El Gobierno ha entrado en un período de excitación y descontrol que hasta puede interpretarse como una forma patológica de frustración ante el inevitable final que le indica el almanaque electoral.
Esta columna ha sido una opinión crítica de aspectos puntuales que desde el 2003 señalan vicios evidentes de concepción política manifiestamente reñida con los requerimientos mínimos de la convivencia democrática.
La lista sería interminable y no parece necesario hacer ahora un balance detallado de cada rubro.
Lo que sí resulta inevitable es señalar que ante la inminencia del final hemos entrado en un remolino descendente que parece destinado a transportarnos al último círculo de la obra del Dante con la velocidad de un rayo.
Los aspectos policiales y delincuenciales que terminaron con la vida de un Fiscal Federal en medio de contradicciones presidenciales y absurdos planteos por parte de los bufones de la reina, (Capitanich y Fernández como primeros actores de reparto), conforman una escena grotesca y absurda que agrede gratuitamente a la inteligencia de los argentinos .
Queda para especialistas la responsabilidad de desenredar el ovillo del acontecimiento para saber quién apretó el gatillo que perforó el cráneo de Nisman.
Es altamente probable que nunca lo sabremos con certeza.
Será precisamente esa incertidumbre la que nos dará la señal exacta de que la responsabilidad de la muerte de un funcionario judicial que denunció a la Presidenta, a su Canciller, al camporista Larroque y a personajes de la calaña de D´Elía, Esteche y otros cae en las manos del Gobierno.
Aunque las dudas nos carcoman, será necesario que la Justicia cuente con la seguridad de actuar sin presiones para que cumpla, si puede, con su cometido.
La crónica diaria de los acontecimientos nos irán informando al detalle y no sin contradicciones de la marcha del asunto.
Pero más allá de esto, que es por supuesto un asunto de Estado relevante, lo que debe preocuparnos y ocuparnos es buscar la manera de evitar que cosas como esta se repitan.
Creo que en eses sentido contamos con algunas ventajas.
Ya es fácil comprender que nada que tenga que ver con esta experiencia de gobierno puede repetirse.
Esto vale tanto para la versión de lo que jactanciosamente el círculo que cada día se achica más se autodenomina el “kirchnerismo duro” como para las dos variantes frutos de la misma planta, que son las que encarnan el Gobernador Scioli y el Diputado Massa.
Los dos ya engañaron a la ciudadanía cuando se anotaron como “candidatos testimoniales “en las listas de Diputados en el 2009 para renunciar luego burlándose de sus votantes.
Si evitamos tropezar dos veces con la misma piedra habremos dado un salto cualitativo importante.
Es cierto que aún no es fácil preferir absolutamente a alguien.
Pero sí resulta fácil descartar absolutamente a algunos.
Por Héctor Ricardo Olivera
hectoroliver@speedy.com.ar