La secuela de los gobiernos del matrimonio Kirchner será una inagotable fuente de actos de corrupción, faltas de respeto, cabriolas ideológicas e infinitas obscenidades.
Cada área abunda en elementos que en algunos casos sancionará la Justicia y en todos seguramente descalificará la Historia.
La lista interminable destaca la mentalidad autoritaria y populista de mantener a la gente esclava de un subsidio y anulada por esta vía de su auténtica aspiración al progreso por la vía del esfuerzo.
Se recordará también la pretensión prepotente de enseñarle al Mundo como se maneja la Economía dando clases vergonzantes en los foros internacionales pese a que luego de un período inédito de ingresos de divisas el 40 % de la población no tiene agua potable, el 77 % del conurbano no tiene cloacas y la mitad del País no accede a las redes de gas.
Todo esto, más lo que a cada uno se le ocurra agregar puede solucionarse con eficacia y austeridad honesta en la administración de los recursos públicos.
No será rápido, pero es posible.
Aunque esto duela, como también duelen las carencias en Salud y seguridad, infraestructura y atención de los abuelos las cosas pueden recuperarse.
Lo peor, porque siempre hay algo peor, ha llegado a puerto.
Era previsible, era inevitable, pero ya no es tiempo de lamentos.
La destrucción sistemática de la Escuela es como muna planta venenosa cuyos frutos hoy están maduros.
Una pretensión imaginaria de progresismo pre revolucionario quitó la autoridad a los maestros, cargó de derechos la mochila de los alumnos y supuso que la Educación debía dejar de ser una relación asimétrica para transformarse en el paraíso del picnic permanente.
El calendario se llenó de huelgas y festejos triviales.
En una sociedad donde ya hay chicos que no vieron trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos este caldo de cultivo no podía terminar de otra manera.
La connivencia con el narcotráfico, el discurso ordinario en estado de ira permanente, la ostentación de los nuevos ricos contaminó a chicos y jóvenes con la enfermedad de la violencia y la ausencia de límites.
Por eso se drogan, por eso se matan, por eso vivimos el espanto progresivo de la degradación.
La siembra irresponsable ha germinado.
El tránsito fue adornado con expresiones vacías de contenido y preñadas de aspiración de eternidad.
La “escuela inclusiva” de los discursos fue una mentira mal intencionada que suena bien en los registros estadísticos pero esconde la maldad de no educar sino apenas contener para asegurar de ese modo el sometimiento fácil del que no es enseñado a ejercer su espíritu crítico.
¿Se puede ser tan perverso?
Claro que sí.
Más aún, se puede tener la desfachatez de intentar una continuidad absurda que solo se alimenta de la certeza del viaje al calabozo.
No alcanzará para reparar el daño infringido, pero será un incentivo para la tarea más difícil que es la de recuperar los valores perdidos para que seamos por fin una República Democrática.