Por Héctor Ricardo Olivera
La vida nos señala que es la Educación el único camino para avanzar colectiva e individualmente.
No hay dudas que la Argentina será mañana lo que hoy son sus aulas.
Esta afirmación puede recurrir a los fundamentos técnicos más sofisticados pero resulta tan obvia que con el sentido común alcanza.
Así las cosas, estamos asistiendo a una acción lamentable que tiene por protagonistas de primera línea a alumnos de escuelas porteñas que desde hace días realizan una parodia revolucionaria tomando las escuelas como si cada una de ellas fuera la Bastilla de 1789.
El problema plantea una situación muy difícil de encarrilar, porque como se trata de adolescentes hay una mezcla de la rebeldía natural que todos tuvimos en nuestro tiempo más la inocultable infiltración política de grupos minoritarios de la izquierda más el también cada vez más minoritario de los residuos kirchneristas.
Apelando a datos oficiales y a los resultados de evaluaciones internacionales y nacionales surgen elementos que claramente indican que la decadencia de la prestación educativa en nuestro País es una realidad inocultable.
La mitad de los jóvenes no terminan el secundario y de la mitad que queda apenas una mitad es capaz de interpretar textos y operar matemática elemental.
Una minoría de esa minoría es la que hoy impide que docentes y alumnos puedan ejercer su derecho constitucional de aprender y enseñar.
Es curioso que las más de 20 escuelas intrusadas sean de la zona centro norte de la Capital.
No hay tomas en Lugano ni en el conurbano.
Menos aún en el interior.
Son entonces los “nenes de papá y mamá” los que viven la fantasía de la lucha contra los fantasmas que ellos mismos imaginan.
Es un germen de la izquierda paqueta que se sueña como una fracción esclarecida que opera como la vanguardia del terremoto.
Son una especie de “mapuches del obelisco” …
Sus hormonas le impiden descubrir que en verdad están siendo funcionales a sectores sindicales y políticos que esconden detrás del fervor de los chicos el deseo destituyente de los grandes.
¿Tienen culpa?
Sí.
¿Toda la culpa?
No.
Porque son ellos producto de una gestión que disfrazada de popular escondió su populismo e hizo el peor de los males, que es mentir, falsear y alucinar a los chicos con historias de aparecidos.
Así fue que la Educación dejó de ser la relación asimétrica que ordena que haya un alumno que aprende y un maestro que enseña.
La alteración del orden produjo este desquicio.
No será fácil recuperar el camino de la racionalidad y el respeto por las normas.
No hay lugar para la reacción violenta que esperan los promotores de las tomas.
Será el diálogo el camino por andar.
También el diálogo, como la Educación, hade ser asimétrico.
Nadie piensa que es inútil reformar la Educación.
Nadie tampoco cree que sus destinatarios, los alumnos, deberán ser los que la diseñen.
Si se tiene en cuenta que lo que se propone es la vinculación de la escuela con el trabajo, no hay dudas que solo un futuro haragán puede oponerse.
Es la cultura del trabajo y el esfuerzo perdido lo que debe recuperarse.
La especulación mezquina muestra a los dirigentes políticos de la oposición callados y mirando para otro lado con la débil esperanza de rasguñar algún votito más.
La actitud los pinta de cuerpo entero y así les irá el mes que viene.
Mientras, deberá el Gobierno apelar a su mejor temple para volver a poner las cosas en su lugar.
Las elecciones despejarán el camino de las especulaciones que hoy alimentan la rueda.
Al otro día habrá que impulsar transformaciones necesarias, que enseñen que la Democracia asegura derechos pero igualmente exige obligaciones.