Una búsqueda que se torna cada semana mas compleja es la de hallar un tema para abordar en esta columna y que no «tire pálidas» como dicen los jóvenes. Tarea poco menos que imposible porque si bien existen ciertos casos aislados, ejemplos personales, actitudes dignas de ser destacadas, como sociedad y como país cuesta hallar el positivismo de las cosas.
En este contexto suele hablarse mucho de la pérdida de valores que nuestros abuelos tanto cuidaron y enseñaron. Con sus métodos, Con sus formas, muy criticadas por el modernismo que, sin embargo no ha podido demostrar en la práctica que esa modernidad haya servido para mejorar muchos aspectos sobre todo en materia de convivencia y relaciones..
Días pasados se refería a esto el jugador de fútbol y campeón del mundo argentino Oscar Ruggeri. Fue tan claro en sus expresiones que el mismo repetía preguntas que suelen hacerle con respecto a lo que fue su educación. «¿Pero tu mamá te pegaba?» dijo que era la pregunta mas repetida. «Noooo. Mi mamá me educaba» repitió con esa gran capacidad de expresión que tiene el cabezón, claro que sin negar haber recibido alguna vez un buen coscorrón de parte de sus padres. Resulta bastante hipócrita hablar de valores en una sociedad que rechaza la educación familiar basada en poner límites; en una sociedad basada en la amistad de los padres con sus hijos cuando la relación de padres e hijos es muy puntual y no es precisamente de amistad. En una sociedad que rechaza el ejercicio de la autoridad (que no es autoritarismo) de los maestros con sus hijos alumnos. Y el ejercicio de todo tipo de autoridad. Y rechaza ya hasta las expresiones «orden» «disciplina» «obligaciones» o «respeto».
Precisamente y ya que mencionábamos al gran defensor del fútbol argentino, compañero de nuestro querido tata Brown, cada vez que hablan de las virtudes de aquella selección tan exitosa, remiten a estas virtudes: Orden, disciplina, respeto, cumplimiento de las obligaciones.
«Sin ellas no hubiésemos sido campeones de nada» corean aquellos integrantes albicelestes.
En todo esto uno piensa cuando observa pequeños ejemplos de esos valores perdidos. Y podemos abundar en ejemplos en nuestra pequeña ciudad que todavía mantiene muchos aspectos ya inexistentes en las grandes urbes.
Vayan comportamientos que muestran pequeños síntomas de lo que decimos: llega una persona mayor al municipio, por caso a la antesala de las autoridades mayores, como el secretario general o el intendente y seguramente lo atenderá un joven o una joven muy adolescente de quien el visitante no tiene la menor idea quien es, aunque seguramente sea hija o nieta de amigos, y la recepción es casi de casette:
«Hola…..¿Qué necesitas?. Cuando el visitante pregunta por alguna de las autoridades, el diálogo sigue mas o menos así: « Ahhhh, esperá que le aviso» y enseguida se escucha: « Juan / Adrián, te busca el (y ahí sigue el apodo con que los amigos llaman al vecino ).-
Y así ocurre con todas las dependencias públicas. Algo similar ocurre si usted llama a la cooperativa de electricidad y pregunta por un consejero o por el gerente. «Hola …..; ah como TE va. Si ya le aviso….» Y ahí aparece un grito o el aviso por un interno: « TE busca el «petiso orejudo» o como sea el apodo (un uso para amigos y allegados de cada persona).-
El tuteo, el uso de los apodos como cuestión natural comienza ya por el propio jefe del adolescente. Llámese intendente, secretario, consejero cooperativo, gerente, presidente de Bomberos o de lo que sea.
El tuteo, los apodos, el trato alejado de todo protocolo es para la privacidad Para las relaciones personales.
No para la relación pública y mucho menos en determinados ámbitos y con personas mayores que exigen otra forma de comunicarse.
Pero eso hay que enseñarlo y practicarlo. Se ha perdido tanto esto que cuando un gerente cooperativo (el actual lleva dos semanas en funciones), el secretario de gobierno o el mismo intendente lo quieran señalar serán cruzados por alguna crítica. Porque ya han naturalizado esto de «Que buscás?». «Hola, como te va». «Te busca el gallego Martinez o el cabezón fulano».
Hemos procurado hoy referirnos a una cuestión que será considerada por muchos como poco menos que insignificante. Y lo hacemos convencidos que quien no entiende lo menos, difícilmente entienda lo mas.
Volver a los valores, como tanto se predica es volver a empezar en muchos casos. Y cabe hacerlo en todos los ámbitos. Lo hacemos en nuestro grupo periodístico y con más de tres décadas de conocimiento en algunos casos entre sus integrantes. Públicamente el trato debe ser cordial pero educado. Mucho mas con nuestros lectores/ oyentes/ televidentes.
Es de desear que quienes tienen la gran responsabilidad de liderar grupos, de ser sus jefes, sus guías y por que no sus maestros en la vida, vuelvan a hacer docencia con aquellos jóvenes que son víctimas de un modernismo que los confundidó, que les hizo creer que autoridad es autoritarismo; que orden y disciplina es «facho»; que respetar es humillación y un montón de cosas mas.
Si las nuevas generaciones, que poco se respetan entre si, no tienen idea de cómo respetar a sus mayores y al resto de la sociedad en el trato básico poco podemos esperar de ella en cuestiones mayores.
Y cierto es que con el país y la sociedad que le estamos dejando los mayores, es mucho lo que deberán hacer para cambiarla. Tratarnos de la mejor manera, recuperar valores y volver a educar a nuestros hijos, como bien repite Ruggeri, es fundamental para rescatar a esta sociedad del abismo en el que está cayendo.
(Editorial publicada en TIEMPO de Ranchos en la edición del sábado 16 de Marzo de 2019)