Año nuevo….. vida nueva decían nuestros abuelos en estas fechas. Y los que por entonces éramos niños tomábamos literalmente la frase y nos convencíamos que con el cambio de calendario todo sería diferente. Los malos se convertirían en buenos. Los egoístas en generosos, los envidiosos en solidarios y las tormentas serían tardes apacibles con un sol brillante y una suave brisa.
Pero ese país de Alicia (por las dudas hablamos del personaje del país de las Maravillas) nunca llegó con enero y a fuerza de acostumbrarnos aprendimos que la vida……, la vida – como cantaba Sandro – sigue igual.
Y esa realidad en la Argentina actual se convierte en una dura pesadilla. Ya no es una mera cuestión de profundo análisis. Se siente a flor de piel. Salta sola. Está en nuestro inconsciente.
Cada vez somos mas los argentinos que dejamos el hábito de la mesa familiar de las fiestas para recluirnos en algún lugar de des-canso y aún para vivirlas en soledad.
Cada vez las fiestas son menos fiestas y hasta crecen las voces que alertan sobre lo difícil que es pasar estos días.
¿Nadie se pregunta si entre las razones de esos cambios sociales de hábitos no se cuenta el final de la creencia de estar en vísperas de esos grandes cambios que terminaban de un porrazo con las penurias?.
Lo planteamos como alternativa. Una cosa era descorchar una sidra celebrando la nueva vida y otra muy distinta saber que todo seguirá tan complicado como está y que aún se agravará y que en realidad solo estamos con una año mas – o menos – de vida.
Dicho todo esto, la intención es ponerlo de relieve y sin retornar a aquella histórica frase de vida nueva, seamos al menos capaces de pensar que es hora de cambiar «despacito, despacito» algunos de los tantos vicios que nos han traído hasta aquí.
Dejar de creer que los argentinos somos los mejores del mundo en todo. Pero también dejar de pensar que no tenemos condiciones ni virtudes. Tampoco los peores.
Dejar de sentirnos siempre dueños de la verdad absoluta. Pero ser capaces de defender nuestras convicciones con argumentos. Y con respeto y cordialidad para el otro.
Comprender en serio el mapa de las diferencias. Pero sabiendo que entre diferentes se construyen las igualdades.
Comenzar a poner en práctica aquello de que nada mejor para un argentino que otro argentino. Aunque el otro sea un hincha de River que tiene que ser considerado por un bostero.
Y un peronista para un radical. O un Cambiemos para un Socialista.
En fin….
Ya no hay lugar para chocar las copas en nombre de Vida Nueva.
Pero es una obligación hacerlo en nombre de pequeños cambios en procura de mejores hábitos.
Porque seguir siendo los mismos sabemos adonde nos lleva. Y ahí, ninguno queremos ir.
Salud. FELICIDADES !!!
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del 28-12-2017)