Diariamente somos receptores de un cúmulo de noticias en estos tiempos de comunicaciones fluídas, accesibles, sin condicionamientos de distancias ni otros obstáculos que sin siquiera necesidad de proponernoslo, ni gran dedicación nos convierten en informados o si se prefiere en «enterados» al menos de lo mas saliente de lo que ocurre en el universo en todos los aspectos. Pero resulta bueno advertir que mayor cantidad de información y la gran variedad de medios por los cuales acceder lejos de generarnos mas conciencia del mundo que compartimos, pareciera generar el efecto contrario. Consumimos noticias en una cantidad y con una velocidad que no nos resulta posible digerirla.
O tal vez sea mas ajustado decir procesarla.
Noticieros, diarios, radios, redes sociales, etc. etc son parte de la rutina de la inmensa mayoría de los humanos. Y por ellos, se superponen minuto a minuto, desde el atentado a un avión que causó cientos de muertos, los «ajusticiados» por fanáticos terroristas y las interminables guerras de Medio Oriente, con las entraderas en el conurbano, los chicos muertos en una llamada « fiesta» en Buenos Aires o los muertos por decenas en asaltos, accidentes en ruta y otros motivos casi « naturales» de nuestra argentina actual.
Tamaña cantidad de información y de tal peso específico que solo es posible seguir consumiéndola si se la recibe en la superficie y se la deja resbalar. ¿Cómo reflexionar en torno a todos y cada uno de los hechos de tremendo impacto que nuestros sentidos captan constantemente ?.-
Oímos y vemos. Sonidos e imágenes que pasan sin detenerse en alguna estación de nuestra conciencia.
Lo que hoy es la gran noticia será apenas un recuerdo en horas o a lo sumo unos días y se perderá en la selva de diarios, radios, canales etc. de mañana a la mañana, de la tarde, noche y a lo sumo de pasado mañana.
Tal vez ( debiera responderlo con mayor autoridad un profesional de la sociología y hasta de la psicología) haya en lo descripto una causa de tanto andar sin rumbo de la humanidad. De tanto delirio. De tanta sin razón.
Hace un par de semanas se conoció en la vecina Chascomús el calvario padecido por un trabajador municipal que realizaba tareas de recolección de residuos en el horario nocturno en el que habitualmente se hacen estos menesteres. No hace falta describir en este editorial en detalles el caso que por su trascendencia – y por los medios – ha logrado mantenerse unos días en el pensamiento e imaginario colectivo. Según lo denunciado por la víctima – un hombre mayor con familia constituida y vecino conocido de la ciudad – y «casi» demostrado según opiniones generalizadas, padeció durante muchos meses, abusos, violaciones y otras atrocidades de parte de sus propios compañeros de trabajo y en los lugares donde llevan adelante las tareas.
Podrían agregarse un montón de detalles, pero la definición de «calvario» citada no es antojadiza. Si bien, ante la tibia actitud del juez actuante que hasta el momento pareciera estar juzgando una broma mas que un delito aberrante, vergonzante, traumático y equiparable a uno de lesa humanidad hubo alguna manifestación ciudadana que congregó a unos 300 vecinos, en la virtud está el defecto.
¿ 300 vecinos para manifestarse ante lo ocurrido ?. Si quiere súmele mil o dos mil que no pudieron llegar a no se enteraron. ¿ Y entonces cuántos nada hicieron mas que comentar en el almacén del barrio o expresar levantando las cejas que lo ocurrido « es una barbaridad»?.
Y al margen de la reacción de la comunidad,
¿ Cómo comprender que estas cosas puedan suceder no como producto de una mente enferma, sino como comportamiento y complacencia de cinco, ocho diez o mas seres humanos que decimos pertenecer a un mismo género animal, de la misma raza, del mismo pueblo y para mas compañeros de trabajo.
Dejaremos las respuestas valederas para los especialistas. Lo que no debemos dejar es de asombrarnos hasta las entrañas y tomar conciencia que estas cosas pasan entre nosotros y que, por lo tanto debemos incorporarlas a nuestras debidas consideraciones de vida.
Esto somos. Esto pasa, no en esos lejanos lugares que nos muestran por televisión o internet. Nos pasa acá mismo. Es certero pensar que nuestro padre o hijo, o hermano o amigo esté involucrado en cosas como estas. De uno o del otro lado del mostrador.
Como víctima o como victimario. Se impone una actitud realista que ponga en alerta a cada uno de nosotros para comprender adonde hemos llegado. Que lo que no ocurre en ninguna especie animal lo hagamos nosotros. La raza «inteligente».
La reflexión que intentamos es, finalmente, un poco menos de cantidad a cambio de un poco mas de profundidad. Enterarnos de algunas menos. Pero valorar y procesar en toda su dimensión el mundo que estamos haciendo y padeciendo.
Porque si es cierto aquello que indica que para corregir o curar algo, primero hay que tomar conciencia de lo que pasa, aceptarlo y comprenderlo, entonces solo tendremos alguna chance de que futuras generaciones, hagan un poco mejor a la raza humana será empezando por lo primero.
Si seguimos en esta loca carrera de consumir imágenes y sonidos sin saber de que se trata, estamos absolutamente condenados al exterminio.
Aunque con un alivio: no nos preocupamos mucho porque total……. tampoco nos damos cuenta.
(Editorial publicada el sábado 28 de Mayo en TIEMPO de Ranchos)