Alguna vez le preguntaron al notable arquero argentino Amadeo Carrizo si consideraba que los deportes que no pueden ser medidos por marcas como ocurre con el atletismo en general o la natación mejorarían permanentemente como ocurre con las otras disciplinas cuyos récords se baten periódicamente en todo el mundo. « Si los atletas mejoran, si los nadadores mejoran, si el automovilismo aumenta su velocidad corresponde pensar que todo mejora. Que así debe ocurrir con el fútbol, el basquet o el boxeo» dijo usando el sentido común el gran Amadeo.
A este autor se le ocurrió la misma pregunta días pasados, pero en otro ámbito que no es el deporte. «¿En nuestra democracia, en todos sus aspectos, con su sistema de gobierno, sus instituciones, su dirigencia y el «demo» (pueblo) en general, también se mejora cada día aunque esto no se pueda constatar en mediciones tangibles ?.
Y por cierto quisiera este autor que su respuesta a este interrogante sea en primer lugar la de una reducida minoría. Y lo mas importante: que sea errada.
Vale retroceder estos 33 años de la recuperación de nuestro sistema de gobierno, producida tras muchos años de horror en el país, de muchas décadas de gobiernos interrumpidos, de falta de renovación dirigencial, de partidos políticos intervenidos o directamente desaparecidos o proscriptos y una sociedad carente de toda cultura cívica en torno a los reales pilares y sustentos democráticos.
Fue la democracia que volvió hasta con la enorme sorpresa que significó que el peronismo que había esperado años para volver al gobierno fuera derrotado no solo en el nivel nacional sino en la poderosa y excepcional provincia de Buenos Aires.
Alfonsín y la UCR debían gobernar ese momento del país, con características políticas, gremiales, sociales, militares absolutamente excepcionales. Y para ir adelantando el concepto que nos guía en esta columna, hagamos la primera (que debería ser suficiente) comparación: la argentina de hoy pone en tela de juicio hasta la gobernabilidad por la grieta que divide a la sociedad en su conjunto, producto del fanatismo de estado que imperó durante 12 años y que naturalmente, como se decía antiguamente de la violencia, solo genera el fanatismo de abajo.- Hoy no se puede convivir entre los K y los anti K.
Hace 33 años el gobierno asumió con miles y miles de desaparecidos (si lo que importa es afirmar que son 30.000 digamoslo, para los que creen que si la cifra es 25.000 o 35.000 cambia algo) por el terrorismo de estado y la guerrilla subversiva. Familias enteras devastadas por la violencia y hasta en algunos casos familias en suyo seno había militares y guerrilleros que se mataron entre sí.
¿Pueden ser equiparables estas dos herencias para comenzar el racontto? Si esto es una grieta a la que le sobran los motivos, visto está que aquella sociedad tenía unos cuantos motivos mas valederos para sentirse en ve-redas opuestas y sensiblemente enfrentados.
Sin embargo, con sus vaivenes hasta por momentos dramáticos, por aquello de (o pese a) «Con la democracia se come, se cura y se educa» la sociedad en esos años supo consolidar un sistema que por cierto, no dio muy buena alimentación a los argentinos, curó menos en los hospitales y no mejoró la educación.
Pero asentó el concepto del sistema político. Con un presidente al que en su momento le caímos durísimo por una gestión que seguimos considerando con la lupa de la historia como deficiente y con una oposición, donde aparecieron figuras de la talla de Antonio Cafiero que marcaron un hito de como ser opositor y que hoy deberían tomar como bandera muchísimos de los que se llaman compañeros del desaparecido ex gobernador bonaerense.
Las actitudes desestabilizantes, antidemocráticas, en muchos casos cuasi abiertamente destituyentes que se observan hoy en una amplia franja de la oposición, casi toda ligada al anterior gobierno, no hacen mas que ratificar sin tapujos que la inédita decisión de la anterior presidenta de no participar en la ceremonia de entrega de mando a su sucesor fue el punto de partida de una «guerrilla política» que permite aseverar sin temor alguno y contradiciendo al gran Amadeo que no hacen falta cronómetros ni varillas para medir hoy una democracia tan claramente inferior en calidad y sustentabilidad a la del propio período 83/89 que no parece desmezurado pensar casi con urgencia en la necesidad de algunas decisiones políticas trascendentes de todo al arco político que se dice y se siente comprometido con la vigencia del estado de derecho, antes que sea tarde y todos terminemos llorando la democracia perdida en el muro de los lamentos.
Claro está, antes de proseguir, que el primero que debe estar comprometido con ese estado de derecho es el propio gobierno. Pero entendiendo que respetar la democraccia es cumplir con lo que marca la constitución y las leyes.
NO GOBERNAR COMO LES GUSTA O PRETENDEN QUIENES EN LAS URNAS DE LA GENTE NO CONSIGUIERON EL DERECHO PARA HACERLO.
El clima que diariamente se alimenta, desde una enorme maquinaria que funciona a través de una red muy importante de medios que ha sabido mantener en general con dineros robados al pueblo como que los autores de esos delitos aceptan haberlo hecho «porque así se democratiza la política. Hay que hacer mucho dinero de manera corrupta porque si no solo harían política los que tienen plata» dicen sin ponerse colorados. Con un manejo digno de mejores causas de las redes sociales y el «dominio territorial y de la calle» han llevado aprovechando cierta ingenuidad del propio gobierno nacional en pocos meses al país al abismo de apedrear el automóvil en el que llegaban a un acto oficial en Mar del Plata nada menos que el presidente « de todos los argentinos» (¿o la frase era solo para Cristina ?) y la gobernadora de todos los bonaerenses.
Tan contundente es el episodio, que bien pudieron matar al presidente y a la gobernadora con «una gomera» o poco mas recurriendo al dicho popular.
Por menos que un atentado, en aquellos primeros tiempos de la democracia recuperada, el gobierno municipal y el Concejo Deliberante se declararon en sesión permanente y estuvieron no menos de 48 horas ininterrumpidas los concejales de todos los partidos y el propio intendente (naturalmente que era el actual Juan C. Veramendi) con las puertas abiertas y en el despacho en defensa del sistema.
Podrá decir algún memorioso que aquellos eran intentos militares de derrocar al gobierno pese a que el propio Alfonsín luego dijera que no hubo tal intento. Ahora se trata de atentar físicamente contra el presidente de los argentinos. ¿Y en esos sectores de la oposición no aparece siguiera un documento rechazando esa violencia y esta creciente postura atentatoria?.
Como no comprender entonces que jóvenes, vecinos de nuestro pueblo y de cada pueblo, aparezcan en redes socia-les refiriéndose al gobierno que eligió la mayoría de sus conciudadanos con las barbaridades mas atroces. Hace pocos días, una joven que no hace mucho fuera invitada a escribir una columna en este medio de la que dijo sentirse orgullosa escribía en una red social: «Indigno es que Macri sea presidente». La pregunta es: «Por lo tanto indignos son quienes con su voto lo pusieron allí».-
¿Puede afirmarse sin temor a caer en la falta total de raciocinio tamaño concepto en un sistema democrático ?.- Que como debe estar claro no pretende que se acalle ninguna crítica ni diferencia con la gestión que lleva adelante ese gobierno. Pero al que debe reconocérsele la dignidad de haber accedido al poder por decisión de ciudadanos a los que se deben considerar – por lo menos – con el mismo derecho que YO a haber elegido ese presidente.
A esta altura uno no puede evitar recordar las palabras del notable filósofo y pensador Fito Paez, cuando manifestó que «le daban asquito los porteños que votan a Macri».- No hay dudas que al cantante rosarino hoy le dan asquito la mayoría de los argentinos.
¿Es todo este contexto aceptable?. ¿Hay alguna dosis de razón para justificar lo que se está viviendo y lo que a to-das luces se ve venir?. ¿Qué mas hace falta para que como hubiera ocurrido en el ´83, la dirigencia toda con los que compitieron con el actual presidente al frente, se paren frente al pueblo y lo desafíen a ponerse de un lado o del otro de la verdadera grieta existente que es la alternativa de democracia firme y sostenida o una creciente debilidad institucional que lleve al abismo al gobierno de todos y para todos, como definiera Lincoln a los que resultan elegidos por el voto ciudadano.
La argentina de hoy tiene muchas urgencias para debatir intensamente. Corrupción, economía con inflación, tarifas, servicios etc,. inversiones, obras públicas, seguridad, narcotráfico y una larga lista de cuestiones básicas que merecen y requieren la opinión y el aporte de todos.
Pero antes hay que definir que nivel de garantía tiene la democracia argentina de hoy. Porque a siete meses de haber asumido, sin recibir siquiera los atributos por parte de su antecesora (y hasta ese momento no puede decirse que era porque gobernaba mal el presidente aún no en funciones) el actual gobierno nacional tiene ataques abiertos, claros y muy contundentes contra su estabilidad (no contra sus políticas) como no tuvo jamás un gobierno que asumió en 2003 con el 22 % de los votos del país y que pese a la claridad de la letra constitucional que establece como máximo dos mandatos, bajo el poco disimulado ardid de dividir una «misma persona jurídica» como es el matrimonio en dos partes supo estar en el poder tres mandatos consecutivos.
Aquello ya es historia y no aporta nada discutirlo. Lo actual es al menos sostener con toda la firmeza que el costo que generó recuperar esta democracia significó, los cuatro años de mandato de un presidente que puede gobernar tan mal como cada ciudadano considere, pero que nunca será indigno de origen, si ese origen es la voluntad popular.
En materia democrática, hoy hasta el gran Amadeo aceptaría que en lugar de avanzar y crecer, hemos retrocedido demasiado. Y nada indica que hayamos llegado al final del propósito claro que tienen sus mentores y actuales propulsores.
(Publicada en la edición del sábado 20 de Agosto 2016 en TIEMPO de Ranchos)