Por Héctor Ricardo Olivera
Esta vez la columna dejará de opinar sobre aspectos de la política nacional o provincial.
Desde los lejanos tiempos de su inicio en los desaparecidos “El Imparcial” y “De los libres” siempre dediqué este espacio dominguero a analizar aspectos de Nación y Provincia.
Así es también desde que estas páginas de “El Cronista” me dieron la oportunidad de seguir ejerciendo esta actividad que verdaderamente me encanta.
Hoy muchos lectores locales y los más de todo el País y hasta del exterior se encontrarán con la novedad de que el tema de hoy es de cepa chascomunense.
Ocurre que la empresa metalúrgica local EMEPA, (Empresa metalúrgica Patricia argentina) ha dispuesto echar a la mitad de sus trabajadores.
Son 80 familias que enfrentan de un día para el otro el fantasma de la carencia del trabajo que asegura la cobertura de sus necesidades elementales.
Además de expresar la solidaridad con los cesanteados es fundamental tomar real medida de las consecuencias generales que significa tremenda medida.
Unos dos millones de pesos mensuales dejarán de circular en la ciudad con las consecuencias lógicas de una merma de consumo que afectará a toda la ciudad.
Es que los sueldos de los trabajadores no son fondos que se fugan a paraísos fiscales sino que se gastan en el almacén de la esquina, la carnicería de la vuelta, la atención de reclamos mínimos de los hijos y demás gastos habituales.
A veces parece que desde las más altas esferas del Gobierno falta una mirada más cercana que tenga en cuenta las consecuencias aunque quizás no queridas de medidas que se toman desde un escritorio.
La fábrica EMEPA nació allá por 1956 en un mínimo galpón en la Avenida lastra vereda sur para pasar luego a otro en la otra vereda y finalmente establecer sus instalaciones en el lugar que hoy ocupa.
Sus vagones le dieron fama y nunca antes, no obstante momentos de zozobra, ocurrió una medida como la que hoy nos ocupa.
La planta original se amplió según necesidades en aumento y la construcción y/o reparación de vagones de tren la identificó acá y en todas partes.
Obviamente que su actividad se alimenta exclusivamente de planes de gobierno porque nadie ha de mandar a construir un vagón de ferrocarril para uso propio.
La situación actual necesita de una firme actitud de autoridades que gestionen la urgente reparación del daño.
Este es un problema político, y como tal debe ser resuelto por los políticos.
Chascomús tiene, desde la última elección, un resultado que debe ser una carta fuerte para reparar la situación.
Es que fue la lista de concejales de “Cambiemos” la que ganó por una diferencia arrolladora, (juntó más votos que el resto junto), razón por la que corresponde sugerir que la cabeza de esa lista, Ramiro Ferrante, el resto de Concejales, el Departamento Ejecutivo, los dos Diputados con que contamos y la organización sindical vayan rápido y juntos a buscar una solución.
¿Dónde ir?
La cuenta es fácil.
En los timbreos que realiza periódicamente el Gobierno siempre nos visita el Senador Nacional Federico Pinedo.
No es un cuatro de copas.
Por el contrario, es el tercero en el orden de sucesión presidencial por ser el Presidente Provisional del Senado de la Nación.
Pues bien, si él viene acá a tocarnos el timbre, hay que ir ahora a tocarle el timbre a él.
Resulta fácil calcular que dentro del esquema de reconstrucción del sistema ferroviario argentino en el que está especialmente ocupado el Gobierno de Macri, una orden de trabajo menor sería para EMEPA, sus trabajadores y la comunidad toda una cobertura urgente de una necesidad obvia.
No hay tiempo para dudar ni para esperar.
Una combi cargada con los dirigentes citados seguro que volverá con una solución bajo el brazo.
No hay dudas que luego del desastre de la docena de años de despilfarro se exige seriedad y razonabilidad.
Ambos deben ser recursos que ordene la Política para que el trabajo sea la herramienta fundam