Por Héctor “Cacho” Olivera
Se hace difícil escapar a la tentación fácil de llenar esta columna semanal con el comentario sobre el carnaval peronista que duele y divierte a la vez.
Duele porque lastima la convivencia democrática y reafirma la adicción totalitaria no exenta de violencia que anida en las cabecitas locas de estos grupos que finalmente, y como era de suponer, dejaron de lado la simbología y el folklore peronista en que nunca creyeron en serio y muestran ahora su desnudez anárquica y sumisa al mandato de la reina.
Divierte porque la suma de amores y desamores superan la imaginación del más prolífico autor del libreto de una novela de la tarde.
En medio de este temporal lleno de ambiciones, prostitución de valores y mezquindades le toca al Gobierno hacer la dura tarea para la que fue elegido por la gente.
Gobernar, ni más ni menos, que de eso se trata …
En este sentido, la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, sigue dando ejemplos de templanza y conducta que es necesario destacar para que la mediocridad no nos contamine.
La semana que hoy termina mostró otra convocatoria a los sindicatos de maestros para resolver la paritaria que está aún pendiente.
No hubo acuerdo, y difícilmente lo haya mientras los sindicalistas no comprendan que el mundo ha cambiado y ya no es más tiempo de comenzar la negociación, como siempre hacían, reclamando el pago de las jornadas caídas por la huelga.
La larga decadencia argentina había desfigurado el sentido de la huelga.
No era ya un acto de lucha en defensa de derechos que se consideraban legítimos sino un deporte festivalero que luego se volvería en un pago silencioso de las jornadas no trabajadas.
Nadie, o posiblemente apenas unos pocos, saben que la lucha en serio comenzó con los “Mártires de Chicago “en 1886 que fueron ahorcados por reclamar la jornada laboral de 8 horas.
Acá y ahora, por primera vez, Baradel y sus muchachos se encontraron con una respuesta de absoluto sentido común.
Quien administra dineros públicos no puede pagar por un servicio no prestado.
Nadie pone en duda el legítimo derecho de huelga que tiene rango constitucional.
También lo tiene el de “igual remuneración para igual trabajo”.
Y está claro que no es lo mismo ir que no ir a la escuela a cumplir con la obligación de dar clase.
La decadencia ética y moral de la sociedad, que data de largo pero que se aceleró fuertemente durante la docena de años kirchneristas, necesita una mano firme que la reencauce por el arduo camino de la reparación.
Tal es la magnitud del problema que sería una inocentada suponer que el solo hecho de dar clases todos los días sería suficiente.
Sí es necesario.
Pero no alcanza, porque si los chicos no saben interpretar textos y su rendimiento en ejercicios básicos de matemática es deficiente, estamos quedando fuera del Mundo.
Cuando la Educación está viendo cómo preparar a los jóvenes para la revolución tecnológica, para la robotización y la catarata de avances científicos, nosotros tenemos la obligación de subir a ese tren, aunque sea al último vagón, para iniciar la aventura de escalar posiciones.
Capacidades seguramente hay
La Gobernadora muestra que decisión, coraje y mano firme también las hay.
Solo falta limpiar el terreno de las malezas sociales que impiden que la buena semilla germine y seamos, cuando ya no estemos nosotros, una sociedad viva, capaz y adecuada al progreso y la convivencia democrática.
Nota del autor: ¡Feliz día a todos los padres!