Mucho suele repetirse una frase que estampara el general Juan Perón en su tercero y último mandato como presidente de la Argentina: «Esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie».
Vale la pena ir a los orígenes de esa sentencia e ilustrar sobre todo a las nuevas generaciones – y a los muchos olvidadizos especialmente dirigentes y militantes del movimiento – sobre el contexto en que fue elaborada esa expresión por quien fundara y liderara el mayor movimiento político de la argentino del siglo pasado.
Luego del largo exilio al que debió resignarse tras su caída del ´55 y con muchos capítulos de violencia, proscripciones, anuncios y sobre todo interrupciones de gobiernos democráticos, Perón volvió al país y tras la frustrada y traumática experiencia del breve gobierno de Cámpora – Solano Lima el líder llegó a la presidencia por tercera vez, mas viejo y mas experimentado.
Ya la historia había recogido la página del abrazo fraternal que en Vicente López se diera con el viejo caudillo radical Ricardo Balbín que llegó «saltando la verja» como se recuerda.
Y es conocido, que Perón al darse cuenta que «los zurdos» le habían copado el gobierno, le pide la renuncia al odontólogo Cámpora (Perón lo echó y ahora se dicen peronistas los que reivindican al presidente por tres meses) y que convocara a elecciones nuevamente. Es allí cuando Perón le comunica a sus íntimos que su candidato a vice en la fórmula sería Ricardo Balbín apuntando a la reconciliación nacional y a reducir la enorme «brecha» que ya existía entonces – no es un invento moderno – y que terminó dirimiéndose a sangre y fuego y a costa de miles de vidas.
Fue la tremenda interna que se había enquistado en el Movimiento el que abortó la fórmula ideada por el general a lo que ayudó aquél «extraño» secretario que Perón y su esposa Isabel Martínez trajeron desde España y que fuera bautizado aquí «el brujo» José López Rega.
Vale detenerse aquí y señalar por si hace falta, que si algo tenía Perón era poder político. Ganó las elecciones con el 61,5 % de los votos en el segundo mayor récord de la historia electoral en relación a la cantidad de votantes. Y ese Perón con ese poder, estaba dispuesto a todo por recomponer una paz que, en mayor o menor medida él mismo había ayudado a descomponer durante la llamada resistencia.
Pero los hechos hablan por si solos: Perón debió llevar como compañera de fórmula a su mujer – única manera de evitar que le impusieran un «camporista en la fórmula – triunfó en los comicios del 23 de setiembre de 1973 y dos días mas tarde, los muchachos que terminaría echando de la plaza de mayo le «tiraron» el cadáver de José I. Rucci, el secretario general de la CGT y aliado total del general en un episodio que aún sigue manchando la historia impune de esta argentina violenta.
Todo lo señalado hasta aquí procura poner en contexto toda una época y narrar la siguiente historia que es por cierto poco conocida: un mes después de asumir su tercer mandato, el presidente convocó a su secretario general Vicente Solano Lima (viejo líder conservador) para que adecuara en la Casa Rosada una gran sala a la que convocaría a los gran-des líderes de la oposición para que allí establecieran sus despachos de modo tal que todos tuvieran a mano a los ministros y demás funcionarios. Al inaugurar esa sala (con Balbín, Manrique y otros líderes) Perón dijo que el país tenía distribuido el gobierno «entre todos los que estamos acá. Uno tendrá veinte votos y otros tendrán diez, pero entre todos conformamos la expresión del pueblo. Todas las ideas que surjan de aquí serán discutidas como si fueran mías, porque aquí los convoco a cogobernar» expresó.-
Y de ahí surge el final de su mensaje: «Porque a esta Argentina la arreglamos entre todos o no la arregla nadie».
Podrá uno ser aliado de Perón o estar en las antípodas. Pero lo expresado alcanza para señalar que ese Perón que regresó al país para morir, fue el mas lúcido, el mas sabio de toda su carrera. Y hace mas de 40 años supo vislumbrar la existencia de brechas y obstáculos imposibles de ser superados por un solo espacio político por mas fuerza y legitimidad que tenga.
Aquél intento de Perón presidente quedó casi en eso: un intento. Su enfermedad, la violencia creciente en el país y otras dificultades lo llevaron aún mas rápido de lo pensado a la muerte. Y de allí en mas, todos sabemos (aunque algunos estén muy distraídos) lo que ocurrió.
Sería bueno hoy, recordar estos hechos por encima de pertenencias partidarias. El problema sigue existiendo en la política nacional con el agregado que los «oponentes» crecen en número y en capacidad de daño. Por el otro lado, los estadistas con voluntad de poner al país adelante brillan por su ausencia.
Pero sepamos que la brecha no la inventó Kirchner ni los anti K. Que los saboteadores vienen desde lejos en nuestra historia. Que el gran fracaso de la política nacional no tiene inocentes en ningún sector. Y que quienes se declararon los sucesores de Perón son los que mas responsabilidad tienen de él en adelante porque nadie como el peronismo ha estado en el poder.
Y esto sería bueno que lo acepten como forma de comenzar a transitar otro intento de reconciliación.
Que bueno sería imaginar un país donde se acuerden entre todas las fuerzas preponderantes las grandes políticas del estado y luego acuerden gobernar seis años un partido y asegurarle al primer opositor que lo sucederá en el gobierno. Y si hay que arreglar un tercer período para un tercero también.
Tal vez así, todos pretendiendo asumir en un país con menos problemas y mas promisorio terminen de poner palos en la rueda y se dediquen a mejorar la nación que es hacer mas digna la vida de sus habitantes.
Mientras tanto siguiendo eso, tal vez haya que darle la razón al viejo general: «…….no lo arregla nadie».
(Editorial publicada en la edición del sábado 8 de Abril de 2017 de TIEMPO de Ranchos)