Mucho se habla de determinadas correcciones que debería hacer el gobierno nacional en varios aspectos, fundamentalmente en materia económica para establecer los cimientos de una etapa de crecimiento y superación que está costando mucho mas de lo que pensaban aún aquellos que están en las antípodas del gobierno de Mauricio Macri.
La hasta ahora poco eficiente lucha contra la inflación, la inversión productiva mucho menor a la esperada, la necesidad de mantener tasas de interés absolutamente incompatibles con políticas de producción y créditos y hasta la falta de una autoridad visible y solvente en un ministerio clave como el de economía no son pequeñeces en las que la gestión Cambiemos no logra las mejores respuestas.
Y estas son responsabilidades absolutas de esta gestión que habiendo cumplido ya mas de la mitad de su mandato debiera haber avanzado mucho mas en esos aspectos, como lo ha hecho en otros que se le deben reconocer, tales como la inversión en Obra Pública, las relaciones exteriores, el mantenimiento y hasta ampliación de planes sociales y la forma de relacionarse con el resto de la sociedad y hasta con la oposición.
Pero lo apuntado desde el inicio solo debe ser modificado con planes y acciones propias del gobierno. Sin que nadie por ello ignore la herencia recibida de un país en situación mucho mas deteriorada y comprometida que la que reflejaban las autoridades anteriores.
Dicho esto, es necesario tener una mirada más amplia de la política en general y prestar una visión mas «universal» de lo que necesita el país. Sobre todo cuando nos referimos al contexto mundial, a la necesidad de inversiones productivas y la consiguiente generación de puestos de trabajo y una reversión de la balanza comercial, ítems imprescindibles para una salida progresiva de la pobreza y un mejoramiento de la calidad de vida de todos los argentinos.
Es en este punto donde las responsabilidades exceden a este y a cualquier otro gobierno de turno. Un gobierno de determinado signo o de un presidente y sus cuatro años de mandato son insignificantes para cualquier inversor, aún aquellos de poca monta no solo de capitales extranjeros sino para los propios argentinos. Ni cuatro y ni siquiera ocho años garantizados son suficientes para dar confianza a quienes las requieren ineludiblemente a la hora de elegir un lugar en el mundo para invertir sus riquezas.
No hay proyecto ni plan Macri, aún con su reelección asegurada que alcance para entusiasmar a esos inversores si el país todo y en un plazo mucho mayor no garantizan condiciones aptas para esas decisiones.
Dicho de otro modo: es la Argentina la que tiene que propones condiciones, planes, programas apropiados y con el aval de las fuerzas políticas que mas allá de las contingencias, sean las que se repartirán el poder en el mediano y largo plazo en el país.
No es lo que pueda garantizar Macri, Vidal, Larreta o Peña.- Es lo que garanticen Cambiemos, la UCR, el Justicialismo y sus aliados. Todos los que aspiran con seriedad a ser gobierno en algún momento.
Es la conformación de un acuerdo básico que dé respuestas a lo que requieren los inversores para generar el trabajo que hoy necesitan millones de argentinos. Y es garantizarles en conjunto el cumplimiento de esos pactos.
Y a partir de ellos trabajar juntos en dotar al país de las estructuras que necesitan en materia vial, portuaria, tecnológica, de capacitación, crediticia, de incentivos, tributaria etc.etc, para que respalde esos pactos por largos años. Es en tal sentido que tal vez se deba valorar aquella primera decisión del actual presidente de llevar en su comitiva del primer viaje al exterior a quien había sido uno de sus competidores presidenciales Sergio Massa y hacerlo compartir todas las reuniones que mantuvo con figuras internacionales.
Pareció entonces que el flamante presidente estaba proponiendo acordar con alguien un proyecto que fuera no solo de gobierno sino de alta política. Ofrecerle al país un proyecto su más amplia acepción. De gobierno y alternancia a la vez con acuerdos básicos de estado.
No pudo ser. Duró nada. La Argentina sigue siendo el país mucho más fácil para opositores que para gobernantes. Por eso, y no por otras razones, los gobiernos fracasan y los opositores perduran en el tiempo.
Mientras la pobreza en veinte años pasó de un dígito a mas del 30 %, con varios signos políticos gobernando, Eduardo Duhalde anuncia su retorno a las arenas.
En fin….
Mientras se sigue hablando de la probable reelección del presidente el gran enigma nacional es advertir como y quien se convierte en la alternancia. Y exigirle a ella que junto con el gobierno se sienten a establecer ese gran acuerdo básico para ofrecerle al mundo y atraerlo al país.
Ahí, recién ahí, las elecciones y reelecciones dejarán de ser un tema preocupante. Como ocurre ya en todos los países vecinos.
En Chile el problema no es Bachelet o Piñera. Claro que no.
Cuando aquí eso ocurra, y el problema no sea Macri o su sucesor empezaremos a discutir soluciones. Y a dejar en el pasado la eterna discusión de los problemas y quienes son sus culpables.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 17 de Marzo de 2018)