Hace mucho pero mucho tiempo que la sociedad argentina discute – y no sin razón- sobre las formas de todas las cosas, mas que de las cosas mismas. Está en pleno debate como se presentan, como se hacen, como se informan o se comunican las mas diversas actividades del país. Ocurre a nivel nacional, regional y local y tanto en las cuestiones públicas de todo nivel como en aquellas bastantes mas privadas.
Y decimos que no está mal, porque una de las muestras de nuestra brutal decadencia pasa por ese eje. Las formas para comunicarnos, para relacionarnos, mucho mas para debatir. Para sostener una idea.
Nada de esto transita por los antiguos caminos del buen gusto y las sanas costumbres. Tan lejos ha quedado aquella impuesta fórmula de nuestros mayores de saludar con respeto a los demás. “Buen día señor/ra” y hasta quitarse el sombrero o la gorra del hombre con poco estudio pero con respeto de sobra. “Primero las damas” o cederle el asiento a una mujer eran formas de comportarse en sociedad en tiempos en los que había menos colectivos de igualdad de géneros, menos organizaciones de derechos y por supuesto muchos menos gobiernos que hicieran de estas premisas sus banderas.
Y en este contexto nadie pareciera animarse a decir que han sido las políticas de casi todos esos gobiernos los que han sido los almácigos de las plantitas que hoy dicen combatir !!.
Pero entre tanto sembrar plagas y después armar el relato de fumigadores, nos hemos trasladado al polo donde se habla solo de las formas (y sin arreglar nada de ellas) mientras nos olvidamos del resto. Y el resto es nada menos que el fondo mismo de esas cuestiones y el contenido de las mismas, que en otras circunstancias to-dos deberíamos observar como lo verdaderamente importante.
Si bien sobran cotidianamente ejemplos para nutrirse de lo dicho, tomemos solo un caso muy en boga y de extrema actualidad para todos los argentinos. La pandemia que nos afecta tan severamente (y ya nos ubica en el quinto país del planeta en contagios) ha obligado a los gobernantes a mantener reuniones, encuentros, intercambios de ideas y presentaciones comunes. Por la densidad poblacional y por ser durante muchos meses el punto neurálgico de la enfermedad la ciudad capital y el conurbano bonaerense obligaron a que el gobernador de esta provincia, el Jefe de la CABA y el presidente mantuvieran reuniones permanentes y ofrecieran varias conferencias conjuntas con anuncios sobre medidas. Si bien la relación “ y las formas” pintaban bien, los conocedores de este paño nunca ignoramos a quien le caía mejor el sayo de las buenas formas. Ni siquiera la manifestación pública del presidente de “mi amigo Horacio” (por Larreta) resultó creíble como sincera. “Algo se trae entre manos” nos aseguró una fuente muy conocedora de los habitantes de la Rosada (y la quinta de Olivos) y a los pocos días llegó la quita de la coparticipación a la ciudad de Buenos Aires bajo argumentos que bien vale otra discusión separada pero que no tienen nada que ver con los que se utilizaron para acompañar el anuncio.
Es a partir de estos chisporroteos que tanto desde el ambiente periodístico como del resto de la sociedad ganó lugar la relación entre ambos. “¿Cómo está la relación entre Alberto y Horacio?” se preguntan de unos y otros lugares.
Precisamente sobre esto lo consultaron esta semana al ascendente vicejefe de la ciudad de Buenos Aires Diego Santilli. “La relación de ellos es normal como corresponde a dos personas educadas y con la investidura que tienen. En todos los momentos es cordial. Pero eso no es lo importante de la cuestión. Me preocupa generalmente la falta de profundidad que se alcanza en los encuentros y en el tratamiento de las cuestiones” agregó.
Y entonces “el colorado” se explayó. “Que se cuiden las formas es un principio básico de las relaciones, pero lo verdaderamente importante es que las reuniones, los encuentros, los debates sirvan para encontrar las soluciones a los problemas de la gente a la que gobernamos. De nada sirve que pasemos horas y días reunidos y tratándonos cordialmente si no llegamos a ninguna solución de los problemas”.
Mas claro imposible.
Claro que volviendo al principio es imprescindible recuperar las formas perdidas como herramienta de la convivencia. Pero para ponerla al servicio de atender mejor los contenidos y el arribo a soluciones de tantas penurias..
Cordialidad por si sola en la responsabilidad de gobernar sirve de poco. Imprescindible pero para nada suficiente.
Y aquí hace rato que no encontramos la herramienta. ¡Como para pensar en hacer bien el trabajo!
¿O será que como se saben inútiles de resolver esos problemas, prefieren esconderse en el debate del envase para que no se les note que adentro no tienen nada?.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del 9 de octubre de 2020)