Los atropellos, abusos, violaciones y denigraciones que padecemos los ciudadanos argentinos, sumados a la falta de reconocimiento de derechos consagrados, garantías y hasta el mas mínimo respeto que estable la ley del sentido común, sobrepasa en muchos casos los límites de lo que debiera ser lo tolerable. Resulta repetitivamente evidente que mientras por un lado observamos a grupos, sectores, bandas o algún otro nombre parecido que vive de y para hacer «despelotes» de todo tipo, entre los cuales se puede cortar una autopista, un puente de acceso a la capital o la avenida 9 de julio, para reclamar por el largo de las zanahorias en la verdulería de la esquina, mas allá de esos especialistas este es un pueblo demasiado manso como siempre dijeron nuestros abuelos.
Mas allá de algún cacerolazo o una marcha «por la pavada» de matar a un fiscal de la nación (decimos matar en nombre de nuestras convicciones mas íntimas aunque no las podamos demostrar donde debieran demostrarlo otros), por lo demás, tocarnos la cola es casi un derecho que le otorgamos a la dirigencia en general,a los diferentes gobiernos y a cuanto humano ostente algún poder en este país.
Si no, veamos lo que ocurre y crece cada día con mas entusiasmo en las rutas de gran parte del país y especialmente en las de la provincia de Buenos Aires. Cuando los que padecemos transitar por las mismas cada día mas, esperamos que alguna vez a los automovilistas que en general hacemos mas esfuerzos para comprar y mantener un auto que el que hacemos con nuestra propia familia, se nos reconozca aunque mas no sea una pizca del aporte que hacemos a la economía del país, porque mantener un auto es como poner una fábrica de impuestos y aportes al estado y que a cambio de ello, alguien tenga la gentileza de reparar un poquito las rutas donde dejamos desde las cubiertas hasta los amortiguadores de nuestros coches sin que le podamos reclamar nada a nadie. En las mismas rutas donde muchos han dejado sus vidas y las de sus familias en los que no son accidentes sino consecuencias naturales del estado de esas rutas, pagando para poder andar el combustible mas caro de la región que sigue subiendo su precio aunque el petróleo baje en todo el planeta, con costo de patentes, seguros e impuestos que ya resultan exorbitantes, con gobiernos que no le exigen a las compañías de telefonía celular el mas mínimo compromiso para que exista señal de comunicación ni siquiera a pocos kilómetros de la capital del país, lo que obliga a movilizarse a lo largo y ancho de la argentina a la buena de Dios, porque de quedar en el camino o sufrir un accidente no hay como comunicarse con nadie……, y con tantas cosas mas que podríamos llenar este editorial de la condena que tiene un argentino por atreverse a tener un auto y usarlo, salta a la vista que algunos funcionarios y seguramente todo un gobierno, ha puesto su mirada en este tema y ha decidido hacer algo mas: multiplicar varias veces la cantidad de cámaras de control en las rutas para recaudar mas y mas dinero de los bolsillos del trabajador que viaja diariamente a su trabajo, del docente que lo hace a brindar clases, del remisero o taxista, del comisionista y del que viaja por obligación o por placer y que tal como se está conformando el mapa rutero provincial, casi no tiene chances de hacer un viaje no muy extenso sin que al poco tiempo le lleguen las boletas rosadas de las infracciones.
Cuando le llegan. Porque las que no se notifican nunca y aparecen cuando el castigado dueño vende el auto y entonces no puede transferirlo (y por lo tanto muchas veces no puede hacer la operación) porque ahí salta una infracción de años atrás y si aún así, pone la otra mejilla y llama al juzgado pertinente y con voz avergonzada dice «Perdón, quiero arreglar esta situación», le responden simplemente: envíe una carta y espere que la doctora la otorgue un turno para a-tenderlo». Turno que naturalmente demora a veces algunos meses y que le significa a la víctima nada menos que no poder hacer la venta que a veces, es para reunir el dinero para pagar la operación de un ser querido.
El que anda en auto por las rutas argentinas y especialmente las bonaerenses es en principio un mal ciudadano que deberá demostrar su inocencia. Mientras tanto: duro con él.
Está claro que no hemos citado hasta aquí los peajes bonaerenses, los mas caros, inútiles e incomprensibles que existan. Los cortes de esas rutas que hay que soportar con un estado que no se atreve a garantizar el derecho a transitar libremente. Autovías con cruces ferroviarios sin barreras y tantas cosas mas.
Pero algo se está haciendo. Poner cámaras cazabobos en todos lados. En pocos días, la ruta 29 tendrá entre Brandsen y G. Belgrano -unos 70 Kms- no menos de cuatro cámaras fijas de control de velocidad, mas las móviles que opera el costosísimo sistema de Seguridad Vial y su interminable flota de camionetas y autos. Todas colocadas con la estratégica visión de resultar mas efectiva. Nunca nos pueden convencer que hay espíritu de evitar accidentes o prevenir: la premisa es recaudar. Procurar que las cámaras estén tapada por algunos árboles (la de la rotonda a Pila en Castelli es un ejemplo de esto digno de Polémica en el bar); las de Belgrano que las corren dos kms. para un lado y al tiempo la vuelven esos dos Kms para que «no se aviven – nosotros los automivilistas – donde está la cámara». Ahora en la 29 entre Ranchos y Alegre una cámara fija que según aseguran controlará una velocidad máxima que también aseguran rige para todas las rutas de la provincia: 110 Kms de velocidad máxima.
Vale preguntarse: ¿110 Kms de velocidad máxima en cualquier ruta, estado, recta o como sea?. Alguien podrá explicar quien en su sano juicio comprará un auto de alta gama con caja de velocidad de sexta velocidad que no puede usarse viajando a solo 100 Kms por hora ?.-
A esta altura por si hace falta, cabe decir que nadie ignora que muchos viajan demasiado velozmente para el estado de nuestras rutas. Que hay muchos imprudentes. Que hay loquitos sueltos. Todo eso lo sabemos y no lo estamos defendiendo.
Es claro el espíritu de lo que marcamos. Si las rutas no están bien lo que hay que hacer es modernizarlas y ponerlas al servicio de ese notable hacedor de mano de obra que es el dueño de un auto. De ese notable aportante al estado que es ese dueño.
Y no convertirse en un genio de la recaudación buscando a quienes no tienen gremio para reclamar ni hacer manifestaciones y eso somos los dueños de automotores. ¿Ocurriría lo mismo si Moyano mañana decidiera agregarle al gremio de camioneros el de automovilistas?.
Solo como dato por cierto conocido vale decir que contrariamente a recientes fallos de la corte que habla de la razonabilidad de los costos que establece el estado, en general cualquier infracción es multada con valores de dos o tres mil pesos como si fueran monedas. Que tenga la mala suerte un trabajador de cometer tres infracciones en un mes y le cobran nueve mil pesos?.
Por falta de espacio no abordamos otras tantas razones para agregar a las expuestas: ¿Alguien quiere calcular cuanto demora un viaje en automóvil de Buenos Aires a Misiones o a Santa Cruz si la máxima solo en algunos tramos es de 110 Kms?.
Gobernar se supone que es una tarea reservada a idóneos, inteligentes, aptos y con alto sentido común. No es para vivos, entendiendo por esto la tan mentada viveza criolla.
Y duele – vaya que duele – cuando sin ningún disimulo y en nuestra propia cara nos muestran que nos cobran altísimas sumas en sueldos y dietas para ver quien es mas vulnerable para «jorobarlo» desde un lugar del estado que está creado precisamente para todo lo contrario: defender del mejor modo el derecho de sus ciudadanos.
Que estén llenando las rutas de la provincia de cámaras recaudadoras -cual maquinitas tragamonedas- y que nadie levante la voz es el mejor ejemplo de la dirigencia en general que tiene el país. Y de lo que son capaces de hacer con nosotros sin que digamos ah.
Recuerdo un ejemplo: un gran jugador de fútbol pero sobre todo un caballero en las canchas como Juan R. Riquelme una tarde en una cancha casi incomprensiblemente mientras tenía el balón, giró y le dio un cachetazo a quien lo marcaba de atrás. Casi inexplicablemente. Naturalmente el juez lo expulsó del campo.
Al rato, las cámaras mostraban que quien lo marcaba le había hecho lo mas indignante que puede hacérsele a un hombre que es colocar sus dedos donde no se debe. Y Riquelme no fue sancionado por esa expulsión por entender el tribunal que su reacción fue natural y propia de lo que sintió en ese momento.
Pero acá seguramente no habrá expulsados. Pero nos seguirán marcando así: con los dedos muy cerca,de nuestros glúteos.
(Editorial publicada en la edición del sábado 10 de setiembre en TIEMPO de Ranchos)