A la profesora de Historia de una escuela argentina del futuro le costará hacerle entender a sus alumnos que, cuando encare el capítulo de los años 2003 al 2015, está hablando en serio y no contándoles una película policial.
Habrá que disculparla, porque hoy nos cuesta a nosotros comprender el nivel de delincuencia de que fuimos víctimas desde que el matrimonio Kirchner se hizo cargo del Poder.
Cada día surge un episodio nuevo del mismo tipo pero que suma protagonistas, actores de reparto y modalidades nuevas de apoderamiento de los dineros públicos.
Como en una secuencia escolar, la Municipalidad de Río Gallegos, la Provincia de Santa Cruz y por fin la Presidencia de la República fueron el terreno que hizo posible este experimento sin antecedentes y esperemos que sin repetición.
Todo sistema populista, por definición y naturaleza, deviene de forma inexorable en corrupción.
La compra de voluntades, la necesidad de generar un relato de ficción que induzca a sentirse feliz con una moneda termina alguna vez.
Esto es lo que la ex Presidenta y su equipo no supieron imaginar.
Obnubilados por la imaginación exuberante de los pseudo progresistas que en verdad son conservadores y oligarcas, creyeron que la eternidad les era propia.
Llegado el fin, aparecen ahora las cosas escondidas en el arca del delito.
Es que la Justicia, la misma que antes no actuaba libre por presión del sistema, encuentra ahora el camino expedito para cumplir con su tarea.
Como siempre, las multitudes se achican, y los “pibes para la liberación”, por convicción o por vergüenza, emprenden la retirada.
Unto con ellos los dirigentes que se tragaron todos los sapos y se guardaron algún vuelto admiten que terminó la fiesta.
La expulsión porteña de la Señora marcó el destino inexorable.
Los micros naranjas juntaron unos cuantos en Tribunales, los Intendentes fueron sin ganas igual que los Diputados Nacionales, (los que todavía quedan) y los Senadores se mostraron más realistas.
De 42 se arrimaron 22, con segura tendencia a la baja.
Naturalmente quedan confundidos, como esos curas que dicen haber optado por los pobres y le rinden honores a una millonaria.
Por si todo esto no alcanzara, como recitan los vendedores ambulantes en el micro, se sumó una Diputada jujeña que perteneció a la Tupac Amarú detallando cómo viajaban las valijas de dinero desde el norte a la Quinta de Olivos, donde las recibía el nene Máximo.
Sin dudas la Diputada ha decidido hacer pública su conducta como única manera de obtener un pasaporte a la vida, ante las amenazas de muerte a que la sometía la gente de la bendecida por el Papa, Milagro Sala.
Se ve que el rosario del Vaticano no alcanza.
Ni uno, ni miles.
Lo cierto es que estamos asistiendo al desmembramiento de una banda que llenó bolsones y valijas con fondos públicos y montó una organización que debe ser castigada por la Ley.
La Señora bailando la conga en el balcón, los muchachos contando de a cientos de miles cuando son grupos en extinción, Debido criando animales exóticos en su castillo junto al río, Boudou gritando “volveremos” son capítulos de una novela policial de nula calidad.
Mientras, la Argentina ha salido del default en que nos dejó el Gobierno anterior, levantó el absurdo cepo al dólar sin que ocurrieran los desastres deseados y anunciados y pretende iniciar la marcha por un rumbo serio y transparente.
No será fácil, porque no es fácil la vida.
No alcanzan a veces ni las buenas intenciones, pero vale la pena el intento.
Será necesario comprensión y un poco de paciencia, que deberá serle exigida a los que pueden ejercerla, que no son los más pobres, por supuesto.
También la dirigencia política deberá actuar con sentido de responsabilidad cívica.
Votar el levantamiento del cepo fue un acierto.
Plantear ahora un cepo laboral que impida los despidos es un oportunismo especulativo.
Antes de la eventual sanción de la ley, las empresas limpiarán sus plantillas.
Y con la ley en vigor, nadie se atreverá a invertir para crear nuevos puestos de trabajo.
Mientras, celebremos que aparezca la cárcel como el fin del camino de bolseros y valijeros y mantengámonos atentos para impedir que trapisonda legal alguna ponga freno al elemental sentido de justicia que nos dice, desde siempre, que los ladrones y las ladronas tienen que terminar presos.
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