El ensayo electoral de hace dos semanas puso en marcha, como anticipamos, lo que cada sector imagina como la mejor estrategia para crecer de aquí al 27 de octubre.
Es lógico que así sea, porque ese domingo el partido es por los puntos y su resultado ha de significar una posibilidad cierta de afianzamiento hacia arriba o hacia abajo de cada uno de los competidores.
Los resultados electorales requieren de una doble valoración para poder analizar razones y eventuales cambios con miras a la retención de adherentes y su posible aumento.
El enfoque cualitativo de los números admite tantas interpretaciones como analistas haya, porque la Política es, precisamente, una ciencia blanda que hace posible que cada uno interprete los resultados según su propia escala de valores, sus gustos y sus ideas.
Este es, posiblemente, el más enamoradizo campo de la Política, porque permite el cambio de opiniones y fundamentaciones que enriquecen el diálogo y ayudan a consolidar la convivencia democrática.
La valoración cuantitativa es, por el contrario, rígida y distante de ideologías, mitos y supuestos.
Los resultados son lo que son y sus números no entienden de especulaciones teóricas.
No hay dudas que los números han impactado fuerte en el cuerpo y el alma del Gobierno, que poco acostumbrado a admitir críticas, se ha puesto nervioso hasta el ridículo.
Es que se ha dado cuenta que haber escondido en el sótano a sus figuras más desagradables, (Moreno, Boudou, Kunkel, D ´Elía, Conti, no alcanzó.
Tampoco sirvió la táctica de buscar un candidato desconocido al que ahora se lo pretende popularizar inventándole un aproach con Yesica Sirio, por envidiable que sea.
Tampoco fue suficiente la resurrección kirchnerista del Gobernador Scioli, sacado del averno y vestido de capitán de la campaña.
Entre tantos desvaríos hay uno que resulta inadmisible.
Suponer que la oposición, si le alcanza el número, se haga cargo de la presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación sería una forma de golpe de Estado es no entender los rudimentos del funcionamiento de la Democracia.
Cuando el Gobierno de la Alianza sufrió la deserción del Vicepresidente “Chacho” Álvarez, el peronismo eligió como su reemplazo al senador peronista Ramón Puerta.
La actual Presidenta era Senadora y su mano se alzó con la de sus compañeros.
En 1987 yo asumí mi cargo de Diputado Provincial y como el bloque del que formaba parte era mayoritario, elegimos como Presidente del cuerpo a Luis Almar, (Rojas).
El Dr. Antonio Cafiero asumió su cargo de Gobernador y la convivencia jamás puso en peligro la estabilidad institucional no obstante la condición de peronista suya y radical del Presidente de la Cámara.
Un enfoque racional de estos datos aclara el panorama y desnuda la confusión victimizante que nuevamente pretende instalarse desde los escritorios del Poder.
Sería necesario un mínimo de cordura, materia que últimamente escasea sobre todo si tenemos en cuenta las comparaciones fantasmales hechas por la Presidenta imaginando que Canadá y Australia están lejos de nuestro bienesta.
Por Héctor Ricardo Olivera: hectoroliver@speedy.com.ar