Por Héctor Ricardo Olivera
Agotados de tanta chatura en muchas expresiones periodísticas que por un punto de rating abundan en un lenguaje ordinario y solo buscan el amarillismo de la tragedia, bueno es intentar correr el riesgo de salir un rato del fango que nos ensucia los zapatos.
Nadie puede ni debe insinuar si quiera poner límites al ejercicio de la libertad de expresión y es por eso que amparada en el mismo criterio esta columna intentará hoy caminar por senderos seguramente menos sucios y más propositivos.
Es que cansa un poco que el centro de atracción sean los comentarios filosóficos de la Señora Legrand, los vericuetos amorosos de “Pampita” y “Pico” Mónaco o el discurso moralino de Jorge Rial afectado por la misma enfermedad que él difundió tantas veces sin miramiento y pensando que los problemas de familia jamás podrían golpear a su puerta.
Para salir de la espectacularidad de los comentarios de la farándula y seguir en el gusto por la opinión política, trataremos de analizar un esquema que procure plantear cambios que pueden sacarnos de tanta confusión.
No es la idea distraer la atención para desconocer la crisis económica que pega fuerte sobre todo a los sectores más vulnerables y que también azota a pequeñas y medianas empresas.
La intención es imaginar que es tiempo de redefinir métodos, modos y ¿por qué no? Léxico.
Décadas de desencuentros, idas y venidas, son motivo más que necesario para pensar y repensarnos en procura de dejar atrás algunos instrumentos que ya no suenan con la fidelidad necesaria para que la música se acople a los nuevos tiempos.
En este sentido, los “ismos” que durante años alimentaron las pasiones de la sociedad deben ser guardados en una vitrina destacada del museo para ser reemplazados por instrumentos adaptados a los nuevos tiempos.
“Ismo” del latín “ismus”, es un sufijo que Forma sustantivos que suelen significar doctrina, sistema, escuela o movimiento.
Los argentinos podemos exhibir una larga lista de estos términos que identifican épocas, estilos y recuerdos de pasados mejores o peores según el sentir de cada uno.
Para respetar la cronología se puede comenzar por el conservadorismo, seguir con radicalismo y peronismo y, ya sin pretensión de exactitud anotar socialismo, comunismo, militarismo, sindicalismo, populismo y liberalismo.
Federalismo y unitarismo están en los genes de varios de los nombrados.
Lo cierto es que todos marcan su paso por nuestra vida y resulta interesante preguntarse si no será la hora de dejar de lado estas nominaciones que suenan vetustas e imaginar nuevas formas en procura de mejores resultados.
Sería posiblemente una manera de abandonar nuestro vicio de mirar por el espejo retrovisor y centrarnos en el parabrisas que muestra el camino hacia adelante.
Estaríamos poniendo en práctica un cambio cultural que mute nuestros hábitos anómicos , que recupere el orden y el sentido del respeto por los derechos de todos.
De paso, quedaría menos espacio para los que intentan descollar aferrados a un pasado que no vuelve pese a ellos.
A modo de ejemplo para aclarar la idea, nombro a Julio Bárbaro y Ricardo Alfonsín, lanzados ambos a un raid mediático agotador que solo procura atarnos a una historia que terminó.
Solo falta agregar a la lista de los “ismos” a un nuevo y sorprendente jugador, el “catolicismo papal” empeñado sin siquiera disimulo en hacer de la Iglesia una rama del Peronismo.
La Patria, en definitiva, no nos es ajena.
Somos ELLA y su construcción democrática y republicana no admite desercione