Por Héctor Ricardo Olivera
Nunca imaginé tener material para escribir esta nota.
Admito que me molesta hacerlo.
Pero la inspiradora y yo sabemos, porque nos conocemos, que no somos ambos de guardar los pensamientos cuando de Política se trata.
Supe de Margarita Stolbizer cuando era una destacada militante de la Juventud Radical de Morón, en la primera Sección Electoral de la Provincia.
No se equivocó Marcos di Caprio, un compañero de andanzas de nuestra edad cuando anticipó la proyección que veía en una joven abogada moronense que se destacaba por su claridad de ideas y la firmeza para defenderlas.
En una zona donde nunca fue fácil enarbolar las banderas del radicalismo, esta mujer supo hacerlo como pocas y ayudó sin dudas a que la explosión democrática que trajo Raúl Alfonsín hiciera posible el triunfo que puso al “Beto” García Silva al frente del Municipio.
Stolbizer no abandonó sus ideas y no dudó en apartarse de la UCR cuando advirtió que el partido viejo no era ya un instrumento apto para atender los requerimientos de una sociedad distinta.
Hay que decir en reconocimiento a su entrega que antes de irse ocupó candidaturas imposibles a las que muchos se negaron.
Se unió al sector de Elisa Carrió pero, como no había en ese espacio lugar para dos personalidades así de fuertes y peleadoras, terminó creando su propio sector, el GEN, (Generación para un encuentro nacional), su actual reducto.
Sus posiciones políticas siempre han sido rodeadas de un halo de “progresismo”, que suena lindo pero se hace difícil de definir por su ambigüedad y sentido abstracto.
En verdad el tal “progresismo” suena como un traje de tela elástica que a todos puede quedarle bien precisamente por la falta de objetividad para medirlo y compararlo.
En este turno, Margarita ha decidido sumarse a un sector del Peronismo que participará en las próximas elecciones.
Es aquí donde se oscurece el paisaje.
Porque no es fácil comprender cómo puede ser progresista un sector del partido de Perón, claramente populista, demagógico y autoritario desde su origen.
Cuesta realmente entender cómo puede Margarita ser acompañante de un dirigente, (Massa), nacido en el partido conservador de Alsogaray, volcado al peronismo de la mano de Luis Barionuevo, asesor en su momento de “Palito” Ortega y finalmente Jefe de Gabinete de Cristina Kirchner.
Existe una brecha intelectual indisimulable entre la profundidad técnica y política de las denuncias de la Diputada y el mensaje cumbianchero de Massa acusando al Gobierno de hacer “ring-raje”.
No se compadece el progresismo con la figura reiterada de Solá, que bebió de todos los licores peronistas o de el empresario de Mendiguren, que hasta hace muy poco se babeaba cuando la ex Presidenta le decía desde el atril “¿no te parece, Vasco?”.
Tiene el derecho a hacerlo, obviamente.
Igual que existe el derecho a pensar lo contrario.
La Democracia la necesita, porque ha dado sobradas muestras de coraje y capacidad para denunciar corrupciones.
Pero cuesta imaginar que será respetada donde eligió meterse.
La evaporización de los Partidos Políticos confunde porque no hay ideas centrales que convoquen.
Este desconcierto la ha llevado posiblemente a tomar el tren equivocado.
Su error nos privará de una dirigente trabajadora y firme contra la corrupción.
Es, en verdad, un lujo que la Democracia no debería darse.
Pero cada uno es dueño de su destino, y ya es tarde para imaginar otros rumbos.
Reitero que jamás imaginé escribir estas cosas.
Seguramente Celedonio Esteban Flores cuando en 1919 escribió la letra del tango del título,(la música es de Gardel/Razzano), tampoco imaginó quecasi un siglo después su poesía serviría para encabezar una columna de opinión política.
En fin, son cosas del bandoneón …