estoy buscando información acerca de Juan Carlos Veramendi para una investigación que estoy realizando en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca) acerca de los intendentes electos en la provincia de Buenos Aires en octubre de 1983. Es por ello que quería preguntarles si disponen de información acerca de Veramendi, en particular sobre su trayectoria previa a 1983. muchas gracias