El martes, 28 de junio, se cumplen 50 años del derrocamiento del Presidente Arturo Umberto Illia.
La cuatrereada fue encabezada por el militar Juan Carlos Onganía y la bautizaron como “Revolución Argentina”.
No fue, naturalmente, ni una cosa ni la otra.
Por el contrario, significó un retroceso institucional, económico y cultural propio de quienes la ejecutaron.
Por supuesto que Onganía no vino solo.
Lo flanquearon sus colegas de armas pero también grupos civiles dolidos con una gestión política progresista y activa contra los privilegios y a favor de los sectores más débiles de la sociedad.
Por eso estaban los peronistas, con sus dirigentes sindicales a la cabeza, que montaron un plan de lucha en abierta complicidad con los empresarios.
Otra vez el peronismo mostró su ADN mussoliniano que repugna de la Democracia y no vacila en asociarse con quienes pretendan servirse antes que servir desde el Poder.
Estaba el periodismo dominado por los grupos económicos concentrados que de la mano de personajes de la calaña de Bernardo Neustad, Mariano Grondona o Ramiro de Casasbellas ejecutaron un plan desestabilizante que rindió sus frutos.
El caso de Ramiro de Casasbellas, un desconocido que no registra nadie, es caricaturesco.
Después de ayudar al golpe se arrepintió y pidió disculpas públicas en un artículo que publicó en inglés en el Buenos Aires Heral con el título “Lost horizonts”, (horizontes perdidos), para terminar finalmente y a modo de fin de su grotesco casado con una hija de Carlos Alconada Aramburú, que había sido Ministro del Gobierno de Illia.
Festejaron la aventura antidemocrática los sectores económicos más fuertes, como los laboratorios medicinales, a los que la Ley de Medicamentos instrumentada por el Ministro de Salud Arturo Oñativia los había puesto en caja.
Lo mismo los empresarios extranjeros golpeados con la anulación de los contratos de petróleo.
Con Illa la Educación alcanzó niveles de excelencia que nunca se recuperaron, la Economía creció a tasas del 10 y el 9 % en los años 64 y 65, disminuyó la desocupación y la deuda externa, se estableció el salario mínimo vital y móvil y creció de manera sustancial la participación obrera en las rentas nacionales.
El Dr. Illia había nacido con el siglo XX en Pergamino y a sus 29 años el Presidente Hipólito Irigoyen lo designó médico ferroviario en Cruz del Eje, (córdoba), donde ejerció su profesión al servicio de todos.
Es famosa la anécdota de la palangana en su consultorio donde el que tenía unas monedas las depositaba a modo de pago por la consulta y el que no, sacaba las necesarias para comprar los medicamentos.
Su actividad política en el Radicalismo le permitió ser Senador Provincial y Vice Gobernador electo.
En 1963 asumió la Presidencia de la República.
Cincuenta años después la condición progresista de su Gobierno es reconocida por todos, excepto alguna mente trastornada que nunca falta.
Pero en razón de lo que hoy nos pasa, es mejor poner en la vidriera las condiciones morales de este médico legendario.
No importa tanto analizar tal o cual medida de gobierno de su gestión.
Lo que importa es decir, mejor gritar, que no robó.
Ni él ni sus colaboradores.
Porque los Gobiernos, como los pescados, se pudren por la cabeza.
Don Arturo no usó un solo peso de sus gastos reservados y el día que lo echaron a empujones de la Casa de Gobierno se tomó un taxi y fue a la casa de su hermano, en la calle Prelidiano Pueyrredón de Martínez, porque no tenía ni auto ni casa propia.
Salió con sus bolsillos vacíos pero con su corazón lleno de la fuerza democrática que lo acompañó hasta su último día, en enero de 1982.
Murió en la clínica de un amigo preguntando” ¿quién va a pagar esto?”.
Su serena firmeza, sus convicciones no transables y su modo ajeno a toda claudicación son un ejemplo que debe obligarnos.
Hoy, cuando sale barro de cada baldosa QUE SE LEVANTA, es buen momento para decir y decirnos que no es cierto el intento maldito de esconderse en la muletilla de que todos somos iguales.
Es bueno que lo recordemos los mayores y es mejor aún que lo sepan los jóvenes.
Sobre todo los que se marearon con la copa fácil del populismo totalitario y creyeron un verso que la realidad se ha encargado de desnudar.
Si todos lo hacemos es posible imaginar que podemos salir de la cloaca en que nos dejaron.
Que la Justicia, sin venganza porque no hace falta ante las evidencias tan groseras, meta preso a los ladrones.
Será entonces tiempo de borrar la Historia sesgada que quisieron imponer y descubrir a gente com
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