Por Héctor Ricardo Olivera
Por las particulares circunstancias políticas de este tiempo, todo este año se ha transformado en una continuidad electoral que moverá las urnas de acá para allá a lo largo de los meses que faltan hasta octubre.
Cada Provincia, en un claro abuso de su condición federal ha programado sus elecciones según sus propias necesidades.
Llegaremos entonces al clásico en octubre, el domingo 27, luego de haber practicado antes en varias jurisdicciones.
Esta sucesión, de todos modos, pierde importancia porque la banda y el bastón se juegan en octubre.
De ahí que todo lo que se hace ahora con miras a la elección presidencial ocupa por lejos más espacio que el resto de los turnos locales en los medios de prensa, en las actividades de los agrupamientos y naturalmente en el interés de cada ciudadano.
Hasta hoy la única certeza es que el Presidente Mauricio Macri será el candidato de “Cambiemos».
Las minúsculas pataletas adolescentes de algunos radicales son apenas brisas especulativas que no alcanzan ni a mover las hojas del árbol del Poder.
Lo mismo ocurre en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, (CABA) y en la Provincia de Buenos Aires.
No es lo mismo en el Peronismo, en sus multiversiones.
La lista de candidatos muestra un racimo de uvas de distintos colores, lo que es desde ya una contradicción con la Naturaleza.
Está el saltimbanqui Felipe Solá., incansable caminador de todos los terrenos del Peronismo.
Está también el “Chivo” Rossi, santafesino de veras, Sergio Massa, el escurridizo, el inefable Guillermo Moreno y, desde el viernes, el ex candidato Daniel Scioli.
Lo de Scioli es digno de una mención especial.
Dice que va contra viento y marea y en su presentación recordó su debate final con Macri.
Inevitablemente nos invita a recordar que estaba allí Juliana Aguada, que terminó de primera dama, y Karina Rabollini, que cuando terminó el escrutinio se tomó el buque más rápido que las lanchas que corría su querido simulado.
Hay otro más, Roberto Lavagna, que aparece inventado por Duhalde, el mismo que inventó a Néstor Kirchner.
Lavagna ha puesto una condición que no parece de fácil cumplimiento.
Él no quiere internas y, en el fondo de su corazón, posiblemente tampoco quiera elecciones.
Para darle además un toque de alegría, quiere sumarlo a Tinelli para que corte polleras en la cola de la urna.
Y por encima de todos, está la Señora de Calafate.
Refugiada en su silencio, despierta alguna expectativa de su círculo de fanáticos.
Pero habló-.
Y cuando habla., se oscurece el cielo.
Apareció en un video dramático, con música sacra y fotos de novela de la tarde, anunciando que se iba a Cuba porque su hija, Florencia, está enferma y necesita de sus cuidados.
Debió cuidarla, en todo caso, no poniéndola como parte de las asociaciones ilícitas Hotesur y Los Sauces, que seguramente terminarán con sus directorios presos.
La joven Florencia firmó documentación trucha, actas falsas, cobró regalías y acumuló más de 5 millones de dólares en su caja de seguridad.
El panorama es sombrío para todos y especialmente para la hija, que no tiene la protección de los fueros.
Los tendrá seguramente, a partir de octubre, porque la van a poner de candidata a algo o se quedará en la isla caribeña con la que Argentina no tiene convenio de extradición.
Pero ante este cuadro no es evitable imaginar que por allí la carga de odio que caracteriza a la ex Presidenta la pueda llevar a imaginar que es posible que abandone la carrera presidencial antes de poner en marcha los motores.
Su prioridad es que alguien le gane a Macri.
Y su soberbia puede no alcanzar para cubrir su inseguridad.
Por supuesto que o es fácil traspasar la máscara que la protege.
Pero cuando la intimidad habla con cada uno en su silencio solitario, hasta es posible que ocurra lo impensado.
Es que “no hay duro que no se ablande ni tiento que no se corte”