Atrás y lejos han quedado las campañas electorales artesanales de paredes pintadas a mano por los propios candidatos y sus más cercanos, los pasacalles y algún auto viejo con parlantes de mal sonido y peor aspecto.
Hoy la modernidad se ha encargado de colmar de recursos tecnológicos que apabullan a veces con discreción y otras, la mayoría, con la persistencia de un pájaro carpintero.
A menos de un año de las elecciones de medio término, los candidatos están lanzados a su máxima velocidad con la intención de captar apoyos.
El Jefe del Frente Renovador, Sergio Tomás Massa, es un tsunami especulativo.
No está mal, por supuesto, que lleve adelante su estrategia electoral de la forma que mejor le plazca.
No está mal, tampoco, que desnudemos su legítima intención en nombre de la claridad y la memoria.
Massa nació en San Miguel, Provincia de Buenos Aires y desde su escuela secundaria inició su militancia política activa en las filas de la UCeDe, el partido político del Ingeniero Álvaro Alsogaray.
Junto con el que nos invitara a “pasar el invierno” migró al menemismo de la mano del sindicalista Luis Barrionuevo.
Con el Gobierno de Menem dio sus primeros pasos como Sub Secretario del Interior primero y luego como asesor de “Palito” Ortega en el Ministerio de Desarrollo Social.
Escuela derechosa no le falta …
Como buen peronista que se precia de tal se hizo tan kirchnerista como el que más y por ello fue Presidente del ANSES y luego Jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner.
Fue, en definitiva, Jefe político del Ministro Debido y todo su equipo, además del resto de la banda.
Nunca se le oyó, ni antes ni ahora, denunciar un caso de corrupción que involucrara a los tantos que hoy están desfilando por los Tribunales.
Cuando vio que era su momento, se tomó el buque y armó su propio sector dentro del peronismo de siempre.
Y le cabe el “de siempre” porque no le hizo asco a nada a la hora de juntar tropa de todos los regimientos.
Hay que recordar, a modo de ejemplo, que recibió en sus filas al “Vasco” Otacehé, un miembro de la ultraderecha peronista, ex Tacuara, que gobernó a mano de hierro el Municipio de Merlo donde fue acusado por distintas organizaciones de Derechos Humanos por la violencia extrema de su conducta.
Otacehé lo abandonó, pero no porque él lo echara.
En realidad no podía hacerlo porque el “Vasco” era tan de su intimidad que hasta le regaló el viaje de bodas.
Hoy Massa canta y baila la cumbia que le gusta a la gente.
Aprovechando la pluralidad que impone la negociación y el acuerdo para asegurar gobernabilidad vive especulando con la calculadora electoral en su mano.
Es de los que critican al Gobierno porque toma medidas que significan un sacrificio para muchos pero simultáneamente plantea exigencias que cargan sobre el déficit fiscal.
Su propuesta de modificación del impuesto a las ganancias suena a música para los aportantes pero exigiría, para cumplirse, un ajuste que el Gobierno no ha de hacer.
Como buen demagogo populista no dice trabajadores, sino “laburantes “que huele a mameluco que nunca usó y a transpiración que no conoce.
Todo es parte de la campaña para el año que viene.
Y no está solo.
Uno de sus gurúes económicos, Roberto Lavagna, salió al ruedo diciendo que por este camino vamos al colapso.
Una persona grande, peronista que no dudó en ser candidato presidencial del Radicalismo y a los tres meses fotografiarse del brazo con Kirchner en Olivos, debería saber lo que significa “colapso” en el diccionario y, peor aún, en nuestra República.
Volviendo a Sergio Masa cabe recordar que fue uno de los candidatos “testimoniales” que junto con Kirchner, Scioli y Nacha Guevara le mintieron a la gente ocupando un lugar en las boletas peronistas del 20009 sabiendo que no ocuparían los cargos para los que fueron elegidos.
Demagogia y mentira son, ambos, condimentos que no debieran formar parte del menú que se nos ofrezca a los argentinos en octubre del año que viene…