Una mal llamada Fiesta Electrónica de música fue la excusa para matar a cinco jóvenes y dejar en estado grave y tal vez con secuelas permanentes a otros cuatro cinco el pasado fin de semana en la Ciudad de Buenos Aires.
Estas fiestas de música ya son conocidas por su verdadera y casi única razón de existir que es la de reunir a miles y miles de jóvenes a los que se les vende mas droga que música en un contexto que resulta tenebroso y ruin en el que por si les hace falta a los concurrentes –en general adictos que saben a que van al lugar– se les genera un clima apropiado (de intenso calor), se les va reduciendo la posibilidad de hidratarse con el correr de las horas y finalmente se los deja inertes a merced de quienes mercaderes de la muerte, los me-ten en el irretornable camino de las llamadas drogas de diseño o pesadas, química pura que solo puede hacer graves daños en el organismo de los consumidores.
No hace falta ser especialista en el tema para escribir lo anterior sin riesgo alguno de faltar a la verdad. Es que este tema de las fiestas electrónicas hace años que son conocidas hasta por los mas alejados de las costumbres y modas juveniles. Que el motivo central es la conversión de esos eventos en una especie de shopping de nuevas drogas cada vez mas pesadas y peligrosas no es secreto para nadie, aclarando que drogas buenas o inofensivas no existen.
Y este es el mensaje que debe volver a imperar en una sociedad donde los voceros de «drogas para todos y todas»; «el consumo se controla» o « si consumis de la buena, no pasa nada» hace rato que le han ganado a las medidas preventivas, las campañas de concientización, los controles eficientes y la responsabilidad de adultos, padres, autoridades, medios de difusión etc. etc.-
La muerte casi en el mismo lugar del evento en Costa Salguero de cinco jóvenes y otros cinco que aún en algún caso pelean por su vida en centros asistenciales, por gravísimas intoxicaciones sufridas tras consumir una droga a la que en el ambiente denominaron Superman no puede encontrar explicación y mucho menos justificación. Y solo puede mezclarse entre conceptos de homicidio y suicidio.
Quienes distribuyen esa porquería para ser consumida por seres humanos son asesinos y de la peor calaña. Pero quienes se entregan a ser sus consumidores marcan una disposición a la muerte que los hace un tanto suicidas.
Y entre quienes hacen todo para matar y quienes no hacen nada por defender lo mas sagrado que se les ha dado, se suman una serie de complicidades que pasan por di-versos brazos del estado, pero también por los padres, amigos, adultos en general y has-ta la sociedad en su conjunto que mira para otro lado ante todas estas evidencias hasta que la tragedia ya es una realidad como ocurre ahora.
Suena hasta de trágica ironía oír ahora a algunos familiares de la víctimas, novias y hasta sus propios padres gritar desesperados que a sus seres queridos «los mataron con un veneno».
¿Es que hasta este fin de semana nadie sabía que a esas «fiestas» se va a consumir veneno?
Seria bueno escuchar en estas horas a los precursores de consumo libre de drogas y hasta de legalizar la comercialización.
La respuesta es tan breve como suficiente. Si con algunas trabas legales, con fuerzas de seguridad controlando y otros menesteres ocurre esto, ¿Qué cabe esperar de estas y otras fiestas liberadas y con «merca» legal?.
Y de antemano rechazamos el argumento de que se promueve el libre consumo, pero no la comercialización, como si alguien pudiera consumir lo que nadie le vende.
La droga mata. Sin atenuantes. Decìa esta semana el periodista Alfredo Leuco. «Los que recurren al concepto de consumir de la buena no hace mal, parecen ignorar que ídolos como Maradona, Charly o el propio Cacho Castaña no consumieron la mas barata. Y así han estado y así están hoy».-
¿Hace falta mas argumentación? ¿Mas demostraciones?. No. Pero mientras la droga y su dinero compra voluntades y conciencias; adquiere poder hasta límites inimaginables; se apropia de territorios y termina tronchando muchas vidas no hay nada ni nadie dispuesto a enfrentarlo de verdad.
Las «fiestas» como la de Costa Salguero, no requieren de sanguinarios militares, ni si-carios, ni vuelos de la muerte, ni torturadores para matar sin miramientos. Matan de igual forma y con comparable cinismo y crueldad.
Solo que aquellos no tienen mas lugar en la sociedad. Ya perdieron en todos los terrenos.
Los asesinos de la droga, por el contrario, cada día gozan de mejor salud. Para quedarse con la de los incautos que por mi-les caen en sus tentáculos cada hora.
(publicada en la edición del sábado 23 de abril de 2016 de TIEMPO de Ranchos)