Los dirigentes sindicales de los maestros han anunciado nuevas cuelgas que repetirán el triste espectáculo de las escuelas con sus puertas cerradas.
La Argentina, mientras tanto, sufrirá en la superficie el clima revoltoso que vemos todos los días.
El Gobierno, sacudido por la decisión de la Corte de Justicia, abocará sus esfuerzos a la convocatoria a las asambleas que permitan la reparación del desastre energético heredado.
Pagará aquí errores de implementación y una insólita incapacidad para dejarse atropellar por una campaña que, munida de datos particulares erráticos logró generar un clima de adversidad desproporcionado.
Realmente deberán las autoridades ser más claras de aquí en más para impedir por vía de la verdad que reaparezcan vestidos de santos los demonios que generaron el problema.
Hasta la ex Presidenta, víctima de un estado mental dudoso, salió a escena para repetir, ya sin cadena oficial y sin entusiasmo popular en su entorno, un discurso hueco y carente de la mínima consistencia.
Llegó a decir en Escena, frente a un auditorio mínimo y sin euforia, que el Gobierno planteaba la eliminación del desayuno de la dieta diaria.
En su confusión no advirtió que ese título menor apareció en un suplemento del diario La Nación referido a propuestas de un grupo de nutricionistas reunidos en un seminario.
La decadencia es, sin dudas, una compañera que destruye.
Mientras, el ex vicepresidente Boudouu empieza a caminar sus últimos pasos camino del calabozo, el ex ministro Debido esquiva el debate de lo que fue su paso por el Gobierno y el Peronismo, en sus distintas tribus, festeja que la Justicia demore la reparación tarifaria que empiece a recuperar el déficit producto de la idea que son solo los subsidios la manera de administrar los recursos públicos.
Este panorama naturalmente ocupa parte importante de la agenda gubernamental.
En verdad, debería sí ocupar una parte grande de la agenta, pero no la más importante.
Porque las cosas importantes para que este País llegue a ser la República Democrática que debe ser tiene que poner especial atención en asuntos que no son de superficie pero que son los únicos capaces de producir el cambio que posiblemente nosotros no veremos pero vivirán nuestros chicos.
Hace tres semanas consecutivas que vengo escribiendo sobre el único recurso serio de producir un cambio en la sociedad: la Educación.
Para los próximos días los dirigentes sindicales de los maestros han anunciado nuevos paros.
Puede ser comprensivo que las autoridades ocupen la mayor parte de su tiempo en asuntos de urgencia inmediata.
Pero es imprescindible que pongan equipos capacitados que se dediquen a ver cómo debe hacerse para salir del esquema primario de la discusión de un sueldo con un peso más o un peso menos.
Los maestros podrán tener razón, aunque sería interesante que la sociedad supiera, como lo dijimos hace 15 días, cuál es el nivel de ausentismo, cuál la tarea de cada uno y cuál su nivel intelectual medido con controles de calidad a cargo de auditorías externas.
Hay que admitir que desde el inicio de la nueva gestión de Gobierno los sindicatos han impuesto su modalidad conflictiva que sólo se refiere a la discusión del precio de los servicios de sus representados.
Es hora que, sin anular este aspecto, el Gobierno y la comunidad pongan en la mesa de juego otros aspectos que nunca se tocan.
Puede estar bien el reclamo de los maestros.
También debe estar bien el reclamo de los padres porque los chicos no tienen clases y porque aún teniéndolas terminan sin saber comprender lo que leen y manejan un léxico que no supera las 250 palabras.
De los comentarios que he recibido sobre mis últimas columnas que abordaron este tema, me anticipo a decir que padres y docentes han manifestado su coincidencia.
Es hora, entonces, de caminar sin temores, sin timideces y sin complejos.
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