Vivimos tiempos de tormenta en la Argentina.
Y no son solo las naturales, que grandes problemas y pérdidas han ocasionado en distintas zonas del País.
Las hay también políticas que peor aún que las otras, afectan tanto donde llueve como donde no, donde soplan vientos huracanados y donde no.
La primera diferencia es que las meteorológicas son casi imposibles de detener, aunque si se hubieran ejecutado obras hídricas imprescindibles algo pudo amainarse.
Las políticas, por el contrario, son planificadas y ejecutadas con clara intención destituyente.
Es que el peronismo, en sus distintas vertientes todas impregnadas de la concepción demagógica y autoritaria que le es propia por origen y ejercicio, confluyen juntas o alternativamente en la tarea de entorpecer la labor de reencauzar a la Republica por la senda de la convivencia.
Nada es nuevo, porque desde 1928, cuando Marcelo Torcuato de Albear transfirió el poder al Presidente Hipólito Irigoyen, ningún gobierno no peronista pudo cumplir con la totalidad de su mandato.
Esta incapacidad para vivir fuera del oficialismo que el Peronismo no logra soportar genera tensiones que por una u otra mía conspiran con la Democracia.
En este tiempo, el protagonismo corre por cuenta del sector enrolado en el kirchnerismo más visceral que por boca de barios de sus voceros más calificados no ha vacilado en decir que la razón de su actual existencia es lograr que el Gobierno de Macri no termine su turno de cuatro años para el que fue elegido por la gente.
Esa primera línea es acompañada con distintos niveles de fervor por otros especuladores que sueñan con que el desorden acelere su turno y estamos así ante un combo de personajes que disfrutan rompiendo o hacen como que no ven la destrucción intentada.
La “columna vertebral del movimiento”, como decía el General, siempre está al servicio del entorpecimiento de la marcha hacia una sociedad normal, inquieta por sus reclamos pero a la vez consciente de que la magia no existe.
Otro grupo más combativo lo conforman los que saben que si no se evita la normalidad y las Instituciones funcionan ordenadamente van a terminar todos presos.
Esos sí, aunque en un sentido contrario a la épica, luchan por su libertad, no la que se escribe con mayúsculas sino la que se va en el patrullero que los vino a buscar sentencia en mano.
Estamos, entonces, ante dos alternativas previas a cualquier discriminación político-partidaria.
Una alternativa es la violencia y la otra es la convivencia democrática.
Una es la que vimos en el palco de la marcha de la CGT, en el final machista de la marcha de las mujeres o en las actitudes bárbaras de Baradel y sus acólitos.
La otra es la que se expresa en la vida diaria de la mayoría de la gente que vive con apremios, que busca como mantener a sus familias pero jamás piensa en que hay que escupir el plato de la Democracia.
En agosto y en octubre de este año votaremos por la oferta electoral que nos plazca.
Cada cual erigirá libremente lo que mejor lo represente.
Pero hoy, ya mismo, debemos votar por esta alternativa primaria y condicionante de las otras: la violencia otra vez o la sana convivencia.
No hay para hoy mesas electorales ni saldrá un locutor vergonzante como Navarro en C5N a anunciar por televisión que ganó el que no ganó.
El escrutinio lo haremos en la intimidad de cada uno para asegurar y asegurarnos que el clima que se intenta contagiar no ha de contaminarnos.
También deberá el Gobierno tomar nota de los acontecimientos para que un pecado de inocencia no se lo lleve puesto.
Una luz de esperanza la están dando las maestras que día a día de huelga desconocen a sus dirigencias y van a dar clases.
A fin de mes las otras, que como barras bravas gritan “Macri basura, vos sos la dictadura” se encontrarán con el descuento que le pondrá cifra a sus veleidades revolucionarias.
Además del ejemplo que avergüenza, ¿sabrán lo que es la dictadura?
Si quisieran, podemos contarles …
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18 de abril de 2024