Si bien cada edición de las 18 ya realizadas del Festival de Fortines ha dejado algo trascendente para el historial de la fiesta, esta del pasado fin de semana quedará grabada como la que cambió el molde con el que se fue conformando el Festival a lo largo de los años desde el 2003 hasta por lo menos el 2018. Es que en aquellos primeros años, la corriente festivalera que se vivía en el país junto con la aparición de nuevas y rutilantes figuras que se sumaban al puñado de grandes consagrados, mas una situación económica que empezaba a mostrar la recuperación luego de una de las mayores depresiones que recuerda la economía contemporánea, alentaron la realización de una fiesta que llegó a sumar cuatro noches consecutivas con muchas de esas grandes figuras del candelero nacional. La experiencia y el conocimiento en la materia del por entonces secretario de cultura Marcelo Maddoni terminaron por conjugar un exitoso modelo festivalero que se extendió por varias ediciones en las que imperó el suceso artístico, aunque casi sin excepción al costo de un importante aporte económico del municipio que debía cubrir una y otra vez el déficit que tamaño montaje requería. Este modelo de festival hace rato que ya exigía un replanteo y un giro casi total, si no se quería seguir la suerte de otras fiestas como el Lagunas y Praderas de Chascomús o mas recientemente el de Las Flores Canta que no pudieron resistir la decisión de armar carteleras con figuras cuyos costos no pueden ser absorbidos por ningún presupuesto de un municipio como el ranchero.
Se imponía canjear plata (que no hay) por ideas nuevas y creatividad que no siempre se encuentra. Y «bancarse» las resistencias propias que todo cambio trae aparejado.
No se trató nunca de desconocer el valor de lo anterior. Ni de compararlo. Solo comprender que los tiempos y las situaciones de todo tipo cambian. Y actuar en consecuencia.
El modelo «Alvarez» de festival con entrada libre y gratuita para que todos los rancheros que lo desearan pudieran vivir la fiesta. Con una cartelera digna, equilibrada y con mucho sabor popular. Un presupuesto muy acotado para no arriesgar dineros que están faltando para otras cuestiones básicas, modificar la cultura de horarios que históricamente llevaron las noches laguneras a terminar primero en el predio que en el escenario (esto es el público yéndose antes que terminara el número principal) y además la posibilidad de que algunas entidades reunieran fondos para sus arcas se transformó desde hace mas de un año en un desafío del intendente que en esta dirección buscó opiniones, propuestas y alternativas. Ya el año anterior, con la presencia de los salteños de Kaymanta, el festival se adelantó a presentar un número que poco después comenzamos a ver por los canales de televisión y en festivales como Cosquín 2019, J. María y Baradero 2020. Este año la idea se pudo trabajar mejor y aquél modelo exitoso Maddoni de los primeros años (que otros como diferentes funcionarios de cultura y la comisión de amigos supieron prolongar también con éxito) en este 2020 cambiaron por el modelo Alvarez. Y la gente le dio su veredicto. Mas de 4.000 personas el sábado; unas 7.000 el domingo. Las cantinas y los puestos de venta con todo agotado. Ambas noches cerrando el show antes de la 1 de la mañana y el domingo culminando casi con todo el público bailando y hasta pidiendo un poco mas fue la prueba contundente.Con el presupuesto mas chico que ha tenido el festival en sus 18 ediciones. A falta de dinero aparecieron las ideas y los que siempre, le ponen el hombro a esta fiesta para que siga viva. Tan viva como el primer día y pidiendo futuro para escribir muchas páginas mas, plenas de éxito.
(Editorial publicada en le edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 18-01-2020)