ActualidadEditorial

Editorial: Malos desempeños públicos muy claros que deben ser explicados

El jueves 15 de diciembre se produjo en plena avenida Campomar frente al hospital homónimo un accidente de tránsito que por fortuna del destino no terminó con la vida de un conocido y tradicional vecino. Como es de conocimiento público alrededor de las 17 horas de una soleada tarde y en la avenida de nutrido tránsito, una persona en una moto atropelló al patriarca de los peluqueros en actividad que se movilizaba en bicicleta y le produjo lesiones graves que además, a su edad ya avanzada bien pudieron costarle la vida.
La cercanía con el hospital y la rápida inter-vención de vecinos permitieron una asistencia inmediata que tal vez fue fundamental para que, tras ser derivado e intervenido, hoy esté en plena recuperación por suerte. Pero el he-cho que genera esta columna es el abordaje policial del caso. El conductor de la moto que atropelló al vecino, se dio a la fuga ante la mirada de los primeros vecinos que se arrimaron al caído y un tanto cobijado por el casco que le cubría parte del rostro se perdió por Campomar. En este punto se inicia el proceso que motiva la presente: el primer mojón sorprendente fue la información suministrada por altas fuentes policiales de haber tomado cono-cimiento del accidente casi 24 horas después de ocurrido cuando un familiar tras atender lo urgente que era la salud de la víctima se acerca a la sede policial para lo que consideraba una denuncia necesaria. Ahí, recién ahí, las fuerzas encargadas de toda la investigación de lo que podía un accidente fatal comenzaron a actuar. O sea; esto tan conocido de científica, toma de fotografías, huellas, testimonios, etc. no existió en esta ocasión para nada. Simplemente para abundar; la estación policial está ubicada en la misma avenida y a escasas cuatro cuadras y media del lugar del choque.
Hasta aquí el primer punto clave. Vayamos al segundo: el protocolo del hospital establece claramente dos primeros pasos a seguir en estas circunstancias: atender a la víctima que ingresa a la guardia siguiendo lo que indiquen los profesionales y de forma paralela, por otra vía que se supone ajustada la inmediata comunicación a la policía del episodio para que actúe en consecuencia.
Una vez mas (tenemos varios casos constatados similares) este paso tampoco se cumplió.
Y como cumpliendo con la premisa que afirma que el tiempo que pasa es la verdad que huye, la demorada investigación poco parece haber logrado hasta el momento. Consultados los familiares del accidentado, que por suerte se recupera en su hogar, nos dicen que al principio recibían llamados y al menos comentarios de como continuaba la investigación, lentamente todo se ha diluído y ya no son optimistas en cuanto a la identificación de quién atropelló y abandonó tirado en el pavimento a su familiar.
Todo lo narrado es de una gravedad profunda. Son varias responsabilidades de funcionarios públicos incumplidas. Y esos malos desempeños, son claramente responsables directos de la pobre e inútil investigación hasta el mo-mento. Solo con demora apareció alguna cámara privada que poco pudo aportar y de ahí en mas, al responsable parece habérselo tragado la tierra. En una moto de baja cilindrada, y en la dirección que marchaba, no faltan las voces que aseguran que ubicar ese vehículo y quien la conducía es “bastante” más fácil que ganar el mundial en Qatar y que por supuesto no debería hacer falta ningún Messi para lograr el objetivo. Que en estos tiempos de cámaras de seguridad por todos lados (suponíamos que el hospital y sus accesos estaban bien monitoreados), de redes sociales que aportan datos relevantes (por ejemplo motos y quienes circulan en ellas y otros) que lo que cerca estuvo de costar una vida, un jueves a la tarde, bajo pleno sol, frente al hospital, en la zona mas poblada de la ciudad, quede impune no puede ni debe ser gratis. Alguna vez el estado debe rendir cuentas de sus errores, sus graves falencias y de sus responsables. E informarlo con claridad mientras se toman las medidas para subsa-narlo.
No es esta la mejor señal para la tranquilidad de los ciudadanos. Si lo que resulta sencillo por todo lo dicho se torna imposible de esclarecer, esperar seguridad en casos más complejos, del mundo del delito tan en boga en la actualidad parece una utopía. La Policía y la fiscalía actuante tienen múltiples recursos más allá de una cámara que le entregue la foto del buscado, para resolver la cuestión. Hace 20 años no existían esas herramientas y un hecho como el ocurrido se esclarecía “en un rato”. Lo aseguramos.
Por lo tanto, nos hacemos eco de la preocupación y malestar que el paso del tiempo y la absoluta falta de avances en la causa genera en la comunidad y desde ese lugar aseguramos que seguiremos tras los pasos de la misma hasta que se alcance algún final que deseamos sea el mejor. De lo contrario, iremos por los sumarios o las medidas que en primer lugar el estado municipal (de quien dependen todos los organismos involucrados) y luego con quien tenga responsabilidades conexas para que en Ranchos, no resulte gratis andar en moto por sus calles céntricas, matar a alguien, dejarlo tirado en una avenida y que nunca sepamos quien lo hizo. Es demasiado y por cierto hasta ahora hemos dicho poco.
Casi tan poco como lo que parece que se ha hecho para esclarecerlo.

 

(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del viernes 13 de enero de 2023)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *