Los altos registros de lluvias que castigan a una gran parte del país dejando bajo el agua vastas regiones productivas, tornando intransitables grandes extensiones rurales, matando animales y hasta aislando ciudades y cortando importantes rutas están produciendo pérdidas económicas incalculables, comprometiendo el futuro de próximas cosechas, llevando aún a una peor situación a toda la producción lechera que vive una crisis casi terminal y hasta cobrándose vidas humanas.
Distritos como el de General Villegas está bajo las aguas en casi toda su extensión desde hace 16 meses y la ciudad bajo el inminente riesgo de quedar sumergida si dejan de resistir los terraplenes con los que se la protege hasta ahora. La ya popular laguna La Picasa cortó la ruta 7 y su extensión ha crecido en miles de hectáreas en pocos años. Otras zonas de Santa Fé están en condiciones similares. Y algo parecido ha ocurrido en Tucumán, La Pampa y Córdoba.
En medio de este panorama se escuchan miles de voces que reclaman «por las obras que no se hicieron» y las culpas sobre todo a un gobierno nacional que se mantuvo en el poder 12 años y por cierto hizo poco y nada en esta y otras materias.
Pero…… ¿Son obras hidráulicas no realizadas las únicas causantes de esta grave situación?.- ¿En función de qué razones las vías por las cuales escurrían las aguas hasta hace unos años ahora no lo hacen y se mete en sitios adonde no había llegado jamás?. ¿Sólo porque el río Salado tardó en dragarse y ensancharse su curso de un modo considerable?
Nadie pondrá en duda que hay retrasos en obras imprescindibles, pero que el árbol no nos tape el bosque. Son múltiples las causas que han modificado el mapa hídrico de muchas provincias y algunas de ellas de tanta incidencia como las obras reclamadas. Esas causas son claramente conocidas por los gobernantes, las asociaciones de productores, el periodismo especializado y sin embargo como si fuera tabú, « de eso no se habla».
Hoy resulta que mientras las aguas tapan ciudades y los ríos se desbordan, cuesta encontrar (salvo en el pico de las crecidas) alguna de las habituales lagunitas que tenía prácticamente cada campo en toda esta región de la provincia. Era un placer en nuestros años niños en las épocas invernales montar un caballo manso y meterse en esos espejos de agua con un balde y un cucharon (cuanto mas largo mejor) a juntar huevos de patos, gallaretas, cigueñas y varias especies mas que adornaban el escenario de esas lagunas año tras año.
Hoy no quedan ni las lagunas ni los patos. Los campos se tornaron de pronto cien por ciento productivos y las que eran lagunitas de varias hectáreas se volvieron potreros de buena siembra y mejor rinde. ¿Y el agua? Las obras de los privados se hacen mas rápido que las públicas y los canales y arroyos evacuadores se hicieron cargo de cada bañado de esos campos.
Y aparecieron las modernas técnicas de sembrados y los insumos para el mayor rendimiento y un largo listado de cambios humanos que modificó el medio ambiente y el clima en general. Los pisos se fueron tornando mas impermeables y el agua que ya no encuentra palanganas que las contengan, tampoco siente que la tierra tenga sed y la absorba.
Todo lo que es agua «arriba» corre y corre desde las montañas hasta encontrarse con el mar. ¡Y eso es demasiado recorrido para mantenerla bajo control apenas los volúmenes de lluvia son algo elevados !.
De todo esto no existe en el país la menor regulación. Cada uno que es «dueño absoluto» de la tierra, definición que no requiere ser un revolucionario marxista para comprender que es de relativa validez. se ha encargado de tirarle el agua al de mas abajo y así en cadena hasta llegar a estas situaciones ya insostenibles. La pregunta es contundente: ¿Si no se empieza ya a observar, legislar y ejecutar los controles y límites necesarios a esta «anarquía del agua» llegará el momento en que el Río Salado se convertirá en un río navegable de grandes calados y tal vez debamos pensar en dejar de sembrar y prepararnos para atender cruceros turísticos que arriben al importante puerto de la zona de Villanueva?.
Y a sabiendas que algunos reirán al leer este «disparate» le recordamos que no hace tantos años que se inauguró con bombos y platillos un balneario a la vera del Salado en nuestro distrito en una franja de cientos de hectáreas que por ahora son campos donde pastan las vacas.
Pero nade puede asegurar que no volverán a vender boletos allí para un paseo en lancha o tomar un jugo sentado a la vera «del mar de la ruta 29».
Mientras tanto seguir denunciando como loros que «se hagan las obras de desagües» sin que nadie preste atención a la cantidad de agua que le seguimos metiendo a los cauces es el mas cómplice de los comportamientos con quienes parecieran ignorar que viven en una sociedad y que como tal no existe el libre albedrío del propietario.
Nos sumamos a los reclamos de obras inconclusas y a la responsabilidad del estado en atender estas situaciones. Pero si los dineros de todo el estado (de todos nosotros) debe invertirse en cantidades mayúsculas, para que un sector voraz no le ponga límite alguno a su apetito de ganancias que no saben de respetar bosques, montes, espejos de agua y todo lo que la naturaleza puso en cada lugar con sabiduría divina, se estará rompiendo otro equilibrio mas importante aún que el climático como es el de los derechos de las personas.
Las aguas que ahogan a los habitantes de Gral. Villegas en sus propias casas no solo es producto de lo que no se ha hecho. También lo es de lo que muchos hacen sin que nadie les ponga límites. Y en eso también urge poner manos a la obra.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 13 de Mayo 2017)