La más frondosa imaginación es incapaz de diseñar escenas de lo que es capaz de proveernos el post kirchnerismo.
Ni el más imaginativo del mundo podría suponer que un funcionario de primer nivel del Gobierno ido fuera encontrado revoleando bolsos por arriba del alambrado olímpico de un convento.
Menos aún que los tales bolsos estuvieran llenos de “dólares físicos”, como nos enseñó a decir el arrepentido Fariña.
El revoleador era José López, Sub Secretario de Obras Públicas de toda la etapa de los Kirchner, él y ella.
“Lopecito” forma parte de la banda desde el primer día, cuando ocupaba el mismo cargo en la Municipalidad de Río Gallegos y el Intendente era el ex presidente muerto.
Allí hicieron la primaria del afano, siguieron luego la secundaria en la Provincia sureña para completar su brillante carrera delincuencial al máximo nivel universitario en el ejercicio del Gobierno Nacional.
Todo llega, y a estos les ha llegado el final.
El asunto es que ese final sea el principio para la República.
Hace falta para ello que la Justicia repare sus complicidades, recupere su capacidad de acción y acelere la marcha a la velocidad que le ordena la Ley.
Tiene dadas las condiciones para el cambio.
Porque los otros dos poderes están demostrando que han comprendido la gravedad de la situación.
El Legislativo exhibe cómo se debe actuar cuando las necesidades y el sentido común exigen acuerdos parlamentarios.
El Ejecutivo muestra capacidad de diálogo y vocación de cambio.
Nosotros, la gente, hemos de ser espectadores exigentes para que cada uno termine donde debe.
Los ladrones en la cárcel, los más apremiados por la crisis ayudados por el Estado hasta que las condiciones aflojen.
La ayuda, para evitar la tentación de caer en el populismo conservador de los que se fueron, debe ser una etapa transitoria hasta que el subsidio sea reemplazado por el trabajo digno y de calidad.
Mientras, seguiremos asistiendo a este espectáculo vergonzante de ver gente desequilibrada por sus fechorías.
En el escenario hay de todo.
Están los arrepentidos de buena fe, (que seguramente los hay), que creyeron el cuento y se sumaron inocentemente a la procesión.
Están los otros, todos delincuentes parten de una organización montada para robar desde el Gobierno.
Ya hay unos pocos adentro.
Ya habrá más.
A López lo pescaron con las manos en la masa, (de dólares).
En la laguna de la corrupción hay muchos otros pescados que caerán en la red de la Verdad y la Justicia.
La pesca culminará cuando sea la “sirena de Calafate” la que llene la bolsa.
No hay, lamentablemente, manera alguna de proteger su vida.
Porque esta columna piensa, no desea, que una decisión personalísima e irreparable impida que este capítulo negro de la Historia termine con la fuga física de su primera actriz de reparto.
Nota del autor: