Los diputados provinciales peronistas, por orden telefónica de la señora, dejaron sin presupuesto al Gobierno de María Eugenia Vidal.
Es más que evidente que el poder desplazado por las urnas está decidido a hacer todo el daño posible.
Así fue que en la sesión de la Cámara de Diputados provincial el bloque peronista no prestó conformidad al proyecto de Ley de Presupuesto y al endeudamiento de 94.000 millones de pesos planteado por la gobernadora.
Para contraer deudas la Constitución de la Provincia establece la necesidad del voto de las dos terceras partes de los miembros presentes de la Cámara, número que para ser alcanzado requiere del acompañamiento del bloque peronista o parte de él.
La escena de los legisladores peronistas cantando la marchita y la tribuna gritando consignas enardecidas fue realmente patética.
Porque es la Provincia la que se quedó sin presupuesto.
Y peor aún, celebraban que no podía contraerse una deuda destinada principalmente a comprar jabón, detergente y lavandina para limpiar la mugre dejada por ellos mismos.
Es más que claro que viviremos tiempos de tensión y nerviosismo.
Se plantea acá uno de los dilemas de la Democracia, que es su obligación de respetar derechos a los que no son democráticos.
Y resulta evidente que al peronismo del sector que sigue a la ex – presidenta la Democracia es un traje que no le resulta cómodo.
Hay que agregar, de paso, que ante la actitud irracional de los diputados peronistas, también se quedó sin sanción, entre otras, la Ley de declaración de emergencia del Servicio Penitenciario Provincial, lo que certifica los lazos existentes entre el sector político ido del Gobierno con los que manejan las cárceles y sectores de la Policía, coctel explosivo que no será fácil de desactivar.
Todo lleva a pensar que hay un combo camporista empeñado en impedir la reconstrucción.
Seguramente parten de la idea de mantener la militancia rentada, la impunidad ante las investigaciones judiciales que han de venir y el ejercicio lamentable de sentirse dañinos como una forma más de imaginarse soldados de la revolución soñada.
No será fácil lo que viene, porque en definitiva, nádalo es.
Será necesario templanza y coraje para desarticular un edificio construido durante doce años imaginado con sentido de eternidad, concepción autoritaria y escudo de la corrupción.
Por eso suena bien que se comience por analizar nombramientos que alimentaron el fanatismo y engordaron billeteras de ñoquis.
Igual será importante que termine rápido la novela de los escapados con ayuda del penal de General Albear.
Hay allí un mensaje mafioso del Servicio Penitenciario y la Policía que pulsea al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires intentando marcarle la cancha.
No hay dudas que el asunto tiene olor a Aníbal.
Así estamos, y sólo resta esperar que todos pongamos un grano de arena para acceder a un País que recupere su condición republicana.