Mientras el país vive horas de estados de ánimos especiales por la asunción de un nuevo gobierno nacional, se observan naturales y lógicas ilusiones y un poco menos de esperanzas (procurando que interpreten la fina diferencia) entre los seguidores partidarios del nuevo gobierno y entre los que tienen menos pertenencias ideológicas pero siguen aguardando que a este país le llegue el Mesías que lo saque de años y años de frustraciones y postergaciones.
De los nombrados resulta evidente que quedan excluidos los que han decidido enrolarse en las filas del gobierno que acaba de irse y que lo ha hecho obteniendo antes un poquito mas del cuarenta por ciento del electorado nacional y quedándose con el gobierno de la ciudad capital del país, con el de la capital de la provincia de Buenos Aires, con muchas de sus principales ciudades y hasta con el bloque mas numeroso en la Cámara de diputados de la nación.
Es mas: se ha ido acompañado por actos masivos con miles y miles de adherentes que sostuvo la parte final de la campaña electoral donde el ex presidente fue derrotado, pero también despidiéndolo como en las horas previas a su alejamiento.
Es decir: calles mas, calles menos…., un número parecido de argentinos en un lado y en otro.
Y esto no sería lo grave de la situación. Es mas: ni siquiera es un problema si en ambos lados tomaran una conciencia mínima de lo que los diferencia y aún mas: lo que los iguala.
Y ahí si no dejan dudas: en ambas corrientes la inmensa mayoría carece de esos conocimientos. Y por ende, sin ideas de lo que son, de lo que es el otro, de conciencias colectivas, actúan con una irresponsabilidad tal que bien pueden compararse con un bombero manguera en mano, atacando el foco igneo con nafta en lugar del elemento idóneo.
Resulta tóxico, nocivo, casi intolerante para la salud, leer, ver y/o escuchar lo que es moneda corriente en muchos medios masivos, en discursos de los dirigentes, en actitudes de los máximos protagonistas y ya ni mencionar las redes sociales.
El nivel de decadencia cultural. De formas de comunicarse y destratarse, de agresividad y uso de idioma de arrabales de baja estofa que es habitual y propio de «usos y costumbres argentinas» aún no llega a ser comprendido como la mas contundente prueba de lo «fantasioso» que resulta tener esperanzas en el futuro de nuestra sociedad.
¿Cómo creer que podemos transitar la antesala del crecimiento, de recuperación de nuestros mayores males, de encontrar la buena senda y estar a la vez en medio de una guerra que crece por hora y donde cada uno de los «ejércitos» solo tiene como único objetivo exterminar al otro?.
¿De qué esperanza nos hablan?. ¿ De dónde surge ese optimismo ?
Si leer que hay argentinos con niveles educativos universitarios que afirman en una red social que « de ningún modo me permito tener un amigo que sea Macrista/Kirchnerista/peronista (cualquiera vale) porque no puedo sentirme amigo de quien apoya ideológicamente al culpable de todos nuestros males» y enseguida se suman cientos que aplauden tamaño suicidio social, pensar que un gobierno (aún creyendo que lo integran argentinos muy diferentes) pueda cambiar algo de nuestros males es de una ingenuidad majestuosa.
Aunque no resulte académico para ser mas claro aún vale repetir algo cotidiano y repetido que vecinos de un mismo pueblo, barrio y aún de un mismo grupo, se dicen con vehemencia: «Ahora te toca aguantar a vos. Chupala (sic); LTA (la tenés adentro (sic)…..» « Tu presidente /ta se robó todo/ nos llevó a lo peor etc. etc… así que ahora aguantate idiota…»
Sin entender que ESE/A a la que nos dirigimos es nuestro par al que debe irle bien para que pueda yo tener esperanza de que también me vaya mejor y entre ambos hagamos que a otro le vaya menos mal, NO HAY POSIBILIDAD ALGUNA DE BIENESTAR GENERAL SIN LA VIGENCIA DE ESTE PRINCIPIO DE COMUNIDAD.
Ninguna chance. Ni con Alberto. Ni con Mauricio. Ni con todos los que vengan.
¿Qué elucubración pasa por la mente de la inmensa mayoría de nuestros dirigentes que creen militar en el espacio de los iluminados, bien intencionados, honestos y necesarios para ubicar al resto (los que piensan diferente) en el campo de los idiotas, mal nacidos, deshonestos y maléficos ?
¿Qué los lleva a decir esas cosas en nombre del pueblo, cuándo tienen a la vista que en un caso son dos o tres puntos mas que el otro o en todo caso siete u ocho puntos mas?. Hace cuatro años si el 51,5 % era el pueblo, el 48,5 qué era? Y de la misma forma; si ahora el 48 es ese pueblo, el 40 por quienes está integrado?
Tanta allenación no puede ser analizada en procura de alguna razón o justificativo. Y mucho menos pensar que en ese «campo de juego» es posible hacer lo correcto. Pero hay cosas peores aún. Y es que muchos de esos hábitos lo practican los máximos protagonistas de la política nacional. Así como escuchar afirmaciones de una de las fundadoras del anterior gobierno como la legisladora Carrió entran perfectamente en lo aquí expresado, la actual vicepresidente bien podría subir a lo mas alto del podio con gestos como el observado al intercambiar un saludo absolutamente de protocolo e institucional con el presidente saliente en la ceremonia de tras-paso.
En ambos espacios sobran jugadores de este juego. Y en la tribuna, los millones de barras bravas de unos y otros sueñan con imitarlos y mejorarlos.
Unos, lo altos dirigentes, son los que supuestamente nos van a llevar a buen puerto. Los otros, los millones de involucrados, los que debemos remar juntos para alcanzar ese objetivo.
Amigo lector: ¿En serio usted tiene fundadas esperanzas en que vamos a revertir nuestros males económicos, sociales, de seguridad, educación, salud y varios etc. en este contexto?. Si es así le admiro su optimismo. Pero alguien entenderá porque al principio citamos esperanza e ilusión. Y dijimos que entre ambas expresiones hay una fina diferencia. ¿Lo percibe?.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del 14 de diciembre de 2019)