Las elecciones de medio término, que elijen la mitad de la Cámara de Diputados, un tercio del Senado, mitad de Legisladores Provinciales, Concejales y Consejeros Escolares serán en el mes de octubre del año que viene.
Un análisis desprovisto de cualquier vocación protagónica diría que no es tiempo aún de iniciar campaña alguna.
No es esto lo que ocurre en los corrillos políticos de todo orden.
Los muchachos y las muchachas, (que ahora serán el 50 % de las boletas), están ya en plena actividad proselitista.
Como generalmente ocurre, el apresuramiento puede parecer ventajoso para los círculos menores que forman los candidatos y sus eventuales colaboradores más cercanos pero nada de esto interesa a quienes serán en su momento los que decidirán el destino de cada dirigente.
Ocurre que muchos políticos no han asumido los cambios que han modificado la cultura ciudadana incorporando nuevas formas de acción política que ha dejado atrás antiguas tradiciones.
Es evidente que la Política, que naturalmente siempre está, vive hoy una despartidización notable que exige adaptaciones que no todos parecen comprender.
Si bien la Constitución Nacional de 1994 estableció en su Art, 38° rango institucional a los Partidos Políticos, resulta claro que las organizaciones tradicionales no se han amoldado a las nuevas formas ciudadanas.
El artículo de marras dice textualmente que “los Partidos Políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático …”.
Como tantas veces ocurre cuando los argentinos metemos la mano, se da acá otra vez el caso de que lo escrito es una fórmula teórica propia de los académicos pero como de la realidad nos encargamos todos, los Partidos no son lo que fueron y quizás alguna vez se adapten y sean en serio lo que imaginaron los Constituyentes.
Una rápida recorrida por el espectro partidario nos muestra que posiblemente lo más parecido a lo que fueron los Partidos de antes sean los de izquierda, que contra su discurso revolucionario se mantienen medianamente orgánicos según las antiguas convenciones.
Es claro que ante la menor diferencia interna nace otro y otro, lo que los condena a la eterna y bulliciosa minoría.
“Cambiemos”, de la mano del PRO de Macri y María Eugenia Vidal llegó hasta donde llegó precisamente porque apareció como una cosa nueva, diferente y moderna que es distinta a la tradición aún cuando se equivoca.
Aunque suene una zoncera, nunca antes se escuchó a una autoridad diciendo “nos equivocamos”.
Sus socios menores no alcanzan a superar sus antiguos esquemas mentales.
Por eso algunos radicales que ya están en carrera se radicalizan al máximo no para sostener una ideología revisable, sino para estar anotados a la hora del reparto de algún puesto en las boletas.
Alguno, en su fantasía interesada, ha llegado a decir que deben concurrir con listas propias a confrontar con el PRO en elecciones internas para elegir los candidatos.
Se trata de la vieja treta de amenazar para procurar luego que los calmen con algún carguito.
El otro gran sector es, hoy por hoy, algo así como una pista de autitos chocadores.
Van unos contra otros y, de a ratos, todos contra el Gobierno, pero sólo a los fines de intentar un crecimiento del sector propio tanto como para ver después que pasa.
Los hay con traje de guerra, con Cristina a la cabeza más Boudou, D ´Elía, Aníbal Fernández, Esteche y Sabatella, la vanguardia iluminada que no mezquina frases duras.
No juntan demasiado, pero a lo mejor se conforman porque parece que lo han recuperado a Scioli, un hombre de principios (y finales).
Por un camino no tan lejano en el fondo aunque sí en las formas, transita Massa, que es como un payador de la política porque dice lindo lo que la gente quiere escuchar.
Lástima que se acordó tarde porque fue parte fundamental de la dirigencia kirchnerista que hizo lo que hizo.
En todos los sectores hay ya nombres que se sienten lanzados al espacio deslumbrante de la Política.
Son todos declamadores de lo que hay que hacer.
Son pocos los que en verdad hacen o al menos intentan hacer.
Un casillero aparte para Margarita Stolbizer, un personaje que no puede quedar afuera, que deberá elegir según sus cualidades y principios inobjetables si puede subirse al tren de los peronistas o preferir un lugar en el colectivo donde le aseguren libertad y conductas republicanas.
En una visita a Chascomús en tiempos de la dictadura de Onganía, don Arturo Illia, con la policía entrando en el salón donde íbamos a almorzar y nosotros, jóvenes entonces, intentando al menos entorpecer el ingreso, alzó un vaso de vino y dijo simplemente “el tiempo es corto, pero el tiempo es largo”.
La frase le vendría bien a los candidatos apresurados …
Nota del autor: ¡Feliz días a todas las mamás!