Esta obsesión en la búsqueda de enemigo donde no los hay y pretender justificar así un espíritu vestido de revolución que no existe, ha entrado ahora en una triste parodia de pretensión bélica.
El Gobierno de la Presidenta, seguramente turbado por la evidencia de que ha caído en un remolino que chupa hacia abajo, se desespera en mostrar un estado de fortaleza fingida que no es tal.
Como esos boxeadores que luego de una tunda anticipatoria de la derrota en el próximo round vuelven sonrientes a su rincón, han aparecido actitudes que demuestran que la sensación de retirada suena fuerte en sus oídos.
No hay dudas que aún con dificultad, algunos informantes serios le acercan al oficialismo datos ciertos de encuestas que describen la inevitable pérdida de apoyo de parte de la gente que hasta aquí llegó y ya no quiere más de lo mismo.
Sucede que los verdaderos enemigos contra los que deberían descargarse las fuerzas del Gobierno no son tomados como tal, y en cambio las histerias apenas se dedican a descalificar opositores y reiterar papelones políticos como los del supremo Secretario de Comercio en la Embajada de EEUU.
Mientras, la inflación, la fuga de dólares de las reservas a pesar del cepo, la escapada total de precios de los componentes de la canasta básica, la insoportable presión impositiva y la reciente incorporación a la cúpula de las FFAA de un general con causas pendientes por abusos en la guerra sucia, son los temas que agreden a la gente y el gobierno no atina a corregir.
Producida esta derrota sin lucha en el escenario social y político que debería ser el centro de su actividad, la Presidenta ha dado la orden de avanzar sobre las estatuas.
Como asumida en un delirio místico que la vistió de generala de un ejército fantástico, ordenó clarines y dijo: si no podemos con los vivos y los males que los atacan, vayamos contra las estatuas.
Así arrancó el “derrocamiento” de Cristóbal colón, en la plaza que rodea la Casa de Gobierno por el Este y al que se quiere reemplazar por el de la Generala del Ejército Argentino, Juana Azurduy de Padilla.
Méritos no le faltan, por supuesto, pero seguramente contraría la voluntad de esa mujer valiente verse objeto de una decisión política asumida por un gobierno que es conservador en su esencia porque simula valentías pero no toca a los que gozan de los privilegios del poder.
Para no ser menos, en Río Gallegos se intenta ahora reemplazar la estatua del General Roca por la del ex presidente muerto.
El monumento a Roca está emplazado en la esquina de las avenidas San Martín y Néstor Kirchner y es el lugar de concentración de las manifestaciones de protesta de la agente de esa ciudad.
Como las protestas aumentan en cantidad, frecuencia y violencia, sería bueno que cambiaran de idea para no potenciar actos de los que luego hay que lamentar sus consecuencias.
Lamentablemente, estos comentarios no han de encontrar respuesta racional alguna.
Por el contrario, si a la Señora le gusta, entraremos en una etapa de retiro plagada de traslados de monumentos.
Mientras, la inflación, la pobreza, la deserción escolar, la crisis de salud y educación y su señoría, la corrupción, seguirán libres de toda libertad.
Sólo una activa participación que desde las urnas haga oír su voz podrá liberarnos de tanta falta de sentido común.
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