«Este día es muy triste. Es nuestro límite. Hasta acá llegamos y si queremos hacer un espacio político en serio deberemos empezar de nuevo. Y la presidenta (sic) debe dar explicaciones de esto y si la tienen que investigar por algo, que la investiguen. Los que ponemos el pecho a todo por convicciones por lo menos merecemos eso» fue la expresión resignada, con buena dosis de bronca del periodista militante ultra K, Diego Brancatelli, luego que el secretario de Obras Públicas durante los 12 del gobierno nacional Kirchner fuera detenido «in fraganti» tratando de desprenderse de 9 millones de dólares, joyas y otros valores en un monasterio de General Rodriguez, a las 04 de la madrugada del miércoles.
José López suele ser identificado como el número dos del ministro De Vido, a quien sus pares del Congreso se niegan a permitir si-quiera que lo allane la justicia y se guarece en sus fueron parlamentarios, pero en realidad López es bastante mas que «la mano derecha del conocido ministro de los 12 años de Néstor y Cristina». López ya era el funcionario en la misma área en la provincia de Santa Cruz bajo el mando del ex presidente fallecido y llegó al gobierno nacional con línea directa con el matrimonio presidencial. Claro que lo dicho, en modo alguno relativiza la responsabilidad del ministro, jefe natural y directo del detenido. Pero tanto una como otra cosa deben ser valorados en su justa dimensión: la responsabilidad ineludible del jefe del mi-nisterio y la relación directa y personal con el ex presidente y con su sucesora no son datos sin valor.
Volviendo al comienzo, la admisión del valor político de este episodio por parte del vocero mas destacado y ultra que ha tenido el kirchnerismo en los últimos tiempos, como el periodista militante pareció ser el detonante de una serie de admisiones en las filas cada vez mas escuálidas del espacio K que en las últimas horas como un armado de dominó ven caerse combinadamente sus fichas. Claro está que debió pasar esto con Lopecito (Lo pesito ) para que la justicia hiciera algo, porque a este señor denunciado hace cinco años jamás le hallaron nada en la investigación del juez Rafecas y hasta parecía que la causa estaba por cerrarse. Debieron lle-varse por delante con el delito para que se dieran cuenta en los tribunales de Comodoro Py de los graves y «millonarios» delitos.
Igual como ocurrió con Baez, al que la TV lo puso preso con un video tomado en una cueva y contando plata como si fueran caramelos.
Lo sucedido con Lopecito y las reacciones soltándole la mano, pero aclarando que esto es el accionar de un mal funcionario corrupto como si él solo sin ninguna complicidad superior hubiera podido robar millones y millones de dólares, bien nos hace acordar a los mas veteranos a otro Lopecito y un final muy similar. Durante el último gobierno del general Perón y su sucesora Isabel Martinez, el país estuvo bajo el poder real de José Lopez Rega. Verdadero mentor, organizador y con-ductor de una organización armada como la triple A, aquél Lopecito hizo y deshizo a su antojo, sin que el cúmulo de denuncias de todo tipo (en un tiempo mucho mas difícil que la actual para denunciar) sirvieran para nada hasta que todo se hizo insostenible y con el país hundido en un abismo de descontrol económico, institucional y ya sin conducción política, Lopecito se «tomo el buque» un rato antes que la Argentina ingresara de la mano de los militares mas ineptos e inescrupulosos que se recuerden, en el tramo mas oscuro de la historia del siglo pasado del país.
También en esa oportunidad, «los compañeros» de Lopecito ante lo irreversible le tiraron todo el fardo al «brujo» -como lo llamaban- como si fuera el único responsable y que con la muerte de ese perro se acababa la rabia.
Así nos fue.
Ahora es otro López el que acaba de sacudir el tablero y mandar casi al olvido al espacio político que gobernó durante 12 años el país. Pese al notable esfuerzo por encapsular el caso en la responsabilidad única y personal del ex secretario de Obras. No alcanzará.
Como ayer, hoy tampoco servirá para salvar la grave crisis.
No sirvió con aquél López. Y no servirá con este.
Y aunque el dicho popular repita que «son otros López», la realidad es que la diferencia solo es de 40 años y se si permite de collar.
Pero entre aquél Lo pesito y este Lo pesito, el perro es el mismo. Y las consecuencias de sus hechos, como parte de una organización que nadie en su sano juicio puede des-conocer, también serán tremendas para el país y su dirigencia.
Solo que por suerte, a este López no lo sucedió un golpe militar sino la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Y esa no es una diferencia menor.
Los Lo pesito, se diferencian poco. Y en realidad, hay muchas mas similitudes que irán surgiendo si de una vez por todas, la justicia se decide a trabajar.
(Editorial publicada en TIEMPO de Ranchos el sábado 18 de junio de 2016)