Por Héctor Ricardo Olivera
La Argentina está siendo sometida a expresiones de violencia que deben ser abortadas con firmeza.
No son consecuencia de las elecciones de hace 15 días.
Son consecuencia de los resultados de esas elecciones.
Los que tenemos algunos años sabemos que nunca resultó fácil para el Peronismo sentirse fuera del poder.
Es necesario entontes analizar con perspectiva histórica los vicios que alimentan
a este sector de la política argentina que tiene en su ADN COMPONENTES QUE NO SON PRECISAMENTE Democráticos QUE SE MAGNIFICAN CUANDO LAS URNAS LE SON ADBERSAS.
Hay en este sentido datos inobjetables.
EL ÚTIMO GOBIERNO NO PERONISTA QUE CUMPLÍO SU MANDATO COMPLETO FUE EL de Marcelo Torcuato de Alvear que en 1928 entregó su Presidencia al segundo turno de Hipólito Irigoyen.
Apenas 2 años después comenzó la triste seguidilla de interrupciones militares.
Una de ellas, la de 1943, incorporó a la Política a Perón.
Sus impulsores eran el Grupo de Oficiales Unidos, (GOU), de clara afinidad hitleriana a lo que se sumó luego la admiración de Perón por el fascismo impulsado por Benito Mussolini.
El embrión creció de manera exponencial y, con excepciones, siempre quedó algo de su genética de insuficiencia democrática.
El reconocimiento de derechos legítimos de trabajadores y sectores postergados de la sociedad siempre tuvo un ordenamiento político vertical y populista.
Lo que el General llamaba la “columna vertebral del movimiento”, los sindicatos, ganaron un espacio del que se adueñaron como si les fuera propio.
Nació entonces la burocracia que aún sostiene su aspiración hegemónica y se expresa en los sindicalistas millonarios y los obreros de sueldo corto.
Nunca faltaron a la hora de patear los tobillos de cualquier Gobierno de otro color.
Más aún. Tampoco faltaron a la hora de pactar acuerdos con las dictaduras.
El manejo de la fortuna de las obras sociales lo arreglaron con Onganía y los intentos societarios de Massera y Firmenich son datos ciertos de la Historia.
Terminada la fiesta kirchnerista vuelve otra vez a aparecer el monstruo de la violencia procurando torcer la voluntad popular sino por las urnas por los medios que crean necesarios.
Se lo hicieron a Alfonsín, con 14 paros generales que carpieron el camino para que grupos económicos concentrados completaran la maniobra.
Lo mismo habían hecho antes con Frondizi y con Don Arturo Illia y se pusieron saco y corbata para aplaudir la asunción de Onghanía.
Con de la Rúa les resultó más fácil, por su debilidad, aunque debe recordarse que la renuncia de “Chacho” Álvarez, peronista él, hizo lo suyo.
Esta breve reseña sirve para entender que no estamos como estamos de casualidad.
Debemos comprender que el único camino para no repetir los errores del pasado es acompañar una gestión que ha venido no solo para quedarse sino para edificar una sociedad nueva, moderna, sostenida por la transparencia y forjada en el esfuerzo diario de cada uno.
No resultará fácil, como nunca lo es construir sobre las ruinas.
Pero no hay dudas que existe confianza y solidaridad, y sobre ellas hemos de caminar hacia un País que sea efectivamente una República Democrática, en Paz, con alternancia y respeto por el otro.