Si algo positivo habrá que reconocerle al actual gobierno nacional en estos pocos meses de gestión que lleva (y donde no faltan los errores tampoco) es que vaya recuperando las cifras oficiales que hacen a toda la situación del país. En medio de tantas cosas muy «grosas» que generó y dejó como herencia el gobierno anterior, la falta total de datos, estadísticas, cifras de referencia y en general números creíbles hasta en el presupuesto, pasaron casi como una cuestión secundaria. Y sin embargo, poner a un país en el misterio del «No sabe/no contesta» es comparable a dejar a un barco sin timón en alta mar. O lo que parece mas preciso: sin brújula o equipa-miento de ubicación.
Pensar en un país que eliminó las cifras de la inflación, la cantidad de ciudadanos en la franja de pobreza, los desocupados y cuanto dato hace a saber donde estamos parados, es lisa y llanamente renunciar a gobernar con rumbo cierto. ¿Cómo saber adónde y por donde ir si no se sabe el lugar donde se está?.
Y esto pasó -nadie del anterior gobierno negó la falta de esos números-con el gobierno anterior.
Ahora, acabamos de enterarnos de a poco de la inflación existente y hace días de los índices de desocupación y sub ocupación que resultan por cierto alarmantes, aunque no tan sorpresivos.
La Argentina «en blanco» tiene un 20 por ciento de su población activa entre desocupados y sub ocupados. A ellos cabe su-marles los que no aparecen en el mercado laboral por «el negro» tremendo que rige en el país.
Por lo tanto, las cifras de argentinos sin un empleo digno son alarmantes y a ello se agrega que en muchos casos, aún los llamados trabajos dignos tienen una remuneración que no cubre las necesidades básicas. (Un empleado municipal en muchos casos no su-pera los siete mil pesos de ingresos).
La situación, digna de estupor, no puede dejar de llevarnos antes que nada a preguntarnos que hemos hecho los argentinos -y sobre todo quienes nos han gobernado-para llevarnos primero y mantenernos después en una precariedad, que solo ha sabido ser un poco mas o menos grave, pero que nunca dejó de ser humillante en los últimos cuarenta o cincuenta años.
No ha existido bandera mayor de cada uno de esos gobiernos que la de administrar en beneficio de los pobres. No ha habido resultado mas elocuente en todos ellos que el no haber sacado de la pobreza a casi nadie y en general haber sumado a ese sector a millones de argentinos.
Por lo tanto, si hay algo malo que por bien no venga como repetían nuestros abuelos es que deberíamos ya saber muy bien un montón de cosas que no hay que hacer si de una vez por todas queremos en serio torcer el rumbo de la historia.
Resulta curioso -por ser elegantes en el término- observar como dirigentes relevantes que han ocupado los mas importantes cargos en gobiernos durante largos años anteriores, hoy explican hasta con lujo de detalles como hay que hacer para sacar a los argentinos postergados de su situación.
Claro está que es posible que no resulte fácil encontrar las mejores recetas en todos los órdenes. Habrá que aguzar mucho la imaginación y las capacidades. Pero lo que no debe fallar es el conocimiento de lo que no hay que hacer.
Vaya un ejemplo: estos días fue muy difundida la campaña de productores frutihortícolas como los de manzana y pera, regalándola en la capital federal porque los costos de esa producción es superior al precio que reciben.
Seguramente hay que hallar una solución que el gobierno actual hasta ahora no parece tener. Pero lo que se sabe con seguridad es que somos muchos los que constatamos hace ya varios años como esa producción se regala en las rutas patagónicas por la misma razón de ahora.
Por lo tanto: habrá que encontrar el remedio. Lo que es seguro es que ese remedio no era lo que hacían los gobernantes en los últimos años. Porque regalar la manzana y las peras en las rotondas de Villa Regina o en Plaza de Mayo lo único que cambia es el impacto de la noticia.
Pero no la situación de los productores.
Por lo tanto, bienvenidos al mundo real del espanto que en materia laboral y en otros aspectos están señalando los recuperados números reales. El gobierno tiene ahora la enorme responsabilidad de ir solucionando de a uno y del mejor modo todos los problemas.
Estamos mal en muchos aspectos. En algunos realmente muy mal. Pero al menos saber donde estamos ubicados, seguramente otorga una factibilidad mucho mayor de alcanzar algún día el mejor destino. El que hace tanto nos prometen y del que tan lejos nos han llevado.
(Editorial publicada en la edición del sábado 27 de Agosto 2016 en TIEMPO de Ranchos)