Esta columna semanal de análisis político no ha de cambiar su orientación crítica a esta gestión de Gobierno.
En verdad cada día y cada hora de cada día es posible hallar motivos más que suficientes para reafirmar conceptos que aquí han sido reiteradamente dichos respecto del autoritarismo, la demagogia y la corrupción de que hacen gala los dueños del Poder.
Si bien es cierto que lo que abunda no daña, puede resultar nocivo por el aburrimiento encontrar en todos lados análisis críticos de lo que se hace desde el oficialismo.
Si nos acostumbramos podemos llegar a someternos a la inercia y admitir como inevitable que la corrupción y el violentamiento del respeto a la Ley sean casi como un mal necesario.
De acá a las elecciones que marcarán la retirada de este elenco habrá tiempo y oportunidades de sobra para ejercitar esta actitud.
Pero para matizar y procurar sumar otros puntos de vista, es posible encontrar en el escenario actores y conductas que también sirven para procurar formas de limpiar la Política de los vicios que hoy la dominan.
El título de la presente trae a escena a un personaje que muestra cómo se puede degradar la actividad política desde cualquier parte.
Leopoldo Dante Guido Moreau fue un dirigente del Radicalismo de larga trayectoria en las filas del viejo Partido.
Oriundo de San Isidro ocupó bancas en ambas Cámaras del Congreso Nacional y cargos importantes en la estructura partidaria.
“Popol”, como cariñosamente lo llamaba su novia María del Carmen Banzas hace 50 años, fue un cercano seguidor de Raúl Alfonsín, de cuya mano supo crecer en las mesas más chicas donde se deciden cosas más grandes.
No creció en la consideración pública, porque en 2003, siendo candidato radical a la Presidencia de la República acompañado por el correntino Mario Losada como Vicepresidente sacó el 2,32 % de los votos en todo el País y el 1,1 % en la Provincia de Buenos Aires.
Este Moreau se sigue haciendo llamar radical pero se pasó al kirchnerismo.
Mágicamente apareció en la delegación oficial que acompañó a la Presidenta en su visita al Papa y luego la siguió a New York a la reunión de la ONU donde lució aplaudiendo a la Señora al lado de Aníbal Fernández.
Habilidad no le falta.
Vergüenza tampoco.
Como si esto fuera poco, (como dicen los vendedores de peines en los micros), su hija mayor, Cecilia, que fue Diputada Provincial hasta hace poco, se pasó también al Peronismo pero no al de Cristina como su papá, sino al de Massa.
Son variantes de un mismo estilo que seguramente se llevará en la sangre.
Como la familia parece dominada por esta modalidad sinuosa y desteñida de principios historia y conductas, ambos coinciden en la fuga aunque se diferencien en el alero que han elegido dentro de las variantes que generosamente ofrece el Peronismo.
Va de suyo que más allá de la valoración que pueda hacerse de sus conductas individuales, lo que claramente resulta es la confirmación de la evaporación de la Unión Cívica Radical como organización política nacional y provincial.
Ningún dirigente que asuma tener algún cargo de responsabilidad ha dicho una palabra.
Ese silencio ante lo que merecería la inmediata expulsión de los padrones partidarios descalifica por igual a los que se fueron como a los que nada dijeron por la fuga.
Si un saldo positivo queda, es el de comenzar a comprender que para cambiar el estado de cosas que domina a la República, hay que buscar la mejor gente sin prejuicios y sin embanderamientos de otro tiempo que evidentemente son una antigüedad que alimenta la Historia pero no servirá para construir el futuro.
1 comentario en «La columna del domingo por Héctor ”Cacho” Olivera: » LOS MOREEAU «»
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¡¡¡ Brillante Cacho !!!