Nada es tan cierto como que la pandemia Covid 19 existe con la furia que desata su altísima contagiosidad y tan cierto también es que el efecto de la cuarentena a la que ha llevado, sobre todo en la Argentina donde ya ha pasado los cien días de duración es de un poder de daño que resulta inimaginable para cualquier humano aún para quienes se consideran poseedores de poderes extraordinarios.
Pocas veces un diagnóstico de alcance nacional cuenta con tanta coincidencia en la sociedad como este dramático momento histórico. ¿Quién no advierte que tras atravesar esta tragedia (algo que inexorablemente ocurrirá en algún momento), recién allí comenzará a transitarse sobre las ruinas de país que quedarán para entonces?.
Esta coincidencia sobre el problema y su alcance, ¿es la gran herramienta qué tenemos para amortizar y atenuar las consecuencias de lo antedicho?.
No. Rotundamente no. Y vale advertirlo para no se-guir engañándonos con expresiones llenas de buenos deseos y carentes de todo contenido propio tal es esta argentina de muchas décadas últimas.
Y vamos a un ejemplo muy elocuente. Esta pandemia nació en un estado de China en los últimos días del año anterior y prontamente se extendió a Europa donde ya en enero comenzó a golpear fuerte en Italia y luego siguió haciendo los estragos que son conocidos. Mas allá de la desafortunada idea del ministro de salud de la nación (que también debe integrar el ejemplo que pretendemos expresar) afirmando que el virus no llegaría o tardaría demasiado en venir por aquí, luego la expresión generalizada nos señalaba como los privilegiados que podíamos contar con la experiencia de los países que iban padeciendo el mal para prepararnos debidamente, tomar nota de los aciertos de ellos y no cometer sus errores. “ Son meses de ventaja que nos da el virus para organizarnos “ expresaba el propio gobierno nacional y los gobiernos locales de todos los signos.
El virus llegó mas rápido de lo pensado y sin la menor medida de control. Aún tenemos en nuestro poder, planillas llenadas por pasajeros de vuelos provenientes de regiones de alto contagio que nadie siquiera les solicitó al arribar a nuestros aeropuertos. El virus entró a la argentina como si nunca hubiera existido en otro lugar del planeta.
De nada sirvió la ventaja de lo conocido.
Y rápidamente llegó el pánico y la decisión de una cuarentena, que atento al desorden inicial, se hizo lógica y adecuada. Primero de un par de semanas, y luego otro par y luego….. hasta convertirse por lejos en la mas extensa del planeta. Y pasados los cien días de encierro ya bastante desdibujado por el agotamiento de la gente y la “pandemia económica” los millones de habitantes del área metropolitana fueron empujados a un nuevo encierro pretendidamente tan duro como el de los primeros días.
Se anunció y explicó oficialmente y se tomaron cinco días para que todo estuviera organizado.
Meses de aprendizaje de otros países. Meses de ex-periencia propia. Y cinco días mas para comunicar y organizarse entre el gobierno nacional, el de la Ciudad de Buenos Aires y el de la provincia de Buenos Aires.
¿Y qué pasó este miércoles al implementarse la medida?. Lo que lamentablemente muchos suponíamos: el peor de los caos. Aglomeraciones, interminables colas de automotores, ambulancias que no podían transitar y finalmente controles deficientes de todo lo que se pretendía controlar.
Y era lo esperado. Porque hay demasiadas cosas que no se solucionan contando con tiempo solamente. Podrían darle a este autor el tiempo que deseen en función de prepararlo para que juegue a la pelota como Messi. O para no ir tan lejos como cualquiera del plantel del Atlético Ranchos de la Liga. ¿Y que pasaría el día del partido?. El entrenador debería reemplazarme a los cinco minutos.
A la argentina no le soluciona nada el tiempo. Al contrario: mayor cantidad es sinónimo de mas retroceso y decadencia. ¿Hace falta que demos ejemplos de esto?.
Y es que a la Argentina hace muchas décadas que le faltan ideas mas o menos lógicas (no pretendemos brillantez), programas mas o menos coherentes y dirigencia para gobernar con algún criterio moderno capaz de acoplarse al mundo y no de chocar contra él.
Hoy el país marcha aceleradamente al abismo. Se afirma oficialmente sin un temblor que asuste, que nueve de cada 10 argentinos reciben alguna asistencia del estado. Mas allá de no creer ciegamente en estas estadísticas, también sabemos que no debe estar muy alejada la misma y que lo mas grave es que se pretende llegar a esa ecuación y que la misma es aplaudida por las mayoritarias filas de los que adhieren al gobierno.
Que ademas, vale decirlo, no es tan diferente a lo que hizo durante cuatro años el anterior.
Nos avergüenza un tanto hacer esta pregunta: Si nueve de cada diez argentinos reciben ayuda “del estado”, ¿Qué pasa cada vez que fallece o deja de producir el único de esos diez que se supone es el que aporta esos recursos?. Naturalmente la pregunta va con ironía para no ser tan drásticos.
Un ejemplo mas de cómo se piensa y se imagina el estado en la Argentina lo damos tomándonos como referencia. A este medio y a sus responsables también se les informa de los planes de ayuda, asistencia y “otras manos” del estado para salvarnos (que no hemos tomado ni recibido en ningún caso) mientras que el estado provincial mantiene con nosotros una deuda desde hace un año que ni los anteriores ni los actuales gobernantes saldan. Tal vez nos regalarían algún peso “del estado”, pero pagarnos lo nuestro que reclamamos desde hace un año “no podemos”.
La concepción del gobernante argentino es que regalarte algo en nombre del estado que administra (y que en realidad son los aportes que hacemos los pocos que producimos por lo menos lo que consumimos como pedía Perón) es una gran gestión. Pero pagarte lo que te adeuda NO.
Simplemente porque hasta las cuestiones mas básicas del orden criterioso hace mucho que se perdió en la República.
En la argentina se perdieron por decisiones supuestamente ideológicas las vigencias del ORDEN, DISCIPLINA, ACATAMIENTO, OBEDIENCIA.
¿Leen bien?. Todos términos fachos diría sin ruborizarse un pensador “progresista”. De esos que hubieran explicado muy bien “las causas del embotellamiento del miércoles y el caos”, pero que con su estilo y trabajando debió resolver en unos minutos el ministro de Seguridad de la Provincia Sergio Berni, un “facho” al que le están contando las horas los guionistas del gobierno nacional y muchos de sus propios compañeros de provincia.
Podríamos seguir ejemplificando, pero suponemos que no es ne´sario como decía el gran Carlos.
“Lo que necesitamos es mas estado” sostienen. Y ese mas estado es además de decirnos que podemos hacer y que no, como debemos hacerlo, cuando, con quien, por donde es también pagarnos “desde el estado” lo que por decreto (ver sistema jubilatorio actual) decide el presidente.
No se le vaya a ocurrir a alguien pensar que al que hay que premiar es a quien no le pide a “ese estado” ni un peso para sostenerse. Y sostener su familia. Y por ahí generarle trabajo a otros argentinos y a sus familias, que a cualquier poco ilustrado se le ocurriría. Noooo. No.
Ese argentino rápidamente es sometido al mas insostenible sistema impositivo del planeta, aprietes, causas judiciales, apremios hasta fundirlo. Y si se queja, entonces la descalificación por oligarca, opositor o hasta delincuente digno de mejor cárcel.
Aunque no lo parezca, no hay en el espíritu de este abordaje animosidad alguna. Y esto es al final lo peor. Porque cuando el espacio de la bronca, del escepticismo, de la reacción se llena de resignación y de la aceptación que ya es tarde para todo, entonces no hay nada de eso de lo que uno es acusado. Ni opositor. Ni desgastante. Casi ni crítico.
Lo que piden los que piden alcanzar los altos objetivos de esta dirigencia nacional que se queden tranquilos. Ya hace rato que alcanzaron sus objetivos. Ya están. Solo porque estaban convencidos que este camino los llevaría al país de las Maravillas y hoy no ven ese país, siguen reclamando por consignas tales como “mas estado” o “la CONADEP del periodismo” o las re-formas de la justicia. Ya llegaron.
Solo que ese camino llevaba a esto. No al soñado país de las Maravillas, Como no son una maravilla ninguno de los pocos países donde durante décadas esas fórmulas se aplicaron.
Pero tranquilos. Que como la culpa no es del chancho….., los actuales son meros partícipes necesarios. Los verdaderos responsables han sido y son los que cuando tuvieron oportunidad de mostrar que eran menos peores no lo fueron. Ellos son los grandes responsables de regalarles el poder a quienes los vienen a reemplazar.
En fin. Cada día un poco mas. Cada día un poco peor.
¿Se dá cuenta por qué para la Argentina el tiempo, lejos de ser una ayuda, es el transporte que lo conduce sin prisa y sin pausa al peor de los finales?
Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del viernes 3 de Julio de 2020)